-¿Quieres que haga de alcahueta?-¿Te genera algún problema?
Capítulo 50:
Lali miró a su amiga, que estaba delante de la vitrina de una tienda estudiando un par de accesorios para el pelo.
-Oh, sí -dijo Candela.
-Dos pares de zapatos.
-Olvídalo. -Lali se quitó las sandalias y las metió otra vez en la caja-. Pero voy a darte un par de consejos: deshazte de la camisa de calaveras y no hables de MENSA.
-¿Lo dices en serio?
-Totalmente.
Cuando acabaron de comprar zapatos, ella y Alelí subieron por las escaleras mecánicas a la sección de lencería, en tanto que Candela y Felipe se dirigieron a la sección de ropa masculina.
Lali y Alelí iban cargadas de bolsas mirando los percheros de los sostenes.
-¿Qué te parecen? -le preguntó Alelí mostrándole uno de encaje color lavanda.
-Es bonito.
-Pero me apuesto lo que quieras a que no es nada cómodo. -Inclinó la cabeza hacia un lado-. ¿No te parece?
-Lo siento, pero no sé si podré ayudarte. Nunca llevo sostén.
-¿Por qué?
-Bueno, como puedes apreciar, no es que lo necesite mucho. Siempre he llevado tops... o nada.
-Mi madre me habría matado si sólo hubiese llevado tops.
Lali se encogió de hombros.
-Sí, bueno, cuando crecí, a mi padre no le gustaba hablar de cosas de chicas. Creo que durante un montón de años se limitó a fingir que yo era un chico.
Alelí miró por encima la etiqueta del precio.
-¿Sigues echando de menos a tu madre?
-Todo el tiempo, pero ya lo he superado. Sin embargo, te aconsejo que guardes todos los buenos recuerdos que tengas de tu madre antes de que enfermase. No pienses en las cosas malas.
-¿De qué murió tu madre?
-Cáncer de mama.
-Oh.
Se miraron por encima de un perchero con brillantes sostenes de encaje. Los grandes ojos de Alelí se clavaron en los de Lali, y ninguna de las dos hizo comentario alguno sobre lo doloroso que era ver morir de ese modo a alguien que quieres. Conocían la experiencia.
-Eras más joven que yo, ¿no? -preguntó Alelí.
-Tenía seis años, y mi madre estuvo enferma mucho tiempo antes de morir.
Tenía treinta y un años. Uno más que Lali en aquel momento.
-Yo conservo algunas flores del entierro de mi madre -dijo Alelí-. Se han secado, pero de algún modo me hacen sentir que sigo conectada a ella. -Bajó la vista-. Peter no lo entiende. Cree que debería tirarlas.
-¿Le has contado por qué las conservas?
-No.
-Deberías hacerlo.
Se encogió de hombros y descolgó del perchero un sostén rojo.
-Yo tengo el anillo de compromiso de mi madre -confesó Lali-. Mi padre le dejó puesto el anillo de matrimonio, pero se quedó con el de compromiso; yo solía llevarlo colgado del cuello con una cadena. -No había vuelto a hablar de ese anillo, ni de lo que significaba para ella, desde hacía años. Candela no lo entendía, ya que su madre se había fugado con un camionero. Pero Alelí, sí.
-¿Dónde lo tienes ahora?
-En el cajón de mi ropa interior. Dejé de llevarlo algunos años después de su muerte. Supongo que tú también te desharás de las flores cuando haya pasado el tiempo adecuado para ti.
Alelí asintió con la cabeza y escogió un sostén blanco con relleno.
-Mira éste.
-Parece resistente. -Lali también sacó uno del perchero y apretó el relleno. Era fuerte y se preguntó qué pensaría Peter respecto a que su hermana pequeña llevara un sostén con relleno. Se preguntó también qué pensaría si ella se pusiera uno-. Tal vez a Peter no le guste que te compres uno como éste.
-Nada que ver, a él le da igual. Probablemente ni siquiera se dé cuenta -dijo tomando cuatro sostenes y metiéndose en un probador. Mientras esperaba, Lali agarró todas las bolsas y se acercó a la sección de calzones.
Tal vez no supiera mucho de sujetadores, pero era toda una experta en el área inferior. Le gustaban las tangas. Al principio, las odiaba, pero después comenzó a sentir devoción por ellas. No había que subírselas como los calzones convencionales pues..., bueno, siempre estaban arriba. Mientras esperaba, compró seis pares de tangas de algodón y lycra con sus respectivos tops a juego.
Una vez que Alelí salió del probador, dejó un montón de culotes y tres sostenes en el mostrador. El celular empezó a sonar en su bolso y ella contestó.
-Hola -dijo-. Humm... Sí, creo que sí. -Miró a Lali-. Se lo preguntaré. Peter quiere saber si tienes hambre.
¿Peter?
-¿Por qué?
Alelí se encogió de hombros.
-¿Por qué? -le preguntó Alelí a Peter. Le dio a la vendedora la tarjeta de crédito de su hermano, después se dirigió hacia Lali-. Es su día de cocina. Dice que está cocinando y que, como vas a venir a entrevistarlo, también preparará comida para ti.
Dos cosas acudieron de inmediato a la mente de Lali. La imagen de Peter cocinando y el que ya no se sentía molesta con él.
-Dile que tengo mucha hambre.
Continuará...