capítulo 49

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¿Y qué? ¿No te dijeron que no me molestaras antes de los partidos?

Capítulo 49:

De acuerdo. Al parecer no se había librado de todos sus sentimientos. Obviamente, estaba enojado. Bien. Enojado era mejor que indiferente.

-Sí. Y también me dijiste que tampoco te molestara después de los partidos.

-Entonces, ¿por qué sigues aquí?

-Tengo todo preparado para tu entrevista.

-Peor para ti.

Era el momento de mostrarse dura con él.

-Hicimos un trato, Lanzani. Si no lo cumples, no volveré a llamarte pedazo de tonto nunca más. -Se puso en pie y la miró inclinando la cabeza hacia abajo.

-Está bien. Mañana, cuando vuelvas a casa de acompañar a Alelí al shopping, trae el cuestionario.

Ella sonrió.

-Estupendo.

Lali se marchó antes de que Peter cambiara de opinión. Cuando regresó a la cabina de prensa, Felipe y Candela parecían enfrascados en una profunda charla sobre el traje que llevaba él.

Se dirigió a su asiento y retiró el maletín. Hurgó en su interior y sacó la agenda y un taco de notas adhesivas. «Entrevista a Peter», escribió en una de ellas y la pegó a la página correspondiente al día siguiente. Como si fuera a olvidarlo.

Durante el segundo periodo, Candela se inclinó hacia ella y le susurró al oído:

-Nunca había visto tanta testosterona junta.

Lali sonrió.

Alumni perdió contra DAOM en los últimos cuatro segundos del partido, cuando uno de los jugadores contrarios lanzó. Peter se puso de rodillas, pero no pudo evitar la anotación. Volteó la cabeza y pateó contra los palos justo en el mismo momento que sonaba la bocina.

Cuando Lali volvió a entrar en el vestuario, mantuvo la cabeza alta y se acercó a Pablo y su nariz rota. No sabía decir qué era peor, si mirarle por encima de los hombros o por debajo de la cintura.

Mientras interrogaba a Pablo sobre su lesión, dio una mirada cautelosa a unos cuantos casilleros de distancia. Peter le daba la espalda mientras se quitaba las protecciones hasta quedar completamente desnudo de cintura para arriba. Bajó la mirada por su espalda hasta llegar a su trasero. Él se volteó y a ella se le hizo un nudo en la garganta. Por encima de sus calzoncillos apareció, como si de una invitación al pecado se tratara, el tatuaje de la herradura. No le cupo la menor duda de que estaba muerta por él. Fuera como fuese, aquel hombre era un bombón. Recordó cómo había perdido la cabeza cuando él la tocó. No había estado con nadie desde Héctor, al cual había despachado haría cosa de un año.

-... Son cosas del juego -acabó Pablo, y ella se alegró de haber grabado su respuesta porque no había oído una sola palabra de lo que había dicho.

-Gracias, Poli.

Tal vez fuese el momento de encontrar pareja. Alguien que le ayudara a quitarse de la cabeza a Peter y su tatuaje.

A la mañana siguiente, una niebla grisácea pendía sobre Buenos Aires cuando Lali pasó a recoger a Candela y condujo hasta el departamento de Peter. Debido a la entrevista que tenía que hacerle horas más tarde a Peter, Lali se había puesto unos pantalones grises y una blusa blanca. Candela llevaba unos pantalones de color rosa y un body rojo y rosa. Parecía estar preparada para acudir a la audición de un programa infantil con treinta y cinco años de retraso. En cualquier otra persona, aquel vestuario habría parecido totalmente inadecuado, pero a Candela, de algún modo, le sentaba bien.

Recogieron a Alelí en la puerta del edificio de Peter, justo a tiempo para llegar a la peluquería a la hora indicada. Vonda le cortó el pelo a la altura de la mandíbula y la peinó. El corte era juvenil y vistoso, y hacía que Alelí pareciera cuatro años mayor.

Después de eso, pasaron por el shopping, donde Alelí compró un cinturón con tachuelas plateadas y una blusa. Candela se compró un nuevo aro para el ombligo y un esmalte de uñas color fresa. Lali compró una que otra cosa. Hablaron de chicos y música y de las actrices de Hollywood que estaban empezando a despuntar. En cada ocasión Alelí pagó con la tarjeta de crédito de Peter.

En la tienda de MAC, la artista del maquillaje aplicó los cosméticos necesarios para destacar los grandes ojos de Alelí y realzar su suave cutis. Alelí escogió un color de pintalabios rojo intenso que le quedaba realmente bien, pero que le añadió otro año. Lali no pudo evitar preguntarse qué pensaría Peter de que su hermana pareciera mayor de lo que era. No tardaría en descubrirlo.

En lo que a ropa se refería, Alelí aceptó los consejos de Candela sin rechistar. Candela sabía conducir a la gente, evitándole pasos en falso, de un modo en que no se sentían conducidos, de ese modo no les molestaba que Candela fuera alta y hermosa y vistiera como una supermodelo.

-Son pequeños para ti -le indicó a Alelí cuando ésta escogió un jean-. Los modistos diseñan la ropa para chicas muy delgadas o muchachitos -dijo-. Gracias a Dios, no tienes aspecto de chico. -Añadió, pasándole uno más grande.

Felipe Villanueva apareció en el departamento de calzado mientras Alelí se estaba probando unas sandalias con un taco de ocho centímetros.

-Le dije a Felipe que le ayudaría a escoger un par de camisas -dijo Candela, y si Lali no la hubiera conocido como la conocía, habría jurado que a su amiga se le habían subido un poco los colores. Pero eso era imposible, porque los cándidos de MENSA no eran el tipo de Candela. A ésta le gustaban altos, morenos y sin fundas de plástico para bolígrafos en el bolsillo de la camisa.

Candela le señaló a Alelí unas botas negras con unas grandes hebillas plateadas a los lados.

-Te quedarían geniales con la falda de camuflaje y el cinturón que te has comprado.

Lali, por su parte, pensó que las botas eran horrorosas, pero Alelí exclamó, encantada:

-¡Bravazas!

Lali entendió aquello como algo positivo. De nuevo, se sintió vieja al oír hablar a una adolescente. Para contrarrestar esa sensación, se probó unas sandalias con un tacón de cinco centímetros.

Se sentó junto a Felipe para probárselas.

-¿Qué te parecen? -le preguntó levantándose el doblez del pantalón y observando las sandalias desde diferentes ángulos.

-Parecen zapatos de espantapájaros.

Le echó un vistazo a Felipe, vestido con su camisa favorita de seda con calaveras estampadas y su pantalón de cuero, y se preguntó de dónde habían salido esas palabras.

Se inclinó hacia ella y le dijo al oído.

-Necesito que le hables bien de mí a Candela.

-Ni lo sueñes. Me has ofendido con lo de las sandalias.

-Si me consigues una cita con ella, te las compraré.

-¿Quieres que haga de alcahueta?

-¿Te genera algún problema?

Continuará...

MAS QUE UN JUEGO-LALITERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora