4. Brujo

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Alma número tres

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Alma número tres

—¡Vayase a la mierda! —Fueron las palabras que Erick le grito a su profesor de matemáticas cuando tenía dieciséis años.

Erick no era el tipo de adolescente que se enfada a la primera provocación, más bien era un jovencito risueño que se divertía con sus propias desgracias. Aunque todos tenemos un límite, y esa mañana Erick Anderson rebasó el suyo.

Sí, en efecto el profesor decía la verdad, Erick agredió a su compañero de clases, le dio un puñetazo a Lautaro Johnson provocándole una hemorragia nasal que mancho el espléndido uniforme blanco del popular deportista del curso.

Los problemas no acabaron ahí. Erick siguió agrediendo a Lautaro con palabras tan vulgares que su madre se hubiese escandalizado de haberlo oído. Todo el mundo lo presencio, Erick fue el desequilibrado agresor. Y así lo manifestó el profesor de matemáticas, el señor Moreira, delante de la directora del establecimiento educativo.

—Es cierto —confeso Erick sin una pizca de arrepentimiento —. Le rompí la cara a ese hijo de...

—Sin malas palabras —advirtió pacientemente la directora.

Erick se enderezo sobre su asiento con nerviosismo. Aún temblaba de ira recordando el momento exacto en que su paciencia se esfumó en el aire. El momento en que, durante el receso, Lautaro metió su mano por debajo de la falda de la pequeña Amy y tocó su trasero. La jovencita se apartó abruptamente y los ojos se le llenaron de lágrimas. Mientras las amistades de Lautaro únicamente se rieron, como si sus acciones fueran divertidas y dignas de admiración.

—Bien —dijo la directora ya cansada del asunto —. Dime, ¿por qué lo hiciste?

—Ya se lo dije —protestó Erick con indignación —, Lautaro tocó a Amy. ¿Por qué insisten en preguntarme lo mismo? Ella huyó llorando. Y aún estaba llorando y temblando cuando me llamaron aquí.

—El señor Lautaro Johnson no haría tal cosa. Y si así fue, seguramente la señorita Amy accedió a ello —sentenció el profesor Moreira, quien se mantenía firme en su postura de que Erick era el único y auténtico culpable.

Erick giro su cabeza violentamente hacia el profesor y aferró sus dedos en la silla. La mirada del jovencito exteriorazaba un fuerte odio y resentimiento.

—¡No debió hacerlo! —exclamó Erick —. Amy no quería que la tocaran.

—¿Cómo lo sabes? —Lo desafío el profesor.

—¿Acaso no es obvio? —vaciló el joven rubio con una sonrisa amarga tallada en el rostro colorado —Yo mismo escuché cuando Amy le dijo que no se acercara, que no quería nada de él. Sus amigas también la escucharon.

—Eso no significa nada.

—¡La estaba acosando!

El profesor Moreira torció el gesto e ignoro completamente las razones de Erick. Sabía muy bien que le convenía defender a cualquier costo la inocencia de Lautaro Johnson; el padre del joven era lo suficientemente adinerado como para ser dueño de la mitad de la ciudad. Así que enderezó la espalda y manifestó dirigiéndose únicamente a la directora:

Lux: Hospital para monstruos ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora