¿Estoy consiguiéndolo?
Capítulo 26:
-No -mintió ella y caminó hasta el lugar donde estaban los jugadores-. ¿Van a acabarse las cervezas o no?
Pablo le dio una palmadita en la cabeza.
-Por supuesto, Tiburoncito.
¿Tiburoncito? Bueno, se había ganado un apodo, y debía de ser mejor del que sin duda utilizaban cuando ella no estaba delante. Y le había dado una palmadita en la cabeza como si de un perro se tratara. «Voy progresando», pensó mientras miraba a Peter levantar la mano, lanzar el dardo y clavarlo en el centro mismo de la diana.
-A Peter le molesta más perder que a cualquier otra persona que conozca -le dijo Agustín.
-Tal vez no le ganes -le advirtió Victorio-. Tal vez le dé la vuelta al marcador.
-Olvídenlo, chicos. -Lali meneó la cabeza mientras Peter clavaba el segundo dardo fuera del área de puntuación y maldecía como todo un jugador de rugby. -No voy a dejar ganar a nadie.
-Perder tal vez le haga jugar como un perro rabioso mañana por la noche en el partido.
-Sí, acuérdense de cuando perdió por la mínima a los bolos y la noche siguiente se llevó por delante a Martín -les recordó Felipe.
-Ese fullback es muy rencoroso.
-Esa noche jugaron al estilo antiguo.
-Fuera cual fuese la razón, se irritaron en medio de la cancha y, colega, fue bonito de ver.
-¿Hace cuanto fue eso? -quiso saber Lali.
-El mes pasado.
El mes pasado, y todavía le quedaba más de media temporada por delante. Peter seguía ante la línea de lanzamiento, mirando la diana como si se tratara de la meta de todos sus deseos. Un retazo de luz cruzó la barata mayólica de color rojo e iluminó sus zapatos de piel y sus pantalones negros. Entonces, como si se dispusiera a lanzar un misil, clavó el dardo en el doble veinte consiguiendo un total de sesenta y cinco puntos. Con la cara de pocos amigos con que le entregó los dardos Lali comprendió que no estaba satisfecho con la diferencia de setenta y cinco puntos.
-Si obtuvieres diez puntos adicionales por lo profundo que clavas los dardos, aún tendrías posibilidades de ganar -dijo ella-. La próxima vez, pon algo más de suavidad y algo menos de músculo.
-La suavidad no va conmigo.
¡Cómo si ella no se hubiera dado cuenta! Se colocó en posición, y justo cuando estaba a punto de lanzar el dardo, Peter dijo a su espalda:
-¿Cómo puedes recogerte el pelo tan fuerte?
Los demás jugadores rieron como si Peter fuera un tipo realmente divertido.
Lali bajó el brazo y lo miró.
-Esto no es rugby -dijo-. No se intimida al contrincante en el juego de dardos.
-Hasta ahora -replicó él con una sonrisa.
Lali decidió que le daría una paliza. Mientras Peter continuaba burlándose de ella, sus tres tiros sumaron cincuenta puntos. Su tanteo más bajo por lejos.
-Vas ciento dieciséis puntos por detrás de mí.
-No por mucho tiempo -gruñó él. Se acercó a la línea y consiguió un doble y un simple de veinte.
Había llegado el momento de que ella lo molestara un poco.
-Oye, Lanzani. ¿Lo que tienes encima de los hombros es una calabaza o sólo tu vacua cabeza?
Él la miró.
-¿No se te ocurre nada mejor que decir?
Los otros jugadores de Alumni parecían muy impresionados. Felipe se acercó a ella y le susurró al oído:
-No lograste impresionarlo.
-¿Qué demonios significa «vacua»? -preguntó Agustín.
Felipe respondió por ella.
-Significa vacía o hueca.
-¿Por qué no dices simplemente eso, Tiburoncito?
-Sí. No puedes molestar a nadie usando palabras como ésa.
Lali frunció el entrecejo y se cruzó de brazos.
-A ustedes cualquier frase que no empiece con «mierda» les resulta incomprensible.
Peter lanzó su tercer dardo y anotó un total de ochenta puntos. Era el momento de dejar de hacer el tonto y jugar en serio. Lali caminó hasta la línea, alzó el brazo y esperó a que empezaran los comentarios. Pero Peter permaneció en silencio, sin intentar ponerla nerviosa. Consiguió hacer un triple veinte, pero cuando se disponía a concentrarse otra vez, Peter dijo:
-¿Alguna vez llevas ropa que no sea gris o negra?
-Por supuesto -respondió ella sin mirarlo.
-Tienes razón. -Entonces, justo cuando iba a lanzar, añadió-: Tu pijama de vaquitas es azul.
-¿Cómo sabes que tiene un pijama de vaquitas? -preguntó uno de los chicos.
Peter no respondió y ella lo miró. Allí estaba, rodeado por sus compañeros, con las manos en jarras y una sonrisa en sus labios.
-La otra noche salí de mi habitación para comprar un paquete de M&M's -explicó-. Pensé que ya estarían todos en la cama, así que salí en pijama. Peter me espió.
-Yo no estuve espiando a nadie.
-Sí, sí que lo hiciste. -Lali lanzó el dardo y consiguió un doble diez.
Peter esperó hasta el preciso momento en que ella se disponía a lanzar el tercer dardo, para decir:
-Y usa lentes de lesbiana.
Lali ni siquiera dio en la diana. Hacía años que no le ocurría algo así.
-¡No es cierto! -exclamó, y al instante se dio cuenta de que quizá se había mostrado demasiado vehemente.
Peter se echó a reír.
-Son unos lentes horribles, todos grandes y cuadrados de color negro, como los que llevan las chicas de hoy en día.
Los demás se reían a carcajadas.
-Lentes de lesbiana... -repitió Felipe, partiéndose el pecho de risa,
Lali desclavó los dardos de la diana.
-No lo son. Son perfectamente heterosexuales.
Dios del cielo, ¿qué acababa de decir? ¿Lentes heterosexuales? Aquellos tipos acabarían volviéndola loca. Respiró hondo para calmarse y le pasó los dardos a Peter. No permitiría que aquella pandilla de descerebrados la desconcentrara.
-No soy lesbiana -añadió-. Aunque no hay nada malo en serlo. Si lo fuera, lo sería con orgullo.
-Eso explicaría los zapatos -intervino Victorio.
Lali se miró los pies.
-¿Qué tienen de malo mis zapatos?
Continuará...