-O sea, que te gusta.Capítulo 31:
Lali bajó el vaso y miró a Candela. ¿Le gustaba? ¿Le gustaba Peter? ¿El tipo que había hecho que la despidieran? La rabia que sentía hacia Peter y el dolor que le provocaba superaban la furia que sentía contra todos los otros jugadores juntos. Cuando recapacitaba en ello se decía que con toda probabilidad no estaba siendo racional, pues no lo conocía y él no la conocía a ella. Lo único que pasaba es que ella creía que habían ido trazando una posible amistad y, a decir verdad, tenía que admitir que también se había ido encaprichando ligeramente con él. No, «encaprichando» era una palabra demasiado fuerte. «Interesando» describiría mejor sus sentimientos.
-No me gusta -dijo-, pero tiene una carita tallada con un lunar muy sexy en el cachete
-Ajá.
-¿Qué pasa? He dicho que no me gusta.
-Ya sé que lo dijiste, pero siempre te han vuelto loca los carilindos.
-¿Desde cuándo?
-Desde Franco en «Floricienta».
-¿La novela?
-Sí, te encantaba Franco porque tenía linda cara. No te importaba que fuera un mujeriego
-No, me gustaba Nico. No Franco. -Lali se echó a reír-. Y ese mismo año, tú perdías los estribos por Brad Pitt. ¿Cuántas veces vimos sus películas?
-Por lo menos veinte. -Candela bebió un sorbo de vino-. Ya por aquel entonces te atraían los feítos.
-Yo lo denomino tener expectativas realistas.
-Es más bien como venderte como en liquidación porque padeces el típico complejo de abandono.
-¿Estás borracha?
Candela negó con la cabeza.
-No, leí sobre este tema en una revista mientras esperaba en la consulta de mi ginecólogo la semana pasada. Como tu madre murió, tienes miedo de que todo aquel al que ames te abandone.
-Lo que te demuestra que se escriben un montón de tonterías en las revistas. -Y ella debería saberlo-. Hace una semana me dijiste que tenía un complejo con lo de dejar las relaciones porque tenía miedo de quedarme colgada. Haz memoria.
Candela se encogió de hombros.
-Obviamente, se trata del mismo complejo.
-Claro.
Se quedaron contemplando el fuego de la chimenea durante unos cuantos minutos más. Finalmente, Candela decidió hablar:
-Salgamos.
-Es jueves.
-Lo sé, pero ninguna de las dos trabaja mañana.
Tal vez pasar la noche destrozándose los oídos escuchando a una banda de rock fuera justo lo que Lali necesitaba para quitarse de la cabeza el partido de rugby que debería haber estado presenciando. Si salían del departamento, ella podría evitar encender el televisor. Bajó la vista para observar su viejo polo verde y su pantalón. Necesitaba nuevo material para su columna «Soltera en la ciudad».
-De acuerdo, pero no voy a cambiarme de ropa.
Candela, que esa noche llevaba un polo Tommy Hilfiger con una bandera estadounidense en la pechera y un jean muy ceñido, miró a Lali, puso los ojos en blanco y dijo:
-Al menos ponte los lentes de contacto.
-¿Porqué?
-Bueno, no quería decirte nada porque te quiero y todo eso, y porque siempre te estoy diciendo cómo deberías vestirte y no me gustaría hacerte sentir mal, pero los de la óptica Eye Care te mintieron.
