9. Prejuicio

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"Cuando no se conoce personalmente a individuos de otros grupos étnicos, o culturales, es muy fácil creer cosas horribles de ellos y tenerles miedo."

Michael Levine

—¿Por qué las personas no te quieren? —preguntó la pequeña Rosa en una de sus tantas visitas al médico

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—¿Por qué las personas no te quieren? —preguntó la pequeña Rosa en una de sus tantas visitas al médico. Se dirigía al doctor Marcus  Solluna, ya que, aun con su corta edad e inteligencia avanzada, no era capaz de entender porque todos se apartaban con miedo de él.

Marcus vaciló. Sabía que una niña de tres años, aun cuando había sido diagnosticada con sindrome de savant, no poseía la madurez para comprender los prejuicios. Así que, restando importancia, respondió:   

—No le caigo bien a todo el mundo.

—¿Por qué? 

Rosa no lo entendía.  A través de sus ojos, inocentes e imaginativos, Marcus era un doctor extraño que hablaba de manera graciosa. Así lo veía ella, y por esa misma razón le gustaba ser atendida por él cada vez que tenía que ser revisada a causa de su maldición.

Ella no era capaz de ver al monstruo, no entendía el miedo y mucho menos que el perdón hacia un asesino es casi imposible de obtener. Así que la pequeña Rosa no temía.

Marcus intentó ignorar la pregunta. Y continuo desinfectando las heridas en las manitas de Rosa, quien se había caído durante el receso en el jardín de infantes. 

—Responde —exigió la niña, quien, al igual que el principito de su libro favorito, no renunciaba a una pregunta hasta obtener una respuesta —. ¿Por qué no te quieren? 

—Porque no me perdonan —alegó Marcus sin expresión en su voz —. Así que no me quieren. Como tu amiga Selena, ¿recuerdas? Me dijiste que ella no te perdonaba porque rompiste su dibujo, así que ya no te quiere.

—Pero Selena ya me perdonó  —manifestó Rosa con una sonrisa expandiéndose en sus mejillas sonrosadas y regordetas —. Hice lo que me dijo, le compre su dulce favorito y me perdono. Ahora somos amigas.    

—Eso es bueno. 

Rosa guardó silencio. En su cabeza, encontró la solución para el rechazo hacia el doctor Marcus.

—¡Ya se! —exclamo alzando sus delgados brazos en forma de festejo —Puedes comprarle dulces a tus compañeros, así te perdonan, y serán tus amigos. ¡Estarás feliz!

Marcus se quedó mirando fijamente a la pequeña, su sonrisa, su entusiasmo y su pureza. De repente sintió que la idea de ser padre algún día no era tan mala. Un sentimiento de protección paternal nació en su pecho como un dolor agudo. Y, acariciando la cabeza de Rosa, dijo con cierta dulzura en su voz:

—Los adultos son más complicados y, lamentablemente, no los puedes comprar con dulces.

Rosa se decepciono e hizo un puchero. Se cruzó de brazos y subió sus pequeños pies a la camilla. No estaba dispuesta a resignarse, ella quería que Marcus fuese feliz. Siempre lo veía tan solo, tan serio y tan, desde su punto de vista, triste. Hasta que tuvo una idea. Sonriendo nuevamente abrió su mochila y del interior sacó un brillante colgante dorado.  

Lux: Hospital para monstruos ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora