-¿Y eso a ti qué te importa?
Capítulo 40:
-Lali y yo somos amigos.
-¿No fuiste tú el que me pidió que hablara con ella para que aceptara el trabajo de nuevo?
-Eso eran cosas de negocios. Si te involucras con ella, podrías hacerla perder el trabajo. De forma definitiva. Me enojaría mucho que le hicieras daño.
-¿Me estás amenazando?
Peter miró de frente el pálido rostro de Felipe y casi llegó a sentir respeto por él.
-Sí.
Peter sonrió. Tal vez Felipe no fuera el tarado que él siempre había creído que era. El trío empezó a tocar y Peter se alejó de allí. La música y el parloteo general eran casi ensordecedores, y él se dirigió hacia el hombre del momento, Manuel Terradas. Santiago Sanz estaba a su lado y hablaban de rugby, debatiendo acerca de las posibilidades que tenían Alumni de ganar el campeonato ese año.
-Si las lesiones respetan al equipo, tendremos buenas opciones de llevarnos la Copa -predijo Manuel.
-Un buen lock tampoco nos iría mal -apuntó Santiago.
La conversación derivó hacia sus respectivas ocupaciones tras dejar el rugby, y Manuel sacó su billetera del bolsillo trasero de sus pantalones y la abrió.
-Éste es Daniel.
Peter no se molestó en decirle que ya había visto esa fotografía.
-°-
Lali se secó las manos con una toallita de papel y la arrojó a la papelera. Se miró en el espejo que había sobre el lavamanos y apenas logró reconocerse. No estaba segura de si eso era bueno o malo.
Abrió el pequeño bolso que le había prestado Candela y sacó el brillo de labios. Alelí se acercó a ella, y Lali la estudió mientras la muchacha se lavaba las manos. Peter y su hermana no se parecían en nada, excepto en que tenían el mismo color de pelo.
Minutos atrás, al ver a Peter acompañado de una jovencita, se había sentido confusa. Su primer pensamiento había sido que merecía que lo arrestaran, pero todavía la confundió más el que la presentara diciendo que era su hermana.
-No soy buena en esto -confesó Lali mientras se pintaba los labios. Antes de la fiesta, Candela le había aplicado una especie de lápiz de labio indeleble, por lo que Lali sólo tenía que darles brillo de vez en cuando. Pensó que lo había hecho bien, pero no tenía experiencia y no podía saberlo a ciencia cierta-. Dime la verdad. ¿Han quedado hechos un desastre?
-No.
-¿Seguro? -Lali tenía que admitir que el asunto tenía su gracia. No era algo que le provocara hacer todos los días, ni siquiera muy seguido.
-Seguro. -Alelí tiró la toallita de papel a la papelera-. Me gusta tu vestido.
-Lo compré en el Unicenter.
-¡Yo también!
Lali le pasó el brillo de labios.
-Una amiga me ayudó a escogerlo.
-Yo elegí el mío, pero Peter lo compró.
Siendo así, se preguntó por qué Peter permitió que su hermana se comprara un vestido tan pequeño. Lali no era una obsesa de la moda, pero no era difícil darse cuenta.
-Eso le toca. -Reflejado en el espejo vio que Alelí se estaba poniendo demasiado pintalabios-. ¿Vives en Buenos Aires?
-Sí, con Peter.