CAPÍTULO 20

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        —¿Por qué no os quedáis unos días? —preguntó María en la hora de la comida. Desde el desayuno me lo había pasado en la cama y Flavio me obligó a venir para que comiese.

        —No podemos, vamos a descansar hoy y mañana nos iremos, aún tenemos que ir a buscar al hijo de Ana. —Aunque me gustase estar aquí, teníamos que pensar en Ana y Valeria, al mirarlas me fijé en que estaban viendo a mi amiga, ella parecía decaída, seguro que quería quedarse un poco más con su madre, ya que, apenas si habíamos estado dos días aquí.

        —No es problema, podríamos quedarnos unos días más. —La cara de mi amiga se iluminó cuando escuchó esas palabras salir de parte de Valeria.

        —Gracias —susurró en su dirección.

Con la idea de quedarnos unos días más y poder disfrutar de la tranquilidad que nos brindaba Valdemoro, salí a pasear, Maritza quiso acompañarme, le dije que estaría bien, pero ella insistió, al parecer tenía miedo por si acaso algún infectado aparecía.

        —¿Y a dónde vamos a ir? —Me preguntó con una sonrisa.

        —Bueno, no lo tenía pensado, pero podíamos ir a un parque en el que hay un estanque con patos, estaba precioso la última vez que vine. —Ella asintió con la cabeza y nos dirigimos a aquel lugar.

El parque estaba tal y como lo había estado hace dos años, la entrada al parque era un camino de piedras y estaba rodeado de césped con algunos árboles. En frente, empezaba un estanque con patos, a éstos los encontrabas por las mañanas durmiendo por gran parte del parque, pero a lo largo del día iban metiéndose en el agua donde estaban ahora. El camino de piedra se dividía en dos rodeando el estanque y, en medio del agua, un pequeño puente de madera cruzaba de lado a lado. Este sitio era precioso y te brindaba una gran tranquilidad, al menos a mí.

        —Daniela ¿Puedo preguntar algo? —Maritza parecía temerosa de hablar.

        —Claro.

        —¿Podríamos olvidar todo el pasado y comenzar de nuevo? —No entendía lo que decía, estábamos bien. Ella vio la confusión en mi rostro y me aclaró—. Sé que hace poco has terminado con Karla, sé que aún sientes algo por ella, pero ella te ha dejado claro que no quiere estar contigo, si me das la oportunidad, me gustaría salir contigo, sé que, con tiempo, conseguiré que te olvides de ella. —No lo podía creer ¿En serio me estaba pidiendo salir tal y como me encontraba?

        —Maritza, no te ofendas, te quiero, pero como amiga, tengo claro que no podría sentir nada más por ti, lo que me pides que haga, que olvide nuestro pasado es imposible, jugaste conmigo de la misma manera en que lo ha hecho Karla. Además, no sirvo para estar con alguien y he decidido olvidar cualquier cosa con respecto a las relaciones. —Le dirigí una sonrisa, esperaba que me comprendiese, ella pareció hacerlo ya que seguimos caminando sin continuar con el mismo tema.

Pasadas unas horas, antes de que anocheciese llegamos a casa, nos habíamos quedado sentadas en uno de los bancos que había en el camino mientras observábamos a los patos nadar, lo único bueno que había encontrado con esto del virus había sido la falta de ruido, no se escuchaba ni un coche, ni una moto, nada.

Nada más entrar, lo primero que hice fue dirigirme hacia la cocina, olía como si estuviesen cocinando y decidí ayudar, allí estaban madre e hija junto a Karla, las tres estaban riendo hasta que llegué yo acompañada de Maritza, en cuanto entramos, la ojiverde nos miró a ambas.

        —Qué bien que encontramos a Maritza ¿No? —No sabía qué significaba su comentario, pero no tenía ganas de discutir, antes de poder salir de la cocina, lo hizo ella, por lo que me quedé.

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