CAPÍTULO 58

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POV SAMANTHA

Llevaba un rato intentando sacarme el plástico clavado en mi mano, pero me era imposible, la única posibilidad era que alguno de los soldados me ayudase.
Miré en dirección a Rocco, pero éste seguía sin reaccionar y, cada vez, su rostro se veía más pálido. En el muslo tenía atada una camiseta, o eso parecía, a modo de torniquete y aun así, la sangre seguía brotando, empapando la camiseta y formando un charco de sangre en el suelo bastante espeluznante.

        —Eins… zwei… drei… vier… ne, drei. —No pude reconocer las palabras que emitió la rubia y me preguntaba si habría hablado en su idioma. En todo este tiempo de conocerla, jamás la había escuchado pronunciarlo.

Astrid seguía con la cara ensangrentada, pero a diferencia de antes, era capaz de mantener sus ojos abiertos y parecía bastante concentrada en sus pensamientos.

        —Astrid… —La llamé y capté la atención de sus ojos, cuando me miró, no supe muy bien descifrar su expresión, parecía relajada y molesta al mismo tiempo—. Creo que sé cómo podemos salir de aquí, pero necesito tu ayuda.

        —Bien, ¿qué necesitas? —preguntó interesada.

        —Antes conseguí un trozo de plástico, creo que podremos romper las cuerdas con él, pero se me ha clavado en la mano y yo sola no puedo sacarlo, ¿podrías…? —Un estremecimiento recorrió todo mi cuerpo cuando vi la sonrisa en el rostro de la rubia. No era una sonrisa que denotara maldad, sino alegría, parecía estar feliz de que le pidiese ayuda. Era eso, o que en verdad le gustaba ver la sangre y el sufrimiento en otras personas, además sus pupilas parecían ligeramente ennegrecidas.

Era un poco escalofriante ver esa reacción en una situación como esta, pero lo dejé pasar ya que realmente necesitaba de su ayuda.

        —¡Ejem! —Fingió toser—. Lo siento, me dejé llevar —Su rostro había cambiado y estaba más seria que antes—. Vamos a ver —Gracias a que la rubia tenía sus pies libres, pudo moverse y quedar frente a mí, acercó la silla todo cuanto pudo hasta que nuestras rodillas se tocaron, pero no era suficiente y nuestras manos aún quedaban lejos de la otra—. Lo siento. —Se disculpó cuando pasó una pierna por encima de la mía y empujó para acercarse más, quedando la otra pierna entre las mías.

        —No importa. —Me enrojecí ligeramente. Sabía que esto no lo había hecho con ninguna intención más que la de alcanzar mi mano, aun así, era bastante vergonzosa la postura que habíamos tomado.

        —Intentaré no hacerte daño. —Parecía preocupada, sin un atisbo de burla o ironía en su voz como la mayoría de los casos en que había tratado con ella.

En cuanto tomó el plástico con los dedos, sentí un dolor punzante, el cual se extendía hacia el brazo según la rubia lo manipulaba con lentitud.

        —¡¡¡Aaah!!! ¡Tira rápido! —No quería gritar, pero el dolor se estaba volviendo insoportable, haciendo que varias lágrimas cayeran de mis ojos.

        —Tss… ya está —Vi el objeto cortante en sus manos y poco a poco el dolor fue disminuyendo, hasta quedar localizado sólo en el lugar donde había estado incrustado—. Tendré que cortar tu cuerda. —Afirmé con la cabeza al ver cómo había estado intentando hacerlo en la suya sin resultado.

Para mi sorpresa, lo hizo lo más cuidadosamente posible, parecía tener miedo de cortarme, a pesar de la expresión que había puesto hacía un momento.
Siguió trabajando en ello en silencio durante varios minutos que se me hicieron eternos. Cada vez la mano quedaba más cubierta de rojo por la sangre y para mi desgracia, el plástico no era lo suficientemente afilado como para cortar la amarra rápido.

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