capítulo 19

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¿Cómo?

Capítulo 19:

–Podría decir a los chicos que no estás aquí para escribir sobre el tamaño de sus atributos o sus manías sexuales –dijo, lo que la llevó a pensar de inmediato en cuál de ellos tendría manías sexuales. Tal vez Agustín–. Podría darles mi palabra de que no te acostaste con el señor Bowers para conseguir el trabajo.

Lali se llevó una mano a la boca, con expresión de horror. Había imaginado que algunos malpensados en la sala de prensa daban por sentado que ella había intercambiado favores sexuales con Leonardo Castro, pues, después de todo, era el editor general y ella era simplemente la mujer que escribía aquella estúpida columna para solteronas. Ella no era una auténtica periodista. Sin embargo, nunca habría imaginado que alguien pudiera suponer que se había acostado con Carlos Bowers. ¡Si aquel hombre podía ser su abuelo! De acuerdo, Bowers era un viejo verde y hubo un momento en su vida en que el nivel de exigencia de Lali estaba por los suelos, lo que la había llevado a relacionarse con tipos de los que le gustaría olvidarse para siempre, pero nunca, por nada del mundo, se habría ido a la cama con alguien cuarenta años mayor que ella.

Felipe se echó a reír y cortó un trozo de su lomo.

–Por tu cara de asombro me imagino que esos chismorreos no son ciertos.

–Obvio que no. –Lali cogió su copa de martini y la vació de un trago. El vodka y el triple seco le calentaron el esófago camino al estómago.

–Ni siquiera había visto en persona al señor Bowers hasta el primer día en el vestuario.

La injusticia de aquellos comentarios había dejado algo raro en Lali. Hizo seña al camarero de que le llevara otro martini. Por lo general le molestaba pronunciar frases como «no es justo». Creía que la vida en sí no era justa, y que llorar por ello sólo hacía que las cosas empeoraran. Pero aquél era un caso de injusticia evidente y no podía hacer nada al respecto. Si lo negaba, dudaba que alguien la fuera a creer.

–Si escribes sobre mí en tu columna, hazme quedar bien –dijo Felipe–. Yo haré que las cosas sean más fáciles para ti.

Lali cogió el tenedor y se llevó a la boca un poco de arroz.

–¿Qué pasa contigo, tienes problemas para salir con chicas?

Lo había dicho en broma, pero al ver que a Felipe se le encendían las mejillas, supo que había dado en el clavo.

–En la primera cita, las mujeres creen que soy un demente.

–Yo no he pensado eso –mintió Lali temiendo que le creciera la nariz.

Él sonrió, lo que hacía que el riesgo aumentara.

–Nunca me dan una segunda oportunidad –dijo.

–Bueno, tal vez si no hablaras de la MENSA y de tus títulos universitarios, tendrías mejor suerte.

–¿Tú crees?

–Sí. –Había comido la mitad del salmón cuando llegó la segunda copa.

–Tal vez podrías darme algunos consejos.

Sí claro, como si ella fuera una experta.

–Tal vez.

Felipe posó en ella una mirada cargada de astucia.

–Podría hacerte las cosas más fáciles–dijo de nuevo.

–Estoy recibiendo llamadas molestas. Asegúrate de que se acaben.

–Veré qué puedo hacer al respecto –dijo Felipe, sin mostrarse sorprendido.

–Sí, porque son desagradables.

–Míralo como una especie de bienvenida.

Vaya vaya.

–Encontré un ratón muerto frente a la puerta de mi habitación anoche.

Él bebió un trago de cerveza.

–Tal vez llegó allí solo.

Por supuesto.

–Quiero una entrevista con Peter Lanzani.

–No eres la única. Peter es un tipo muy reservado.

–Pídeselo.

–No soy la persona más adecuada para hacerlo. No le caigo nada bien.

Lali cogió el limón y se lo llevó a los labios. A Peter tampoco le caía bien ella.

–¿Por qué?

–Sabe que critiqué su fichaje. Fui muy franco al respecto.

Eso era toda una sorpresa.

–¿Por qué?

–Bueno, es una historia antigua, pero se lesionó jugando para Belgrano. Yo no creía que un jugador de su edad pudiera recuperarse plenamente de dos difíciles operaciones de rodilla. Lanzani fue muy bueno, quizás uno de los mejores, pero once millones de dólares al año es una apuesta demasiado fuerte por un hombre de treinta y dos años que tiene las rodillas lesionadas. Habíamos fichado a un jugador, un hooker corpulento, y a un par de wings. No estaba seguro de que Lanzani fuese lo que necesitábamos.

–Está jugando una buena temporada –señaló.

–Hasta ahora. ¿Qué pasaría si se lesionase? Un equipo no puede depender de un solo jugador.

Lali no sabía mucho de rugby, y se preguntó si Felipe estaba en lo cierto. ¿Era posible que hubiesen montado el equipo alrededor de un fullback de primera? ¿Acaso Peter, que parecía tan frío y calmado, sentía la tremenda presión de cumplir con las expectativas que se habían depositado en él?

Continuará…

MAS QUE UN JUEGO-LALITERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora