capitulo 39

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La otra mujer le resultaba vagamente familiar, y se preguntó si no la había visto en algún ejemplar de Playboy. Ninguna de aquellas mujeres parecía Lali.

Capítulo 39:

-¿Quién es la mujer que viste de negro? -preguntó, refiriéndose a la del centro.

-Es la esposa de Santiago.

Se volteó hacia sus compañeros. Ya sabía por qué le resultaba familiar. Una foto de ella junto a Santiago colgaba de la pared de la oficina del entrenador Vázquez.

-¿Ha venido Santiago?

Santiago Sanz, una leyenda del rugby, había sido el capitán de Alumni hasta su retirada. Sanz había sido famoso por sus tackles. No había jugador que quisiera estar cara a cara con él.

Peter recorrió el local con la mirada hasta que vio a Manuel y a Santiago entre un grupo de directivos. Todos reían de algo, por lo que la atención de Peter volvió a centrarse en la mujer de rojo. Se recreó en su suave espalda y en su cuello hasta llegar a los oscuros rizos de su pelo. Vico estaba equivocado. Lali hubiese ido vestida de negro o gris, y el pelo le llegaba por los hombros.

Peter se estaba desabrochando el botón superior del saco cuando observó que Felipe Villanueva se aproximaba a la mujer y le decía algo al oído. Ella volteó el rostro y Peter pudo apreciar su perfil. Se quedó helado. El ángel de la oscuridad y la muerte no vestía de negro aquella noche, y se había cortado el pelo.

-Hay alguien más a quien quiero presentarte -le dijo a Alelí.

Empezaron a caminar entre los invitados, pero Luz Cipriota, la reina de la belleza de casi metro setenta, y amiga ocasional, los detuvo. Peter la había conocido en una gala benéfica el verano anterior, y a las pocas horas descubrió tres cosas fundamentales de ella: le gustaban el vino blanco y los hombres adinerados y era linda al natural. No habían vuelto a verse desde que Alelí se había ido a vivir con él.

Se saludaron con rapidez y Peter volvió a mirar a Lali. Ella reía de algo que Felipe le había dicho, aunque Peter era incapaz de imaginar que aquel pequeño tarado fuera capaz de decir algo remotamente divertido.

-No te veía desde hacía tiempo -dijo Luz mirando también a Lali.

Luz estaba tan radiante como siempre con un vestido de seda corto y escotado. En la vida de Peter había habido muchas mujeres como Luz. Mujeres hermosas que querían estar con él porque era Peter Lanzani, un famoso jugador de rugby. Algunas de ellas se habían convertido en amigas, otras no. Nunca le había molestado aprovecharse de lo que ellas le ofrecían con total alegría. Pero en aquel momento se encontraba con su hermana, que estaba enfundada en un vestido que no le quedaba bien, y que se ocultaba tras él, y no tenía la intención de hacerla partícipe de esa parte de su vida.

-He estado mucho tiempo fuera de la ciudad. -Apoyó la mano en la espalda de Alelí-. Me ha encantado verte -añadió dejando atrás a Luz.

Empujó a su hermana mientras se alejaban antes de que pudiera entender el tipo de relación que lo unía a Luz. No quería que Alelí pensara ni por un segundo que el sexo esporádico estaba bien. Quería que supiera que ella merecía algo más. Y sí, sabía que eso lo convertía en un hipócrita, pero no le importaba.

-Lali -dijo mientras se acercaba a ella.

Lali miró por encima del hombro y uno de sus blandos rizos cayó sobre su frente. Lo apartó de su cara y sonrió. El pelo corto la hacía parecer más joven y bonita. Peter no pudo evitar corresponderle con otra sonrisa. Su nuevo peinado destacaba sus ojos caramelo, y el maquillaje le proporcionaba un toque sexy. Llevaba los labios pintados de rojo oscuro, el color favorito de Peter. Tal vez por eso éste tuvo la impresión de que la temperatura del lugar había subido un par de grados, por lo que acabó de desabotonarse el saco.

-Hola, Peter. -Su voz también parecía más sexy.

-Lanzani -dijo Felipe.

-Villanueva -Sin apartar la mano de la espalda de Alelí, Peter la obligó a permanecer a su lado-. Ella es mi acompañante, Alelí -dijo. Lali la miró de reojo, con expresión de pensar que podían arrestarlo por algo así, pero él añadió-: Alelí es mi hermana.

-Ah, entonces me retracto de lo que estaba pensando de ti. -Lali estrechó la mano de la muchacha con una amplia sonrisa-. Me gusta tu vestido. El negro es mi color favorito.

Peter supuso que, en gran medida, no era sino un cumplido.

-¿Te han presentado a Cristóbal y Mateo Sanz? -preguntó Lali apartándose ligeramente para abarcar un círculo más amplio que incluyera a Peter y a Alelí.

Peter miró a la mujer de Manuel, una rubia bajita de grandes ojos pardos escasamente maquillada. Era una chica natural. Como Lali. Excepto esa noche. Esta vez, Lali se había pintado los labios. Peter dio la mano a ambas mujeres, después dijo:

-Conocí a Malena en septiembre.

-Sí, cuando estaba de nueve meses. -Male buscó en su pequeño bolso negro y sacó una foto-. Éste es Daniel.

Georgina sacó sus propias fotografías.

-Ésta es Aitana cuando tenía diez años, y ésta es su hermana pequeña, Olivia.

A Peter no le importaba mirar fotografías de niños sin ironía alguna, pero se preguntaba una y otra vez por qué los padres daban por sentado que él quería verlas.

-Son unos niños preciosos.

Miró las fotografías una última vez y se las devolvió a sus dueñas.

La conversación se centró en los discursos que se había perdido por llegar tarde, circunstancia que aprovechó para observar con detalle el vestido de Lali. El escote apenas cubría la totalidad de sus senos. Peter hubiera apostado a que bajando un poquito las tiras de los hombros se le vería todo. Hacía calor allí, y sin embargo sus pezones señalaban hacia el frente como si estuvieran congelados.

-Peter -dijo Alelí. Peter apartó su atención del vestido de Lali y miró a su hermana por encima del hombro-. ¿Sabes dónde está el baño? -agregó la muchacha.

-Yo sí -se adelantó Lali-. Sígueme. Te acompaño. -Con aquellos zapatos de taco, era casi tan alta como Alelí-. De camino, podrías explicarme todos los oscuros secretos de tu hermano -añadió mientras se alejaban.

Peter se dijo que estaba a salvo, pues Alelí no conocía ninguno de sus secretos, ya fueran oscuros o de cualquier otro tipo. Las dos desaparecieron entre la multitud, y cuando él se volvió, Malena y Georgina se excusaron y le dejaron a solas con Felipe, que dijo:

-He observado el modo en que miras a Lali. No es tu tipo.

Peter se abrió el saco y metió una mano en el bolsillo.

-¿Y cuál es mi tipo de mujer? -preguntó.

-Las conejitas jugadoras.

A Peter nunca le habían atraído las «conejitas jugadoras», como llamaban a las mujeres que solían ir tras los jugadores de rugby, y además no estaba seguro de preferir ya ningún tipo de mujer por encima del resto. Al menos desde que podía mirar a Lali Espósito y preguntarse cómo reaccionaría si la metiera en un reservado y le besara aquellos labios rojos; si acariciara su espalda y deslizara las manos hasta abarcar sus pechos. Por descontado, nunca lo haría. No con Lali.

-¿Y eso a ti qué te importa?

Continuará...

MAS QUE UN JUEGO-LALITERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora