capítulo 63

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-¿Cómo está tu hermana? -preguntó Lali, cambiando de tema-. El peinado de ayer le gustaba, pero siempre es diferente al día siguiente.

Capítulo 63:

-¿Cómo está tu hermana? -preguntó Lali, cambiando de tema-. El peinado de ayer le gustaba, pero siempre es diferente al día siguiente.

-¿Cómo? -Peter clavó su mirada en los ojos de Lali; no pudo entender el repentino cambio de sus pensamientos. Hacía tan sólo un segundo, la había visto contemplar su erección, y de pronto quería hablar de su hermana.

-La vi a la hora de la comida y estaba bien.

-El otro día hablamos un poco de su mamá.

Peter retrocedió un par de pasos y apoyó un hombro contra la puerta.

-¿Qué te dijo?

-No demasiado, pero tampoco tenía por qué hacerlo. Sé cómo se siente. Mi madre murió cuando yo tenía seis años.

No sabía que Lali fuese tan joven cuando había perdido a su madre, pero no lo sorprendió. Todo lo que sabía de ella era que trabajaba para el Buenos Aires Times, que se esforzaba en lo que hacía, que tenía la lengua muy rápida y los nervios de acero. Le gustaba su risa y también hablar con ella. Su piel era tan suave como parecía a simple vista. Todo su cuerpo. También sabía bien. En todos los rincones. Sabía que hacía el amor como los dioses, y todo lo que era capaz de pensar desde que se había levantado de la cama esa misma mañana era cómo volver a meterla en ella. En realidad, sabía de Lali más cosas de las que había sabido de muchas otras mujeres.

-Siento lo de tu madre.

-Gracias -dijo ella con una sonrisa triste.

Peter hizo resbalar su espalda por la puerta hasta sentarse en el suelo a los pies de Lali.

Sus rodillas casi se tocaban.

-Alelí está pasando una mala época, y no sé qué hacer al respecto -dijo, centrando a propósito sus pensamientos en su hermana y sus problemas-. No quiere ir a terapia.

-¿Se lo has propuesto?

-Sí, pero dejó de ir después de las dos primeras sesiones. Cambia de humor con extrema facilidad. Necesita una madre, pero, obviamente, yo no se la puedo proporcionar. Pensé que la mejor solución sería un internado, pero creyó que quería librarme de ella.

-¿Y tenía razón?

Peter se desabotonó el saco y apoyó las muñecas en las rodillas. Nunca hablaba de su vida personal con nadie, a menos que fuese de la familia, y se preguntó qué tenía Lali que lo llevaba a hablar con ella. Tal vez se debía, por alguna razón que no atinaba a comprender, a que confiaba en ella.

-No creo que haya querido librarme de mi hermana. Aunque tal vez sí. En cualquier caso, soy un tarado.

-Yo no te juzgo, Peter.

Él la miró a los ojos y le creyó.

-Quiero que sea feliz, pero no lo es.

-No, no lo es, y no lo será durante un tiempo. Estoy segura de que tiene miedo. -Lali inclinó la cabeza y su pelo cayó sobre su cara-. ¿Dónde está el papá de Alelí?

-Nuestro padre murió hará unos diez años. Por aquel entonces yo vivía aquí en Buenos Aires con mi mamá. La mamá de ella y mi papá vivían en Ushuaia.

-O sea que también sabes lo que es perder a uno de tus padres.

-En realidad, no. -Su mano resbaló de la rodilla y, con la punta de los dedos, recorrió sus pantalones-. Veía a mi padre una vez al año.

-Sí, pero debes de seguir preguntándote cómo sería tu vida si él aún viviese.

-No. Mis entrenadores de rugby hicieron más de padres para mí que mi propio padre. La madre de Alelí era su cuarta esposa.

-¿Tiene hermanos?

-Yo. -Peter alzó la vista-. Soy todo lo que tiene, y me temo que no es suficiente.

La luz del techo caía sobre el pelo de Lali, en cuyos labios se instaló de nuevo una sonrisa triste. Peter odiaba verse de ese modo, por lo que barajó la posibilidad de agarrar a Lali del cuello y besarla. Pero besarla habría llevado a otras cosas, y esas otras cosas no iban a tener lugar en el cuarto de la limpieza, con sus compañeros de equipo al otro lado de la puerta.

-Yo, al menos, sigo teniendo a mi padre -dijo Lali-. Me vistió como a un chico hasta que cumplí trece años, y no tenía sentido del humor. Pero me quiere y siempre estuvo a mi lado.

¿La vestía como a un chico? Eso explicaba la ropa y los zapatos que usaba.

Lali se humedeció los labios con la lengua.

-Bueno, nada podrá reemplazar nunca a su madre. Eso te lo aseguro. Sigo extrañando a la mía, y me pregunto cómo habría sido mi vida si ella estuviera conmigo. Pero con el tiempo dejas de pensar en ello cada minuto del día. Y te equivocas al creer que no eres suficiente para ella. Si quieres serlo, lo serás.

Continuará...

MAS QUE UN JUEGO-LALITERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora