CAPÍTULO 28

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Al día siguiente, Andrea apareció en la habitación después de que los guardias nos despertaran. Cuando nos dijeron que nos avisarían ellos, nunca imaginamos que era un timbre que sonaba alto en el pasillo, resonando en todas las habitaciones del módulo en el que nos encontramos. Yo había pasado una mala noche y, al escuchar el timbre, casi me caigo de la cama.

Al salir, nos encontramos con su madre en el pasillo, esperándonos para ir a desayunar. Andrea, rápidamente se fue junto a Karla, intentaba hablarla, pero la ojiverde iba inmensa en sus pensamientos.

       —Quiero ayudaros a buscar a vuestros amigos, tengo un rato libre hasta que tenga que ir a la cocina, si os parece bien. —Andrea se ofreció a acompañarnos, la verdad es que nos vendría muy bien, este lugar era enorme y lo más seguro es que terminásemos perdidos.

       —Vale, si no te importa.

       —Por cierto, no sé qué es lo que te pasa a ti, pero el desayuno es lo más importante y tienes que comerlo. —Andrea de nuevo se había fijado en que Karla no tenía apetito.

       —Mira, déjame, no puedo comer, no es que no quiera, es que tengo el estómago cerrado y no me entra nada. —Le respondió la castaña molesta.

       —No te voy a dejar, tienes un cuerpo estupendo que tienes que cuidar y, sin comer, déjame decirte que vas a quedar flacucha y nadie te va a querer. —Andrea comenzó a reír, pero a la ojiverde no le hizo gracia y se levantó de la mesa.

       —Voy yo. —Katy salió detrás de ella cuando vio que la rubia hacía el intento de levantarse.

       —¿Qué la pasa? —Todos nos miramos sin saber si responder o no, pero al final, decidí contárselo, quizá así, no seguiría coqueteándole a nuestra amiga.

Después de contarle todo lo sucedido, Andrea nos pidió disculpas y aseguró hablar con Karla para intentar animarla y que se cuidase un poco. Esto me pareció bien, a lo mejor, alguien tan alegre como Andrea era lo que necesitaba Karla para animarse un poco.

Estuvimos paseando por todas partes, no sólo mirábamos los rostros de todas las personas con las que nos encontrábamos, también queríamos conocer el lugar mejor. Katy, Karla, Andrea, mi madre y yo, fuimos mirando por los primeros módulos, los otros chicos irían a los de después de nosotros, por la tarde visitaríamos algunos más, solo en un día no podremos recorrernos todo el campamento.

       —Bueno, tengo que irme, chicos ¿Quieres venirte conmigo? Luego tengo que repartir la comida, así que podrías aprovecharlo para buscar a tu novia. —Karla parecía un poco reacia, pero después de insistirla en que se marchase, aceptó y las dos se fueron juntas a la cocina. Seguro que sería bueno para ella entretenerse en algo más.

       —Deberíamos volver, podríamos, en parejas, ir a distintos módulos a comer y revisar la gente que hay. —Caminábamos sin rumbo hasta que a Katy se la ocurrió esa idea.

       —Si, me parece bien. —Le di un beso a mi novia frente a la atenta mirada de mi madre y me reí por el gesto que hizo. A estas alturas, me encontraba un poco más a gusto para intimar un poco con mi novia delante de ella, aunque aún seguíamos sin haber hablado del tema.

Hicimos varios grupos, la idea era comenzar por orden por los distintos módulos, así no nos dejaríamos ninguno sin visitar. Como éramos impares sin Karla, mi madre nos acompañaría a Katy y a mí. Nos tocó el tercer módulo y allí es donde fuimos una vez sonó el timbre.

       —Perdonad, pero ¿Qué hacéis? Deberíais estar sentados comiendo —Uno de los guardias que había en el salón, vino hacia nosotras al vernos caminar entre las filas, observando a todo el mundo mientras los demás comían.

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