capítulo 47

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Definitivamente, tú. -Deslizó la mano hacia su nuca e inclinó la cabeza hasta posar los labios sobre los de Lali-. Contigo no he podido hacer lo que me daba la gana -añadió, y la besó, porque no parecía poder evitarlo.

Capítulo 47:

Los labios de Lali eran cálidos y dulces, y una oleada instantánea de deseo se instaló en su entrepierna. Sin otra cosa que la mano en su nuca, y su boca en la de ella, la lujuria le atravesó como un rayo.

Se apartó de ella con la intención de alejarse antes de hacer algo de lo que se arrepentiría, pero ella lo miró fijamente a los ojos y se humedeció los labios. En lugar de irse, la tomó por la cintura con uno de sus brazos y la atrajo hacia sí. Estaba acostumbrado a mujeres más altas, por lo que tuvo que ponerla de puntillas. Abrió la boca sobre la de Lali y la llenó con un húmedo y caliente beso. La apretó con más fuerza mientras las manos de Lali recorrían sus hombros y su cuello. La lengua de Peter se enroscó en la de ella mientras ella enredaba los dedos en su pelo. Se le puso el vello de punta. Ella ahogó un gemido de deseo, frustración y ansia como el que lo había excitado en el departamento de ella y lo había llevado a plantearse la posibilidad de hacerle el amor allí mismo.

Bajo la tenue luz del estacionamiento, él le desabrochó el abrigo, y después introdujo las manos bajo la chompa. Su plano vientre estaba caliente, y él deslizó la mano hasta los pechos. No llevaba sostén. El pezón erecto se clavó en el centro de la palma de su mano como una pequeña frambuesa. Peter notó que se todo bajo su pantalón se endurecía y las rodillas casi le flaquearon. Apartó la boca y tomó aire. Hacía mucho tiempo que no se sentía tan excitado, y tuvo que detenerse.

-Peter -susurró Lali, después le cogió la cabeza e hizo que sus bocas volvieran a unirse. Recorrió sus hombros y el pecho con las manos, y lo besó como lo haría una mujer que deseaba meterse en la cama de inmediato. Un beso pleno, con la boca abierta. Él acarició su pezón con la palma de la mano y ella le rodeó la cintura con la pierna. Él restregó su erección contra Lali. El calor de sus cuerpos casi le llevó a perder la cabeza. Se apretó a ella y olvidó la posibilidad de detenerse.

-Aquí no -dijo Peter cuando sus bocas se separaron-. Nos arrestarían. Créeme, sé de lo que hablo. -Respiró hondo y añadió-: Hay un hotel a pocos kilómetros de aquí. Alquilaré una habitación mientras tú esperas en el auto.

-¿Cómo? -Dios del cielo, la deseaba. Quería acostarse encima de ella y permanecer allí durante un buen rato.

-Pasaremos la noche haciendo el amor -contestó él-. Y también media mañana. Y cuando pienses que ya no puedes más, volveremos a empezar. -Había pasado tanto tiempo desde la última vez que había querido hacer locuras que apenas podía pensar en otra cosa que quitarse los pantalones-. Vamos encamarnos de maravilla.

Ella no dijo nada y él la miró a los ojos. Lali separó la pierna de su cintura y puso el pie en el suelo.

-¿En una habitación de hotel?

-Sí. Podemos ir en mi coche.

-No.

-¿Entonces dónde?

Ella lo empujó, alejándolo de sí.

-En ningún sitio.

-¿Y eso por qué? Estoy caliente, y no tengo que poner la mano en tu entrepierna para saber que tú estás húmeda.

-Me estás tratando como a una rapidita-dijo Lali entre dientes.

Él no había pensado nunca en ella en esos términos. ¿O sí? No, no lo había hecho.

-¿No te gusta la palabra «húmeda»? ¿Cómo lo definirías?

-De ninguna manera, y yo no me encamo. Yo hago el amor. Se encama con putas.

-Cristo bendito -dijo Peter-, ¿a quién le importa eso? Si pasa una vez, es lo mismo.

-No, no lo es, y a mí me importa. -Ella siguió empujándolo-. No soy una de ésas. ¡Soy periodista!

Peter no entendía a quién estaba intentando convencer, si a él o a sí misma

-Eres una cabeza dura -le dijo girando sobre sus talones.

Metió una de sus manos en el bolsillo de su casaca y apretó las llaves en su puño hasta hacerse daño. Se arrepentía de haber conocido a Lali. Se arrepentía de haber puesto los ojos en ella, y todavía se arrepentía más de que ella lo excitara hasta el punto de besarla y tener que regresar a casa frustrado... una vez más.

Mientras caminaba hacia su camioneta, oyó que se ponía en marcha el auto de Lali. Antes de que se pusiera al volante, ella ya se había ido, dejando tras de sí el brillo de las luces rojas traseras. Eso y el dolor que Peter sentía en el bajo vientre y el latido en las sienes, y la conciencia de que tendría que volver a verla tres días más tarde.

«Yo hago el amor», le había dicho. La primera vez que se vieron, él pensó que ella era una de esas mujeres estiradas, una de esas mujeres que llevan años sin irse a la cama con un hombre. Y su intuición había sido cierta.

-«Hacer el amor» -dijo burlonamente mientras encendía el motor.

Lali no quería hacer el amor. Él no había interpretado correctamente las señales. Una mujer que quiere «hacer el amor» no besa como una reina del porno. Una mujer que quiere «hacer el amor» se toma su tiempo. No rodea la cintura de un hombre con la pierna mientras éste la empuja contra una pared.

Salió del estacionamiento y se dirigió a su casa. Alguien debería enseñar a aquella mojigata un par de cosas. Pero no iba a ser él. Lali Espósito era agua pasada.

Esta vez lo tenía claro.

Continuará...

MAS QUE UN JUEGO-LALITERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora