capítulo 78

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-¡Quiero ir a un internado! -gritó antes de salir corriendo hacia su habitación.

Capítulo 78:

Peter quedó impresionado. No había vuelto a pensar en el internado desde hacía tiempo. Si la enviaba a un internado, no tendría que preocuparse de si usaba sostenes con relleno cuando estuviera fuera de la ciudad. Su vida sería mucho más simple. Pero, de repente, la idea de tenerla lejos no le resultaba para nada atractiva. Ella tenía un humor cambiante y lloraba con frecuencia, pero era su hermana. Se estaba acostumbrando a tenerla cerca, y pensar en el internado ya no le parecía la mejor solución.

La siguió hasta su habitación y se apoyó contra el marco de la puerta. Estaba echada en la cama mirando al techo, con los brazos abiertos como un mártir en la cruz.

-¿En serio quieres ir a un internado? -le preguntó.

-Sé que no quieres que esté aquí.

-Yo nunca he dicho eso. -Habían tenido ya una conversación similar-. Y no es cierto.

-Quieres librarte de mí -dijo ella entre sollozos-. Así que me iré lejos.

Peter sabía qué era lo que Alelí necesitaba escuchar y qué era lo que él necesitaba decir. Por el bien de ambos. Había estado indeciso durante suficiente tiempo.

-Demasiado tarde -dijo cruzándose de brazos-. No irás a ninguna parte. Vas a vivir aquí, conmigo. Y si no te gusta, friegate.

Ella lo miró.

-¿Incluso si quiero irme?

-Sí -respondió Peter, y se sorprendió de lo mucho que le importaba Alelí-. Aunque quieras irte, estás atada a esta casa. Eres mi hermana y quiero que vivas conmigo. -Se encogió de hombros-. Eres como una espina clavada en el trasero, pero me gusta que estés por aquí haciéndome enojar.

-De acuerdo -susurró ella al cabo de un instante-. Me quedaré

-Perfecto, entonces. -Peter se apartó del marco de la puerta y volvió a la sala.

Miró por el ventanal hacia la bahía. La relación que tenía con su hermana no era la mejor posible. Su modo de vida no era el ideal; él estaba fuera tanto tiempo como el que pasaba en la ciudad. Pero quería conocerla mejor antes de que fuera a la universidad, creciera y se convirtiera en una persona adulta.

Debería haberla visto más seguido en los últimos dieciséis años. No tenía excusa. Ninguna buena, en cualquier caso. Había estado tan ocupado con su propia vida, que había pensado poco en ella. Y eso hacía que se avergonzara por las veces que había tenido la oportunidad de verla y no había hecho ningún esfuerzo por ir. Para conocerla. Siempre había sabido que eso lo convertía en un egoísta. Ni siquiera había pensado que ser egoísta fuese algo malo... hasta ahora.

Oyó los pasos de Alelí y se volteó. Con el rostro bañado en lágrimas, lo abrazó y apoyó la cabeza en su pecho.

-Me gusta vivir aquí y hacerte enojar.

-Bien. -Peter la apretó contra sí-. Sé que nunca podré ocupar el lugar de tus papas, pero voy a intentar hacerte feliz.

-Hoy me he sentido feliz.

-Aun así, no puedes llevar ese sostén.

Se quedó quieta un instante, después dejó escapar un largo suspiro.

-Bueno.

Permanecieron juntos mirando por el ventanal durante un buen rato. Ella habló de su madre y le explicó el motivo por el cual conservaba las flores secas en su tocador. Él creyó haberlo entendido, aunque seguía pensando que era un poco desagradable. Ella le dijo que también había hablado de ello con Lali, y que ella le había dicho que algún día se libraría de ellas, cuando estuviera preparada.

Lali. ¿Qué iba a hacer con Lali? Lo único que quería era vivir su vida en paz. Y así había sido, pero no había vuelto a tener un momento de paz desde que había conocido a Lali. No, eso no era cierto. Durante las pocas semanas que habían pasado juntos se había sentido mejor que en cualquier otra época de su vida. A su lado se había sentido en casa por primera vez desde que vivía en Buenos Aires. Pero había sido una ilusión.

Ella había dicho que lo amaba. Él sabía que no era cierto, aunque en lo más profundo de su ser deseaba que aquella mentira fuese verdad. Era un tarado y un imbécil. Iba a verla la noche siguiente por primera vez en toda la semana, pero esperaba que, como cualquier otro dolor, tras el pinchazo inicial se hiciera inmune y no volviera a sentirlo.

Eso era lo que esperaba, pero no fue lo que sucedió cuando ella entró en el vestuario la noche siguiente. Peter sintió su presencia antes incluso de que apareciera. Al verla sintió un golpe en el pecho que lo dejó sin aliento. Cuando Lali habló, su voz se coló en su interior, y a pesar de su férrea voluntad, la absorbió como si de una esponja se tratara. Estaba enamorado de ella. No podía negarlo por más tiempo. Se había enamorado de Lali, y no tenía ni idea de qué hacer al respecto. Cuando se sentó para terminar de arreglarse, la vio caminar hacia él, y con cada paso notó que su corazón se aceleraba un poco más.

Vestida de negro, con aquella fina y pálida piel, parecía la misma de siempre. Su pelo oscuro le caía sobre la cara, y Peter se obligó a atarse los pasadores, cuando en realidad lo que quería era zarandearla, y después abrazarla con fuerza hasta absorberla por completo.

Lo más difícil que Lali había tenido que hacer en su vida fue atravesar el vestuario y detenerse frente a Peter. Cuando se estaba aproximando, él agachó la cabeza y empezó a atarse los pasadores. Durante unos cuantos segundos, ella lo observó, y al ver que no alzaba la vista, dijo:

-Pedazo de tonto.

Él tuvo que apretar los puños para refrenar su deseo de acariciarla.

-Quiero que sepas -dijo- que no tengo la menor intención de escribir nada más sobre ti -añadió Lali.

Finalmente, Peter alzó la vista. Tenía el ceño fruncido.

-¿Esperas que te crea? -dijo con el entrecejo fruncido.

Continuará...

MAS QUE UN JUEGO-LALITERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora