CAPÍTULO 7

61 21 4
                                    

Flavio iba el primero como siempre, aunque ahora no era el único armado sí era el más capacitado para defendernos. Decidimos que lo mejor sería que Karla y Katy se encargasen de llevar a los niños, mientras Samantha y yo vigilábamos desde atrás. Nos encontrábamos dando vueltas por el aparcamiento buscando algún tipo de vehículo más amplio, ahora éramos dos personas más y en un coche no cabríamos con todas las cosas que llevábamos.

        —Mira. —Flavio me señaló una vieja furgoneta blanca, aunque no estaba en perfectas condiciones de momento tendría que servir, ya que al menos entrábamos todos en ella. La puerta del conductor estaba abierta y con precaución, el moreno se acercó a uno de los laterales del vehículo donde dejó varios golpecitos, no escuchamos nada proveniente del interior, por lo que era seguro entrar. Abrió la puerta de atrás y observamos que estaba completamente vacía, dejamos las cosas y entraron todos menos Flavio y yo que iríamos delante.

        —¿Cómo vas a arrancarla sin llaves? —cuestioné a mi amigo, no había pensado en eso, había sido fácil entrar ya que estaba abierta, pero no habíamos tenido tanta suerte para que las lleves estuviesen puestas.

        —Olvidas que también he sido mecánico, no necesito llaves para arrancar un coche, menos, uno tan viejo como éste. —Mi amigo se dispuso a levantar la tapa bajo el volante y jugueteó con los cables, rompiendo y uniendo unos, segundos después el motor de la furgoneta sonó. Tendría que pedirle más adelante que me enseñase, esto era realmente útil. Flavio se rio al ver mi cara de desconcierto y puso en movimiento el vehículo.

Ya se nos había hecho tarde para comenzar el viaje hacia Toledo, además, contábamos con dos acompañantes más y debíamos descansar en algún sitio, mañana partiríamos en la mañana, por hoy lo mejor sería buscar una casa donde poder quedarnos.

Le indiqué el camino a mi amigo hacia la Murta, era un paraje natural que había a las afueras de la ciudad, la conocíamos bien, ya que varias veces mi amiga y yo habíamos ido ahí para pasar el día, era un sitio muy agradable y tranquilo. Aunque tomamos esa dirección, realmente no íbamos allí, si no a los chalets que había por el camino, estaban repartidos por toda la zona y separados por campos de naranja. Éste iba a ser el lugar menos peligroso en el que podríamos quedarnos a pasar la noche ya que era poco transitado.

Paramos en la primera casa que nos encontramos sin perros, tenía sus campos de naranja vallados y a la entrada había un pequeño jardincito, estuvimos fuera observando unos minutos y no nos pareció que hubiese movimiento en el interior por lo que mi amigo y yo bajamos para asegurarnos de ello.

Por las ventanas entraba poca luz y todo el interior se veía bastante oscuro, quise encender la luz, pero la mano de mi amigo me retuvo y le vi negar con la cabeza. Nos fuimos adentrando lentamente y pudimos ver manchas de sangre en el suelo que llevaban a la cocina, unos ruidos provenientes de allí nos alertaron, Flavio se colocó primero y dio unos pasos en esa dirección, le seguí muy de cerca temblando del miedo, aún no me acostumbraba a esto.

En el suelo pudimos ver a una mujer tumbada, sobre ella, un hombre agachado mordía su brazo, me tapé la boca, la mujer parecía estar sin vida, tenía varios mordiscos en su abdomen y cara, comencé a respirar rápidamente, cada vez me sentía peor al presenciar este tipo de escenas, mi amigo, antes que el hombre pudiese percatarse de nuestra presencia, se acercó a él con el destornillador en las manos para acabar con ellos.

Escuché unos ruidos tras de mí y pensando que eran mis amigas me di la vuelta lentamente, antes de poder terminar, caí al suelo de un fuerte empujón, cuando pude distinguir un rostro pálido de ojos hundidos, traté de poner distancia entre nosotros empujándolo por los hombros, pero esta cosa no se cansaba y seguía dando mordiscos al aire, quería llorar y vomitar al sentir el aliento tan desagradable que emanaba de esta persona, además de que me estaba quedando sin fuerzas para seguir apartándole. Cada vez le sentía más cerca y mis brazos estaban comenzando a temblar por el esfuerzo, parecía que las personas infectadas no perdían la fuerza con el virus, con cada minuto que pasaba me sentía más incapaz de retenerlo, estas personas no parecían cansarse.

InfectedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora