Ella sonrió y le dio un beso en el cuello. Ese algo venía a decir que él también la sentía en su interior. No era tan tonta como para decirse que se trataba de amor. Pero era algo. Se quedó con eso, porque, fuera lo que fuese, era muchísimo mejor que no tener nada en absoluto.
Capítulo 69:
La tarde siguiente, cuando Lali entró en los vestuarios, sus emociones seguían sumidas en el caos. Peter pasó la noche en su habitación, y desayunaron en la cama antes de que él se fuera a entrenar. Él la besó, le acarició el pelo y le dijo que se verían después. Pero ¿de verdad lo alegraría volver a verla?
-Hola, chicos -dijo mientras caminaba hacia el centro del vestuario.
-Hola, Tiburoncito.
Mientras los jugadores se ponían sus uniformes, ella pronunció deprisa su discurso mientras lanzaba miradas de reojo a Peter, que estaba conversando con el entrenador y parecía no haberse dado cuenta que estaba ahí presencia.
Le dio la mano a Rojas.
-Buena suerte con el partido, Asesino.
-Gracias. -Benajamín se dio un golpecito en la mandíbula y estudió la cara de Lali-. Hoy pareces diferente -añadió.
Se había puesto algo de rimel, también un poco de maquillaje para cubrir las ojeras, y se había pintado ligeramente los labios de color rosa. Esperaba que él se fijara en eso y no en como se había quedado embelesada.
-¿Y es para bien?
-Sí.
Agustín y Victorio se unieron al capitán y también la piropearon. Cuando fue hacia Peter, todos sus miedos y sus deseos amorosos se mezclaron formando un nudo en su estómago.
Peter estaba de pie frente a su casillero hablando todavía con el entrenador, y cuando ella se aproximó, la miró por un instante de reojo y volvió a fijar su atención en el entrenador, que en ese momento estaba diciéndole:
-El checo siempre dispara desde la parte alta. Si hace un try será desde ahí. -Pasó la página de su libreta-. Y Federico cortará en diagonal y lanzará desde cerca de la parte izquierda del in-goal.
-Gracias Mariano -dijo Peter, y se dirigió hacia Lali cuando el entrenador se alejó.
-¿Qué te han dicho Agustín y Victorio? -quiso saber.
-Me dijeron que esta noche parecía cambiada.
-¿Te han molestado?
-No. Pedazo de tonto.
Él miró alrededor y dijo:
-He estado pensando.
-Oh, oh.
Peter bajó la voz.
-He pensado que para darme suerte deberías besar mi tatuaje antes de cada partido.
Lali tosió para evitar soltar una carcajada.
-Creo que estoy empezando a sufrir acoso sexual.
Él esbozó una sonrisa maliciosa.
-Por supuesto. ¿Qué opinas? ¿Quieres besar mi tatuaje?
-Ni loca -respondió ella, y se fue antes de que alguien pudiera oír la conversación.
Llegó a la cabina de prensa y se sentó junto a Felipe. Este le dijo que estaba haciendo algunos progresos con ciertas gestiones que estaba llevando a cabo y le habló de un jugador que esperaba poder fichar antes de la fecha límite para los traspasos, el 19 de marzo, para la que faltaban cuatro semanas.
-Candela dice que saldrá conmigo cuando regresemos a Buenos Aires -añadió después de hablar de sus negocios.
-¿Adónde vas a llevarla?
-Al club, como me aconsejaste.
Ella observó su corbata con estampado de cerezas y demasiado corta y sonrió. Candela había decidido convertir a Felipe Villanueva en su siguiente proyecto de altos vuelos, y tenía el trabajo ideal para hacerlo. Lali sacó su bloc y tomó algunas notas, también anotó su cita en la agenda. En cuanto comenzó el partido, encendió su computadora.
Peter detuvo varios lanzamientos de forma espectacular. Cubrió los ángulos con brillantez, y Lali tuvo que hacer un esfuerzo para concentrarse en el juego en lugar de hacerlo en el fullback de Alumni.
Esa noche, en el avión en que viajaba el equipo, camino de Tierra del Fuego, ella escribió su crónica para el Buenos Aires Times. Durante el vuelo, sintió que Peter la miraba, y ella también lo miró un par de veces. Estaba apoyado contra la pared del avión, con las manos detrás de la cabeza, observándola trabajar. Se preguntó qué estaría pensando, y decidió que, probablemente, fuese mejor no saberlo.
Ella seguía sin saber qué era ese algo que había cambiado en su relación sexual la noche anterior. Se preguntaba si se lo había imaginado, pero cuando Peter fue a su habitación del hotel esa noche, la tomó de la mano y la llevó a su propia habitación, ella supo a ciencia cierta que iba a sentirlo de nuevo. Pasó unas cuantas horas en su cama intentando hacerse a la idea. No tuvo éxito esa noche, por lo que volvió a intentarlo en Misiones, en La Rioja y en San Luis. Cuando volvieron a estar juntos en Buenos Aires, ella ya estaba cansada de intentar descubrir en qué consistía ese algo y decidió que no volvería a analizar una y otra vez cada palabra y cada gesto. Iba a seguir adelante mientras durase.
Había intentado no enamorarse de Peter, y había perdido. Contrariamente a lo que dictaba el buen juicio, se estaba acostando con él. Y lo estaban pasando de maravilla. Sus sesiones sexuales ponían en peligro su trabajo, pero sabía que no podía evitarlo a pesar de las consecuencias que esto podría traer para su carrera o para su corazón. Estaba enamorada de él y no tenía otra alternativa. A lo largo de las siguientes semanas, su amor creció y se expandió hasta llenar su vida. En cuerpo y alma. Estaba demasiado atrapada para librarse de ese sentimiento.
Una mañana, poco después de su regreso de San Luis, llegó a casa con las bolsas de la ropa limpia y se encontró a Peter esperándola en la puerta. El jardín era del mismo color verde que sus ojos. Parecía llevar un cartel que avisaba: «Peligroso para tu salud.» Le dio un beso de bienvenida y la ayudó con las bolsas de la ropa. Después la llevó hasta su moto, que tenía estacionada en la vereda.
-Con esto nadie te verá la cara -le dijo pasándole un casco-. Así que no tendrás que preocuparte de mi mala reputación.
Continuará...