Con el corazón galopándole en el pecho y en los oídos, se apretó más fuerte contra él. Deslizó las manos por su plano vientre y él le agarró las muñecas.
Capítulo 58:
-Demonios -murmuró Peter, respirando con dificultad-. Para un poco o me voy a correr antes de empezar. Si sigues así, no duraré ni cinco segundos.
Lali captó su mensaje. Cinco segundos de Peter le parecían mejor que cualquier cosa que hubiera probado antes. Mejor que cualquier cosa que pudiese probar en el futuro.
Peter le abrió la blusa, dejando que se deslizara por sus hombros y sus brazos. Acabó tirándola al suelo y pasó al top de seda.
-¿Es esto lo que te pones en lugar del sostén? -dijo.
Lali meneó la cabeza y recorrió con las manos su cálido pecho y sus hombros.
-A veces, ni siquiera llevo eso. -A pesar de la lujuria, Lali recordó por un segundo la tanga que se había puesto por la mañana, y dio gracias a Dios por haber elegido uno de los más atractivos que tenía.
-Lo sé -gruñó Peter-. Saber que ibas por ahí sólo con parte de tu ropa interior me ha traído algunos problemas. -Rodeó la cintura de Lali con sus grandes manos y descendió hacia sus rodillas, después la reclinó hacia atrás y enterró la cara en su vientre. Levantó el top de seda y su aliento tibio le calentó la piel al hablar-. Quítate esto -dijo, y pasó a darle húmedos besos en el estómago.
Lali se sacó el top por la cabeza y lo dejó a su lado en el sofá. Peter echó la cabeza hacia atrás para contemplarla. Recorrió sus pechos con la mirada, tras lo que tomó aliento sin pronunciar palabra.
Lali se sentó de nuevo en su regazo y dijo, cubriéndose con las manos:
-No es a lo que estás acostumbrado, ¿verdad?
-Los pechos grandes a menudo son una gran decepción. Eres hermosa, Lali. Eres mejor que en mis fantasías. -Le apretó las muñecas y le llevó las manos hacia atrás, haciéndole arquear la espalda y dejándole los pechos muy cerca de la cara-. He esperado mucho tiempo para verte así. Para hacer esto -susurró sobre uno de sus pezones.
Se lo metió en la boca y procedió a chaparlo con suavidad. Le soltó las muñecas, y ella llevó sus manos hasta la cabeza de Peter.
Sin dejar de chupar su pezón, Peter le rozó el vientre con los dedos y desabotonó sus pantalones, tras lo cual introdujo la mano en ellos. Alcanzó sus partes más íntimas por encima de la tanga de encaje mientras ella gemía de placer.
-Estás húmeda, Lali -dijo al tiempo que apartaba su minúscula prenda y tocaba su piel caliente y mojada. Habría sido sumamente fácil llegar en ese preciso instante. Permitirle que la llevara al orgasmo. Pero no quería alcanzar éste sola, quería llegar con él.
-Un momento -le dijo agarrándolo de la muñeca.
Él deslizó la mano desde su estómago a sus pechos, jugueteando con ellos, rodeando los pezones. Después lo hizo con la boca. De la garganta de Peter surgió un sonido de intensa masculinidad, primaria y posesiva, llevándola tan al límite que Lali temió alcanzar el orgasmo con el simple contacto de su boca en el pecho.
-Para -suplicó.
Él apartó la cabeza y le dirigió una mirada cargada de pasión.
-Dime qué quieres.
Eran muchas las cosas que deseaba, pero como tal vez no volviera a tener otra oportunidad, dijo:
-Quiero lamerte el tatuaje.
Peter parpadeó varias veces como si no diera crédito de lo que oía, después abrió los brazos.
Lali se apartó de su regazo e hizo que Peter se pusiera de pie. Se quito los zapatos y las medias y se bajó los pantalones. Vestida únicamente con su prenda interior, le besó los hombros y el pecho. Acarició su fuerte musculatura y descendió por su cuerpo dejando un camino de besos. Entonces se arrodilló frente a él, apoyó las manos a los lados de su cintura sobre los pantalones, y apoyó la cara en su liso vientre. Lamió los extremos del tatuaje saboreando su piel con la lengua.
-No he dejado de preguntarme cómo sería de grande tu herradura -susurró mientras le besaba el ombligo-. He querido hacer esto desde hace mucho tiempo.
-Tendrías que habérmelo pedido antes. Te habría dejado hacerlo. -Peter enredó sus dedos entre el pelo de Lali, apartándolos de su cara-. La próxima vez no tendrás que pedírmelo.
Ella sonrió, y lo habría mordido de no haber sido porque su carne estaba tensa como la piel de un tambor. Le desabrochó el pantalón y lo hizo descender por sus caderas y sus muslos. Él estaba de pie frente a ella la herradura negra desaparecía bajo su calzoncillo blanco. Una impresionante erección llenaba aquella prenda de algodón, y ella la besó por encima de la tela. Entonces bajó el calzoncillo. Liberado, el pene apuntó hacia ella, y Lali descubrió que el resto de la herradura desaparecía bajo el vello pubiano para alcanzar la base de aquél. Había un tatuaje en forma de cinta justo por encima del oscuro vello, uniendo ambos lados de la herradura. SUERTE, escrito con gruesas letras negras, era lo que podía leerse en la cinta.
Ella se echó a reír y besó la aterciopelada punta de su pene.
-¿No vas a pedirme que lo haga?
-¡No! -gimió él.
Continuará...
