-Allí estaré -respondió ella cuando pasó por su lado-. No quieres que viaje con el equipo, ¿no? ¿Es por qué soy una mujer?
Capítulo 5:
Él se detuvo, y se volteó para así poderla mirar a la cara. La molesta brisa hacía aletear las solapas del impermeable de Lali, y también hizo que varios mechones de su cola de caballo se soltaran para ir a parar a sus rosadas mejillas. Tras un análisis más detallado, podía comprobarse que eso no mejoraba mucho su aspecto.
-No. No me gustan los periodistas -contestó.
-Eso lo puedo entender, supongo, teniendo en cuenta tu historia.
Sin duda, había leído sobre él.
-¿Qué historia?
Se preguntó si habría leído aquel maldito libro, Los chicos malos del rugby, en el que le habían dedicado cinco capítulos, con fotografías y todo. Más o menos la mitad de lo que el autor afirmaba allí eran puros chismes o simples inventos. Y el único motivo por el cual Peter no lo había denunciado era que no quería atraer la atención de los medios.
-Tú historia con la prensa. -Lali bebió un sorbo de café y se encogió de hombros-. El omnipresente seguimiento de tus problemas con las drogas y las mujeres.
Efectivamente, lo había leído. ¿Y quién demonios utilizaba palabras como «omnipresente»? Sólo los periodistas.
-Para tu información, te diré que nunca he tenido problemas con las mujeres. Omnipresentes ni de cualquier otro tipo. Deberías informarte mejor en lugar de creer todo lo que lees.
Al menos, respecto a cuestiones delictivas. Y su adicción a los tranquilizantes era cosa del pasado. Donde él quería que quedara para siempre.
Peter recorrió con la mirada el cabello recogido de Lali, la perfecta piel de su rostro, y descendió hacia el resto de su cuerpo, cubierto en aquel horroroso impermeable. Tal vez si hubiera llevado el pelo suelto no le habría parecido tan estirada.
-He leído algunas de tus columnas del periódico -dijo alzando la vista hacia sus ojos-. Tú eres la soltera que se queja de la falta de compromiso y que no logra encontrar a un hombre de verdad. -Ella frunció ligeramente el entrecejo y endureció la mirada.- Viéndote, puedo entender tus problemas -remató él sin mover un solo músculo.
Bien. Quizás así ella se mantuviese a distancia.
-¿Ya no tomas nada, estás limpio? -preguntó Lali.
Peter supuso que, si no contestaba, ella imaginaría ciertas cosas. Siempre era así.
-Totalmente -respondió.
-¿En serio? -Lali alzó las cejas, que formaron unos arcos perfectos, dándole a entender que ponía en duda sus palabras.
Él dio un paso hacia ella.
-¿Quieres ver cómo me le doy más sabor a tu café? -preguntó con la mirada encendida, enojado, frente a aquella mujer que seguramente no había hecho el amor en cinco años.
-No, gracias, me gusta el café solo.
De no haberse tratado de una periodista, Peter se habría detenido a apreciar por unos segundos la sutileza de su réplica, pero había sonado como una provocación, le gustara o no admitirlo.
-Si cambias de opinión, házmelo saber -masculló Peter-. Y no creas que el hecho de que Carlos Bowers te haya presentado a los chicos va a hacer que tu trabajo sea más fácil.
-¿Qué me quieres decir con eso?
-Quiero decir lo que a ti te dé la gana querer entender -respondió él mientras se alejaba.