CAPÍTULO 57

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Advertencia: Capítulo extremadamente fuerte. Pueden continuar al siguiente sin necesidad de leerlo.

Percibía mi cuerpo ser desplazado, parecía estar caminando, pero sin el esfuerzo de mover los pies. Conseguí abrir los ojos algo aturdida, sólo para darme cuenta que dos hombres, uno a cada lado, me sujetaban por las axilas y me cargaban llevándome hacia alguna dirección desconocida.

La nuca me palpitaba y el dolor se extendía hacia el resto de la cabeza, aun sintiéndome un poco mareada, sabía que tenía que liberarme de los dos hombres. Los párpados me pesaban y por mucho que lo intentase, no podía mantener los ojos abiertos debido al sueño que me embargaba.

Para cuando abrí los ojos de nuevo, lo primero que pude ver fue a Karla frente a mí, en cualquier otro momento hubiese sonreído como una idiota al verla. Pero en esta ocasión, donde la veía sentada, con la boca amordazada por una tela negra, mirándome con absoluto pánico y lágrimas en sus ojos, no pude hacer más que comenzar a sentir miedo.

Su rostro estaba enrojecido y húmedo, el cabello normalmente liso, ahora se encontraba encrespado, también pude observar que, oculta por la mordaza, de su boca brotaba un hilo de sangre, cuando me percaté que habían tenido que golpearla para causarle tal daño, todos mis músculos se tensaron y la rabia rebasó al miedo que sentía en un principio.

La ojiverde tenía sus manos amarradas al respaldo de la silla al igual que los pies a las patas de la misma. Me removí bruscamente para llegar a ella y liberarla y fue en ese momento en el que me di cuenta que yo me hallaba en las mismas condiciones que la ojiverde.

        —Mmmh-mhmm. —Mis intenciones por pronunciar su nombre fueron vagas ya que la tela que cubría mi boca ahogaba cualquier sonido que emitía, logrando que mi voz fuese imposible de entender.

Frustrada y molesta, lo único que podía hacer en mi posición era seguir observando a la castaña haciendo que mi enojo y odio contra Tony aumentasen en mi interior. Según bajaba la mirada por su cuerpo, pude ver que lo único que llevaba puesto en la parte superior de su cuerpo, era un sujetador negro. Alarmada, continué con el escrutinio sobre el cuerpo de la ojiverde, sintiéndome ligeramente más aliviada al notar que no había sido golpeada en la zona del vientre o los costados, pero, aun así, me desagradaba la idea de que Tony la viese de aquella manera y más aún, sabiendo lo que ya intentó hacerla en el pasado y esto exactamente, era lo que más estaba temiendo.

Miré alrededor mientras pensaba en algún modo de salir de aquí, me extrañó cuando me di cuenta que éramos las únicas en la estancia, no había rastro alguno de Astrid o Rocco, ni siquiera alguno de los hombres que, según recordaba vagamente, me habían traído hasta aquí.

La habitación era exageradamente amplia, de paredes blancas y lisas. Karla y yo nos encontrábamos casi en una de las esquinas del habitáculo, donde la pared a nuestra derecha quedaba completamente vacía, mientras que su opuesta, albergaba, al fondo, un gran ventanal con cortinas blancas casi transparentes. Gracias a que éstas estaban corridas, parte del jardín trasero era visible y al fondo de éste, el mismo tipo de árbol que rodeaba el cercado, lo que me dejó entrever que nos encontrábamos en el mismo vecindario al que habíamos venido. Dos sillas acolchadas, negras y bajas, limitaban a cada lado la ventana.

Un poco más a la izquierda, unos estantes blancos y negros formaban varios cuadrados, ocupando la pared por su parte superior, algunos contenían libros, otros fotografías enmarcadas, pero la mayoría vencidos sobre el estante.

Todo mi cuerpo sufrió un escalofrío que me dejó los bellos de punta mientras mis músculos se tensaban, alerta, ante la siguiente zona del dormitorio.

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