Eso es diferente.
-¿En qué sentido?
Capítulo 62:
No estaba enamorada de Felipe. Mirar a Felipe no la hacía sentir como si tiraran de ella en diferentes direcciones. Y, por otra parte, si negaba tener una relación con Felipe Villanueva, todos le creerían, al contrario de lo que ocurriría si tuviese que negar una relación con Peter.
-No tiene la mala reputación que tienes tú.
Y una vez que apareciera el número de marzo de la revista ELLOS, su reputación empeoraría.
Peter la miró como si no pudiera creer lo que acababa de decir.
-O sea, si pateara para el otro bando, ¿podrían verte conmigo?
-Por Dios santo. Felipe no es gay.
-Te equivocas, linda.
Linda. Lali se preguntó a cuántas mujeres en diferentes partes del país habría llamado linda. Se preguntó cuántas de esas mujeres habrían perdido la cabeza por él pensando que eran diferentes de las demás. Y se preguntó también cuántas habrían sido lo bastante tontas para enamorarse de Peter.
«Déjalo.» Cuando levantó la vista y la posó en el arco de sus labios y en el verde de sus ojos y sus largas pestañas, «déjalo» sonó como si ella tuviese el control. Como si tuviese opciones. Pero no las tenía y no las había tenido, o no habría «dejado» que pasara. Con el corazón latiéndole con fuerza, deseosa de echarle los brazos alrededor del cuello y no dejarlo escapar jamás, se forzó a decir:
-Lo de anoche fue un error. No podemos permitir que vuelva a ocurrir.
-De acuerdo.
«¡De acuerdo!» A ella se le estaba rompiendo el corazón y él se limitaba a decir «de acuerdo». No sabía si pegarle un puñetazo a la altura del tatuaje o salir corriendo antes de ponerse a llorar. Mientras se decidía, él abrió la puerta que había a su espalda, le cogió la mano y la metió en el cuarto de la limpieza. Cerró la puerta y encendió la luz.
-¿Qué estás haciendo, Peter?
-Cumplir con esa mala reputación de la que hablabas.
Ella alzó el maletín entre los dos.
-Para.
Él sonrió, y no supo si se debía al olor de los productos de limpieza o al olor de Peter, pero sintió que se le iba un poco la cabeza.
-De acuerdo.
Estiró la mano y puso el cerrojo de la puerta. Ella miró el pomo de la puerta y luego lo miró a él.
-¡Peter! -No podía estar con ella cada vez que tuviera ganas. ¿O sí? ¡No!-. Creo que anoche te llevaste una impresión errónea de mí. Habitualmente yo no... Lo que quiero decir es que nunca me he acostado con un entrevistado.
Él colocó un dedo sobre los labios de Lali.
-Tu vida sexual no es asunto mío. No me interesa saber con quién lo has hecho ni las posturas que has practicado.
Su desinterés le dolió más de lo deseado.
-Pero yo quiero...
-Shhh -la interrumpió Peter-. Alguien podría oírte, y no quieres que te vean conmigo, ¿te acuerdas? -Colocó sus manos en la puerta, a ambos lados de la cabeza de Lali, y se inclinó sobre ella, forzándola a retroceder. Su maletín era lo único que separaba sus cuerpos-. No he dejado de pensar en ti desde que me levanté esta mañana.
Lali temía preguntarle en qué había estado pensando concretamente.
-Tengo que irme -dijo, consciente de que si se volteaba y abría el cerrojo él dejaría que se fuera. Y no podía hacerlo-. Debo escribir mi crónica.
-Unos pocos minutos no te afectan en nada.
El olor de su colonia se mezclaba con el de los productos de limpieza, y no logró inventar una razón por la cual no pudiera quedarse unos pocos minutos. Él le rodeó la cintura con un brazo y acercó su cara a la suya. Su voz era áspera cuando dijo:
-Hagas lo que hagas, mantén el maletín frente a tus pechos.
Entonces la besó. Sus labios eran tibios, su boca caliente y, como todo en él, sexy y provocativo. Su beso empezó agresivo, pero después se dedicó a buscar su lengua con dulzura. En un segundo, la conciencia recorrió la piel de Lali hasta instalarse en la boca del estómago. «Sólo unos pocos minutos más.» Él le acarició la mejilla hasta llegar a la garganta. Apartó el cuello de la blusa y, con cuidado, le lamió la piel.
-Qué suave eres -susurró mientras se dirigía hacia su oreja-. Por dentro y por fuera.
Al otro lado de la puerta se oyeron risas de hombres. Peter la miró. Su voz y su respiración se hicieron más graves cuando dijo:
-¿Sigues apretando el maletín, chiquita? -Ella asintió con la cabeza y apretó con más fuerza.- Bien. No lo sueltes, y no me hagas caso si te digo que lo hagas -le advirtió-. Si no acabarás tumbada en el suelo conmigo encima.
Lali sabía que podía cuestionarse su comportamiento. Besar a Peter Lanzani en el cuarto de la limpieza de la cancha había sido una completa estupidez, pero una burbuja de felicidad había hecho brincar su corazón y le había provocado ganas de reír. Peter la deseaba. Podía apreciarlo en el modo en que la miraba, en el timbre de deseo que evidenciaba su voz. Tal vez no la amaba, pero quería estar con ella.
Peter retrocedió unos pasos.
-Ésta no ha sido una de mis mejores ideas -dijo.
Llegó más ruido del túnel.
-Creo que deberíamos quedarnos aquí un rato -añadió. Cogió un cubo grande de plástico y le dio la vuelta para que ella pudiese sentarse-. Lo siento.
Sabía que Lali también debía excusarse. Tenía una hora para entregar la crónica. Estaba encerrada en un cuartucho con Peter, y si los descubrían, las repercusiones serían malas para los dos. Aunque no se sentía arrepentida.
Se sentó encima del cubo y miró a Peter. Él le devolvió la mirada con los ojos entornados. Lali observó su corbata granate, la correa negro, el cierre de sus pantalones. Tenía una enorme erección. Recordó con toda claridad cómo era cuando estaba desnudo. Su cuerpo fuerte, su masculinidad, y su irresistible tatuaje. De repente, ya no tuvo tan claro que una repetición de lo que había pasado la noche anterior fuera un mal plan. No en ese momento, sin embargo, decidió mientras dejaba el maletín a un lado.
-¿Cómo está tu hermana? -preguntó Lali, cambiando de tema-. El peinado de ayer le gustaba, pero siempre es diferente al día siguiente.
-¿Cómo? -Peter clavó su mirada en los ojos de Lali
Continuará...