37. El vuelo del pasado

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Tú no querías creer que nos hacíamos daño
Yo no quería pensar que te podría perder.

De cero (Morat)

Alma número siete 

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Alma número siete 

La preocupación rebosa en la cabeza de Axel Aidan. 

Una vez que llegaron al departamento de Nahomi, logró convencerla de recostarse en el sofá en lo que él se dedica meticulosamente a preparar un té. Sin embargo, producto de haberla hallado tan vulnerable y solitaria, no puede bajar la ansiedad que aún revuelve su estómago.

Trata de respirar y disipar sus dudas, intentando inútilmente convencer a su cabeza de estos incidentes son algo de cada día en el mundo de los oráculos. Pero no puede.

Lleva el té a la sala y por un momento se mantiene en pie observando a Nahomi. Ella se encuentra de espaldas, con los ojos cerrados  y una mano sobre la cabeza que delata el dolor por el cual pasa. No deja de notar las ojeras marcadas, el cansancio tallado en su semblante y la ansiedad manifestada en el repetitivo golpeteo de los dedos de la joven sobre el borde del sofá.

—Nahomi.

Ella eleva la vista con sorpresa al ser nombrada. No lo ha escuchado acercarse.

—¿Cómo te sientes? —interroga Axel.

—Estoy mejor.

—¿Segura?

—Por supuesto. Esto es un efecto secundario de ser un oráculo. A veces, simplemente es demasiado. —Agrega ella con una sonrisa forzada para convencerlo en cuanto a eso.

Axel tuerce el gesto ligeramente y rehuye la vista. Sus sentimientos delatan la inconformidad con respecto a la escasa preocupación que le joven ofrece para sí misma.

—Bueno —menciona Nahomi en lo que toma en sus manos la taza de té —, creo que no puedo echar toda la responsabilidad sobre esa visión que anhelo no recordar; mi colapso mental deviene de la cantidad inmensa de dificultades que me he tenido que procesar las últimas semanas.

—Comprendo.

Ella decide callar y beber el té. Expide un aroma delicioso y definitivamente es lo que necesitaba ahora.

—¿Qué tal tu trabajo? —pregunta Nahomi para cambiar el tema—Hace un par de años jamás hubiera imaginado que la administración fuera parte de tu fortalezas.

—Tampoco yo —asegura con sinceridad Axel —. Sinceramente elegí esa carrera únicamente para contentar a mi padre. Pero terminó gustándome.

—Me alegro por ti —dice ella con alegría —. Pero, ¿cómo te las arreglas para que equilibrar tus responsabilidades de alfa y tu trabajo?

—En la manada somos una familia. A pesar de que soy yo quien tiene la última palabra, siempre tomó en consideración la opinión de cada miembro para así tomar las decisiones más justas. Así que mi ausencia no la sufren demasiado; saben mantener todo en orden aunque yo no esté por ahí.

Lux: Hospital para monstruos ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora