-¿Te encuentras bien?
Ella asintió y después sacudió la cabeza.
Sin pensarlo siquiera, Peter la cogió del brazo y salieron del bar. Cruzaron el vestíbulo y subieron en el ascensor.
-Lo lamento, Peter -dijo casi en un susurro.
Capítulo 74:
-No es culpa tuya, Lali.
Apretó el botón de la planta de Lali, después la miró. Ella se había puesto en un rincón del ascensor. Tenía los ojos húmedos y, de repente parecían muy pequeños. Cuando llegaron a su habitación, las lágrimas rodaban por sus mejillas. Ni siquiera le había hablado de sus extrañas suposiciones y ella ya estaba llorando.
-Lali -dijo él en cuanto cerraron la puerta-, sé que esto te sonara muy raro... -Hizo una pausa para ordenar sus pensamientos-. En esa mierda de historia de Bomboncito de Miel, hay ciertas cosas que están demasiado cerca de la realidad para ser una coincidencia. Cosas que describen lo que tú y yo hicimos. No sé cómo puede saber tanto. Es como si alguien nos hubiese estado observando y hubiera tomado notas-. Ella se sentó en el borde de la cama y colocó las manos entre las rodillas. Permaneció callada y él continuó. -Tu vestido rojo, por ejemplo. Describe tu vestido rojo con la cadena dorada en la espalda.
-Oh, Dios...
El se sentó junto a ella y le pasó un brazo por los hombros. Las cosas que sabía la persona que había escrito la historia le inquietaban. Lali también parecía contrariada, por lo que no entró en detalles ya que temía asustarla más de lo necesario.
-No puedo creer que haya vuelto a empezar. He tenido cuidado de mantenerme alejado de esa clase de basura. -Las ideas se acumulaban en su cerebro, pero no tenían sentido-. Estoy fuera de mis casillas. Paranoico. Tal vez contrate a un investigador privado para que llegue al fondo de todo esto.
Ella se puso de pie de un salto y fue hasta la silla que había junto a la ventana. Se mordió el labio inferior y miró un punto por encima de la cabeza de Peter.
-¿No te sientes halagado? -preguntó.
-¡No! -respondió él-. Me siento como si me hubieran estado espiando. A los dos.
-Si alguien nos hubiera seguido nos habríamos dado cuenta.
-Seguramente tienes razón, pero no sé cómo explicar lo de la revista. Sé que parece una locura. -Y lo cierto era que lo parecía, incluso para él-. Tal vez uno de los chicos... -Meneó la cabeza y prosiguió-: No quiero pensar que uno de los chicos tenga algo que ver con esto, pero ¿quién podría ser? -Se encogió de hombros-. Tal vez me he vuelto loco.
Lali lo miró largamente y finalmente dijo:
-Lo escribí yo.
-¿El qué?
-Soy la autora de la serie «Bomboncito de Miel».
-¿Cómo?
Lali respiró hondo y dijo:
-Yo soy Bomboncito de Miel.
-Mmm...
-Lo soy -repitió ella entre lágrimas.
-¿Por qué dices eso?
-¡Demonios! No puedo creer que tenga que demostrártelo. Nunca he querido que lo supieras. -Lali se enjugó las mejillas y se cruzó de brazos-. ¿Quién más podría saber que tú me preguntaste si tenía frío o estaba excitada? Estábamos solos en el apartamento.
Y entonces, una a una, las piezas del rompecabezas fueron encajando. Las cosas que sólo él y Lali sabían. La nota enganchada en su agenda recordándole algo acerca de «Bomboncito de Miel»... Lali era Bomboncito de Miel. Pero no podía ser.
-No.
-Sí.
Peter se puso en pie y miró a Lali, al otro lado de la habitación. Observó sus pelo, que tanto le gustaba tocar, su suave y pálida piel y aquella boca rosada que adoraba besar. Esa mujer se parecía a Lali, pero si realmente era Bomboncito de Miel, no era la mujer que él creía conocer.
-Ahora no será necesario que contrates a nadie -dijo Lali como si ello supusiese un consuelo-. Y ya no tendrás que sospechar de ninguno de los chicos.
Él la miró a los ojos como si pudiera leer en ellos la increíble verdad. Sintió un repentino vacío en el pecho. Había confiado en ella lo bastante para meterla en su casa y en su vida. Y también en la vida de su hermana. Se sentía fatal.
-La escribí la noche después de que me besaste por primera vez. Se podría decir que me inspiraste. -Lali dejó caer las manos a los lados del cuerpo, abatida-. La escribí bastante antes de que tuviéramos una relación.
-No mucho. -Su propia voz le pareció extraña. Era una voz vacía, como si esperase que la rabia la llenase al igual que su pecho. Lo haría, pero no en aquel momento-. Siempre has sabido lo que pienso de esas tonterías que se han escrito sobre mí. Te lo dije.
-Lo sé, pero, por favor, no te molestes. O bueno, moléstate, porque tienes todo el derecho de hacerlo. Lo que pasa es que... -Las lágrimas inundaron sus ojos de nuevo, y se las secó con los dedos-. Me sentía tan atraída por ti, y me besaste..., y escribí la historia.
-Y la enviaste para que la publicaran en una revista porno.
-Esperaba que te sintieras halagado.
-Sabías que no sería así. -La rabia que había estado conteniendo llenó el pecho de Peter. Tenía que salir de allí. Tenía que alejarse de Lali. La mujer de la que creía haberse enamorado-. Debiste de reírte de lo lindo cuando te dije que eras una mojigata. Cuando pensé que mis fantasías te impresionarían.
Ella negó con la cabeza.
-No.
No sólo lo había traicionado, sino que había logrado enloquecerle.
-¿Qué más voy a leer sobre mí?
-Nada.
-Bien. -Peter caminó hasta la puerta y dispuesto a marcharse.
-¡Espera, Peter! No te vayas. -Él se detuvo. La voz llegó hasta él; era una voz llorosa y llena del mismo dolor que le formaba un nudo en el estómago-. Por favor -suplicó-. Podemos solucionarlo. Puedo arreglarlo.
Peter no se volteó. No quería verla.
-No lo creo, Lali.
-Te amo.
Continuará...