capitulo 33

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-¿Felipe te pidió que vinieras a halagarme? -preguntó al tiempo que cogía el libro.

Capítulo 33:

-No -respondió Peter. La verdad era que Felipe le había sugerido que le llevara flores, pero el libro había sido idea de él-. Fue idea mía, pero todos queremos que vuelvas.

-Me resulta difícil de creer que todo el mundo lo quiere, especialmente los altos mandos.

Tenía razón. No todo el mundo quería que volviera, especialmente los directivos. Tras la derrota ante Santa Fe, el equipo había buscado a alguien a quien culpar. Algo en el aire o en la alineación de los planetas. Algo más que la penosa actuación del equipo. Ese algo había sido Lali. Habían maldecido y echado pestes sobre ella en el vestuario, pero nadie había llegado a pensar que la despedirían. En particular, Peter. Tras decirle que necesitaba el trabajo, no había podido quitarse de la cabeza la imagen de Lali viviendo en la calle por culpa de algo que él había dicho. Dado el tamaño de su departamento, con toda certeza necesitaba el dinero. Estaba limpio y, para su sorpresa, no todo allí era de color negro, pero todas sus pertenencias entraban en la sala. Se alegraba de haber ido a verla.

-Les dije a los directivos que eras nuestro amuleto de la buena suerte -dijo, lo cual era cierto. Después de llamarlo pedazo de tonto, entre otras cosas, jugó uno de los mejores partidos de su vida. Y Benjamín hizo su primer hat-trick de la temporada, tres tries nada menos, después de que ella le diera la mano.

Lali sonrió.

-¿En serio lo crees?

Peter nunca dudaba de los amuletos.

-Por supuesto, pero si estoy aquí es porque sé lo que es necesitar un trabajo y que te nieguen esa oportunidad.

Lali bajó la vista hacia sus pies desnudos. Peter aprovechó para estudiar su cabello húmedo. Las puntas habían empezado a ondularse sobre los hombros. Se preguntó qué se sentiría teniendo aquel pelo enredado entre los dedos. Advirtió lo bajita que era, lo pequeños que eran sus hombros y lo joven que parecía con aquel polo de la Universidad de Palermo. No fue la primera vez que se fijó en la forma en que se le marcaban los pezones, y de nuevo se preguntó si tendría frío o si estaría excitada. Una corriente cálida recorrió sus venas para asentarse en su entrepierna. Se sintió algo excitado y se sorprendió de que esa reacción la hubiese provocado Lali Espósito. Era bajita y tenía unos pechos no tan grandes, y aún así se oyó a sí mismo decir:

-Tal vez podríamos empezar de cero, olvidarnos de lo que te dije la primera vez que hablamos, lo de mear en tu café.

Ella alzó la vista de nuevo. Su piel era suave, sus labios carnosos y rosados. Peter se preguntó si sus mejillas serían tan tersas como parecían, y a continuación estudió su boca. No, no era su tipo de mujer, pero había algo en ella que le intrigaba. Quizá fuese su sentido del humor y su firmeza de carácter. Quizá no se trataba más que de sus pezones erizados y el repentino interés por su suave cabello.

-De hecho, ésa no fue la primera vez que nos vimos -dijo Lali.

Él la miró de nuevo a los ojos. Mierda. El recuerdo de unos de meses en su vida había desaparecido como por ensalmo. Había hecho cosas de las que no había sido consciente hasta que se lo dijeron tiempo después. No vivía en Buenos Aires por aquel entonces, pero había acudido a la ciudad con el equipo de Santiago del Estero. Temía la respuesta, pero no tuvo más remedio que preguntar:

-¿Cuándo nos conocimos?

-El verano pasado, en una fiesta para la prensa.

Peter sintió un profundo alivio y casi se echó a reír. Si se hubiera acostado con Lali el verano anterior lo recordaría. Se trataba del verano posterior a su pérdida de memoria.

-¿Una fiesta para la prensa en Recoleta?

-No, en Puerto Madero.

Peter echó la cabeza hacia atrás y la miró.

-Había un montón de gente aquella noche, pero me sorprende acordarme de ti -dijo, a pesar de no estar sorprendido en absoluto. Lali no era el tipo de mujer que él recordaría tras un primer encuentro. Y sí, sabía lo que se decía de él, y seguía sin importarle. Vivía la vida a su manera. Hacía muchos años que lo hacía y se sentía a gusto consigo mismo-. Pero quizá no resulte tan sorprendente, pues debías de ir vestida de negro -añadió en tono de burla.

-Yo sí recuerdo con total exactitud lo que llevabas -dijo Lali dirigiéndose a la cocina-. Traje negro, corbata roja, reloj de oro y chica rubia.

Él enfocó su mirada en aquella espalda, descendiendo hasta centrarse en su apretado trasero. Todo en Lali era diferente y con carácter.

-¿Sentiste celos?

Ella lo miró por encima del hombro.

-¿Por el reloj?

-Sí, por eso también.

En lugar de responder, ella entró en la cocina y preguntó:

-¿Quieres un café?

-No, gracias. No debo tomar cafeína. -La siguió, pero se detuvo en la angosta puerta que daba a la cocina-. ¿Volverás a aceptar el trabajo?

Ella dejó sobre la encimera el libro que le había llevado y vertió el café en una taza alta de Starbucks.

-Tal vez. -Abrió la refrigeradora y sacó la leche. La puerta estaba cubierta de notas adhesivas escritas para acordarse de comprar todo tipo de cosas, desde encurtidos y galletas saladas hasta detergente para la ropa-. ¿Hasta qué punto es conveniente que lo haga? -preguntó mientras dejaba la leche y cerraba la refri.

-¿Para mí o para el resto del equipo?

Lali se llevó la taza a los labios y lo miró por encima de ella.

-Para ti -respondió.

Estaba aprovechándose del giro que habían dado los acontecimientos. Tenía que presionar un poco más. Peter no podía decir que él no hubiese hecho lo mismo en su situación.

-Te estoy proponiendo que fumemos la pipa de la paz.

-Lo sé, y aprecio el gesto.

Era muy buena en el trato directo. Tal vez debería despedir a Howie y contratar a Lali para la negociación de su próximo contrato.

-¿Qué es lo que quieres?

Continuará...

MAS QUE UN JUEGO-LALITERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora