Permaneció en silencio hasta que, finalmente, ella giró la cabeza hacia él, entonces preguntó:
-¿Aparte de que me llames pedazo de tonto?
Capítulo 56:
-No voy a publicar eso.
-Hipócrita.
Ella se encogió de hombros.
-Confía en mí.
Había unas cuantas cosas que podía imaginarse en relación con ella, pero confiar no era una de ellas.
-La noche anterior al día de partido como un montón de proteínas y hierro.
-Un jugador dijo en una ocasión que odiaba todos los minutos que había jugado. ¿Qué te parece semejante opinión?
«Interesante pregunta», pensó él mientras echaba hacia atrás la cabeza y estudiaba a Lali. ¿Qué le parecía? A veces jugar tanto le desagradaba, en efecto. Otras, sin embargo, eran mejores que el sexo.
-En la pista mi concentración es total y soy muy competitivo. No hay nada mejor para mí que estar en la cancha, dejando todo de mí. Sí, me encanta lo que hago.
Ella anotó algo en el bloc de notas, después pasó la página. Alzó el bolígrafo y lo llevó hasta sus labios, atrayendo la atención de Peter hacia su boca.
Había algo en Lali que le intrigaba más de lo que lo había hecho cualquier otra mujer. Algo más que las contradicciones existentes entre la mojigata y la mujer que lo había besado como lo haría una reina del porno.
Algo que lo hacía desear acariciar su pelo y cogerle la cara entre las manos. Peter había estado con muchas mujeres hermosas en su vida, mujeres físicamente perfectas, pero siempre había podido controlar su deseo. Con Lali era distinto. La pequeña Lali, con su metro y medio, su cabellera salvaje y aquellos profundos ojos que podían atravesarlo. Desde la noche de la fiesta, cuando la besó, se imaginaba desnudándola y explorando su cuerpo con la boca y las manos. Había intentado evitarla y, en lugar de eso, había estado a punto de hacer el amor con ella contra la pared de un estacionamiento. Y el deseo que sentía por ella no hacía sino crecer día tras día.
Al observarla en aquel momento, con su suave piel y su brillante pelo, se preguntó por qué no había podido evitarla. Se había metido en su vida. No iba a ir a ninguna parte, y él tampoco. Ambos eran adultos. Si acababa besándole los pechos al tiempo que penetraba en la cálida profundidad de su cuerpo, bueno, no habría nada condenable en ello, pues no serían más que dos adultos proporcionándose placer mutuamente. De hecho, eso era probablemente lo que los dos necesitaban. Bajó la mirada hasta sus pechos. Sabía que, como mínimo, era lo que él necesitaba.
El teléfono que había junto al sofá empezó a sonar. Peter levantó el auricular. Era Alelí para decirle que pasaría la noche con Luz.
-Llámame por la mañana -le dijo él, y colgó.
-¿Era Alelí?
-Sí. Se quedará en casa de Luz.
Lali se dirigió hacia él, apoyando una rodilla en el sofá y el hombro en el cojín que tenía más a mano.
-¿Quieres hablar de Alelí?
-No. No quiero decir nada que pueda complicarle aún más la vida.
-Muy inteligente de tu parte. -Lali le dio un vistazo al bloc de notas y después volvió a mirarlo-. Cuando piensas en el futuro, ¿cómo te ves a ti mismo?
A Peter no le gustaban las preguntas como ésa. Estaba intentando sobrevivir a esa temporada sin lesionarse, y no le apetecía pensar más allá de eso. Una jugada, un partido, una temporada... No iba más allá.
-Supongo que cuando me retire tendré tiempo para decidir qué hacer con mi vida.
-¿Y cuándo crees que sucederá?
-Espero que, como mínimo, dentro de cinco años. Tal vez más.
-Se sabe que no das entrevistas. ¿Por qué te molesta tanto hablar con los periodistas?
Peter acarició con sus dedos el brazo de Lali.
-Porque suelen formular las preguntas equivocadas.
Ella observó las puntas de sus dedos camino de sus hombros, y separó ligeramente los labios para respirar.
-¿Cuáles son las preguntas adecuadas?
Peter apoyó los dedos bajo su barbilla y la obligó a mirarlo.
-Pregúntame otra vez por qué no quiero que viajes con el equipo.
-¿Por qué?
Él rozó con el pulgar su labio inferior.
-Porque me pones como una moto.
-Oh -susurró Lali.
Él estiró la mano y apagó la grabadora.
-Creí que si te esquivaba podría olvidarme de ti. Creí que si te rehuía lograría sacarte de mi cabeza. Pero no funcionó.
Le quitó la libreta y el lapicero de las manos y los arrojó al suelo. Tras eso se acercó a Lali y enredó los dedos entre su pelo a la altura de las sienes.
-Te deseo, Lali. -Se inclinó hacia ella y cogió su cara entre las manos. Apoyó su frente en la de ella, y para asegurarse de que le entendía a la perfección, añadió-: Quiero desnudarte y besar todo tu cuerpo.
Continuará...
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