CAPÍTULO 13

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        —¿Cómo te sientes hoy? —Luke estaba sentado a mi lado y yo estaba enfocando mi vista en él, ya que hasta hace unos segundos estaba dormida.

Varios días habían pasado hasta que me dejaron levantarme, otra vez sentía la misma sensación de ser una carga para todos, en esta ocasión no me dejaron sola ni un solo momento ya que no confiaban en mí cuando les decía que no me levantaría hasta que no me dijeran que podía hacerlo.

Karla estos días no había venido a verme, pero sabía que seguía preguntando por mi estado cada día ya que mi amiga Samantha me lo dijo. Cuando le pregunté por ella me quedé preocupada, seguía alimentándose poco, mi amiga me comentó que estaba más débil que antes.

Esta vez no intenté nada ya que quería recuperarme lo más pronto posible para estar con ella, recordando la última conversación que mantuvimos me parecía que iba a hablar, pensaba que eso era lo que necesitaba, dejar salir todo lo que se estaba guardando.

        —Bastante mejor, puedo respirar mejor y, al menos puedo ponerme de lado al dormir. —El ojiazul me miraba fijamente, como no creyendo en mis palabras, pero era verdad que ya apenas sentía aquellos pinchazos.

        —Está bien… —habló dudoso—. Creo que entonces ya puedo dejar que te levantes —Fui a hacer el amago de levantarme cuando me frenaron sus palabras—. Pero no quiero tener que cuidarte otra vez, piensa un poco más en ti y en tu salud.

Asentí a las palabras del ojiazul y despacio, me incorporé en la cama, con ayuda del chico me puse de pie, no me hacía falta, pero él había insistido. Sabía perfectamente cuál sería mi primer destino al salir de la habitación, no esperaría más tiempo hasta poder ver a Karla, por lo que, sin dudar ni un segundo, me encaminé hacia su cuarto.

Toqué la puerta y, a diferencia del día que fui a verla, esta vez sí que me permitió la entrada, bien, así no la asustaría después, no quería ver su cara llena de miedo una vez más.

La habitación estaba en penumbras y ella estaba sentada mirando al frente, sólo podía distinguir su figura por lo que no sé si me estaba viendo a mi o a otro lugar, a paso lento me senté a su lado, aunque a cierta distancia, no quería que se incomodase por mi presencia, si ella se quería acercar a mí, perfecto.

        —Hola. —No sabía cómo comenzar la conversación, así que solo le saludé, había muchas cosas que quería decirle, pero no podía soltárselo sin más.

        —¿Cómo estás? —Ella señaló hacia mi costillas.

        —Bien, me duele menos que antes y ya me han dejado que me levante, aunque me lo tengo que tomar con calma. —Ella fijó su vista en su regazo.

        —Me alegro mucho por ti —Soltó un suspiro de alivio—. Estaba preocupada por ti, otra vez en la misma situación por mi culpa.

        —No digas eso, no ha sido tu culpa, no sé cómo decírtelo para que me creas, fui yo la que no pudo controlarse y, la verdad, volvería a hacerlo, no me arrepiento de nada de lo que le hice. —Le aseguré. Ella aún seguía sin mirarme, empezó a sollozar y mi corazón se apretó al oírla, quise girarme para quedar frente a ella y poder abrazarla, pero un pinchazo me previno de hacerlo.

Me senté apoyada en el cabecero y abrí los brazos en dirección a Karla, la ojiverde había seguido mis movimientos y ahora me miraba confundida.

        —¿Vas a dejarme como una idiota? Ven —Ella dudó un poco, pero después de unos segundos se acercó a mí—. ¿Puedes colocarte aquí? —Le señalé el espacio libre entre mis piernas, ella se sentó dándome la espalda, apoyando ésta en mi pecho.

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