17. Sangre inocente

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 Un mundo que teme, es un mundo vulnerable, y por ello manipulable. 

Él-o-Ella 


El ambiente en la sección de investigación policíaca era terriblemente tenso

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El ambiente en la sección de investigación policíaca era terriblemente tenso. Los investigadores mantenían silencio ante las manifestaciones nulas de la persona bajo arresto. Ella se negaba a cooperar, respondía de manera irónica o simplemente no respondía. Los uniformados debían esforzarse mucho para mantener la compostura y no recurrir a la violencia contra la acusada, Amy Fernández. Cosa que era más sencilla al recordar que pronto la mujer arrestada sería sometida a hablar de cualquier manera, sin importar su voluntad.

Así es todo el ambiente al momento exacto en que Erick Anderson ingresa al Ministerio. La apariencia del hombre de veintinueve años no combina con la seriedad que involucra el asunto por el cual ha sido contactado. Dentro de lo que se considera meramente aceptable en vestimenta laboral, las zapatillas deportivas, un suéter negro, un gorro de lana y ojeras profundas debajo de los ojos, no es en lo más mínimo lo que se espera como imagen típica de un empleado del Ministerio. Sin mencionar un cigarrillo encendido en la mano izquierda, una sonrisa pícara que se extiende en sus labios en los momentos inoportunos y su hablad tan poco propio. Sin embargo, sigue siendo el brujo llamado para esta labor de arrancar la tan importante declaración de Amy Hernández.

Erick se desliza por los pasillos en dirección a la sala de interrogación, saludando a quien le responda y murmurando la letra de una vieja canción de Ed Sheeran. Su postura relajada y su libertinaje, han sido siempre el núcleo que resalta en su carácter atrayente y fácil de tratar.

Una vez que llega a la sala de interrogación, cala su cigarrillo, arroja la colilla en un cesto de basura y entra como si de su hogar se tratase.

Amy Hernández lo observa por encima de sus lentes redondeados. Ella mantiene una postura erguida, con las manos esposadas en la espalda y las piernas cruzadas con relajación. Exteriorizando la ausencia de miedo ante cualquiera que entre a la habitación aislada e intente forjar una conversación beneficiosa para el proceso legal que se le impone.

—¡Buenos días! —saluda Erick con una alegría totalmente fuera de lugar. Arrastra una silla hasta estar a un metro de distancia de la señorita, y manifiesta —Así que tú debes ser la famosa Amy Hernández.

Ella no responde. Analiza la apariencia de Erick, su sonrisa, su emoción, y decide que definitivamente está tratando con alguien que desea fingir ser un imbécil.

—¿Y tú quién eres? —pregunta Amy de mala manera.

—¿No te parezco un investigador?

—Ni en lo más mínimo. Ningún investigador entraría a una sala de interrogatorios con una enorme sonrisa en el rostro —observa ella con cierto desprecio —. ¿Cual es el truco?

Lux: Hospital para monstruos ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora