capítulo 73

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Peter se detuvo y miró a sus compañeros.

-Por Dios -dijo-. No puedo ser yo. -Pero tenía el mal presentimiento de que sí lo era.

Capítulo 73:

Me incliné hacia delante. La parte de atrás de mi vestido se alzó mostrando mis largas y torneadas piernas, tan cercanas a la idea del paraíso. Lo miré de reojo y sonreí. Su mirada se había clavado en mi escote, e intenté sentirme culpable por lo que iba a hacer con él. Pero la culpa y yo dejamos de relacionarnos hace ya unos veinte años, y todo lo que sentía era el palpitar que crecía en mi pecho y entre mis piernas.

-¿Y a ti? ¿Te gusta mirar?

-Soy más bien de los que actúan. -Se acercó a mí y me apartó un mechón de la cara-. Me parece más interesante.

-Me gustan los tipos activos. De hecho me gusta hacerlo en un montón de posturas diferentes. -Lamí mis rojos labios-. ¿Te interesa?

Sus ojos verdes tenían un brillo cautivador cuando posó su mano en mi espalda y me acarició con los dedos, haciendo que mi piel ardiera.

-¿Cómo te llamas?

-Bomboncito de Miel.

-Me gusta -dijo mientras se colocaba detrás de mí. Deslizó las manos por mi vientre y me susurró al oído-: ¿Te gustan las experiencias diferentes, Bomboncito de Miel?

Me eché hacia atrás y presioné mi trasero contra lo que parecía un buen palo de veinte centímetros. Con sus talentosas manos me acarició los pechos a través de la tela del vestido y consiguió que me excitara.

Cerré los ojos y arqueé la espalda. Él no lo sabía, pero estaba perdido.

-El último hombre con el que estuve no logró recuperarse. De eso hacía un par de días, y Lucas seguía en coma después de dejarlo tirado en el ascensor de servicio del hotel.

-¿Qué le hiciste?

-Le saqué todo el jugo del cuerpo...

Mis pezones se endurecieron contra las cálidas palmas de sus manos, y me puse como una moto. Nadie iba a impedir que hiciera lo que iba a hacer con aquel hombre jugador de rugby y su poderoso palo.

-Me estás volviendo loco con esos labios rojos y tu pequeño vestido. -Me mordió en el cuello, y susurró en mi oído-: ¿Tienes frío o estás excitada?

-¿Qué demonios es esto? -dijo Peter, perplejo.

Estaba verdaderamente caliente.

-Haces que me den ganas de chuparte, más que de besarte.

-¿El qué? -le pregunté cogiendo su mano y llevándola a mi entrepierna-. ¿Esto?

Hice que me acariciara por encima del vestido y de mi tanga roja de encaje.

Conmocionado, Peter dejó la revista y se echó hacia atrás en la silla. Sintió como si un puño hubiese impactado contra su cabeza a toda velocidad. No podía creer lo que acababa de leer. Era completamente imposible. Estaba imaginando cosas que, en realidad, no existían.

-¿Conoces a Bomboncito de Miel? -preguntó Rojas.

-No -respondió Peter, pero había algo familiar en ella.

-Ahora eres famoso -bromeó el capitán del equipo-. Sigue leyendo. Bomboncito de Miel te ha dejado en estado de coma.

El resto de los chicos rieron, pero Peter no le veía la gracia. No, lo encontraba molesto.

-¿Por qué te habrá elegido a ti? -quiso saber Agustín-. Te habrá visto jugar y habrá querido echarle un vistazo de cerca a tu cuerpo y más.

Peter sintió que la rabia crecía en su pecho, pero se contuvo y dijo:

-Puedo garantizarles que no ha visto nada.

La rabia sólo lo haría sentir peor. Lo sabía por experiencia propia. Necesitaba aclarar sus pensamientos. Se sentía como si estuviera observando uno de esos rompecabezas que forman una enorme fotografía -una imagen su vida-, pero en el que todas las piezas estuvieran mezcladas. Si lograba ponerlas en orden, todo volvería a adquirir claridad.

-Creo que me gustaría que Bomboncito de Miel me dejara en estado de coma -dijo alguien

-No es real -comentó Battezzati.

-Tiene que ser real -argumentó Agustín-. Alguien escribe esas historias.

La conversación pasó rápidamente a centrarse en las conjeturas acerca de dónde podía haber visto Bomboncito de Miel a Peter. Todos coincidieron en que debía de vivir en Buenos Aires, pero no se ponían de acuerdo respecto a su sexo. Se preguntaban si Bomboncito de Miel habría conocido ya a Peter, y si en realidad se trataría de un hombre. El consenso general dictaba que si no era un hombre, pensaba como si lo fuese.

A Peter le importaba poco y nada si Bomboncito de Miel era en realidad un hombre o una mujer. Se había pasado los dos últimos años intentando librarse de esa clase de habladurías, y ahí estaba de nuevo, avivando el fuego que él había tratado de extinguir. Sólo que en esta ocasión era peor que antes.

-Es una invención -dijo alguien. Pero a Peter no le parecía. Le resultaba tan familiar que se le erizó el vello de la nuca. El vestido rojo. La parte en que hablaba de los pezones erectos. Lo de tener frío o estar excitada. La ropa interior roja. La referencia al chupar más que besar.

Una de las piezas del rompecabezas se colocó en su lugar. Tenía que ser Lali. Alguien los había estado espiando, pero no parecía posible. «Haces, que me den ganas de chuparte, más que de besarte...» Peter recordaba haber pronunciado esas palabras, u otras muy parecidas, cuando tocó su suave piel. La noche que llevaba el vestido rojo, quería dejarle una marca, un chupetón. ¿Acaso los habían seguido? Movió unas cuantas piezas más del rompecabezas, pero seguía sin aparecer la imagen.

-Chicos. ¿Qué están haciendo?

Peter alzó la vista de las páginas de la revista y se fijó en los ojos de Lali. Tenía que decírselo. Iba a subirse por las paredes.

-Hola Tiburoncito -dijeron los muchachos.

Lali vio a Peter y sonrió. Después reparó en la revista y su sonrisa se congeló.

-¿Has oído hablar de «La vida de Bomboncito de Miel»? -le preguntó Vico.

Lali fijó los ojos en Peter.

-Sí...

-Bomboncito de Miel ha escrito sobre Peter.

Lali palideció.

-¿Están seguros?

-Absolutamente.

-Lo siento, Peter.

Peter se puso de pie. Ella entendía qué significaba eso para él. Entendía lo que sus compañeros no podían entender. Una vez que se había escrito aquello acerca de él, citarían la historia de Bomboncito de Miel y la usarían como excusa para diseccionar su vida privada. Para escarbar en asuntos que ni les iban ni les venían. Caminó hasta ella y le miró a los ojos.

-¿Te encuentras bien?

Ella asintió y después sacudió la cabeza.

Sin pensarlo siquiera, Peter la cogió del brazo y salieron del bar. Cruzaron el vestíbulo y subieron en el ascensor.

-Lo lamento, Peter -dijo casi en un susurro.

Continuará...

MAS QUE UN JUEGO-LALITERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora