»Capítulo 6«

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Seis de octubre de 2015.

—Siempre a tiempo, señorita Barton —comentó la señora Bridge, sonriéndole con calidez. Sin embargo, el gesto se desvaneció en cuanto observó a la morocha de reojo, forzando una sonrisa—. ¿Pasa algo, querida? Luces abatida esta mañana.

—Todo está en orden, señora Bridge. Es un placer poder servirle de nuevo.

Elizabeth entonces observó a su alrededor y después le señaló la silla de enfrente. 

—Toma asiento conmigo un momento, por favor.

—Señora Bridge, yo...

—Lizzie. Puedes llamarme Lizzie, ya te lo había dicho en la cena en mi casa —expresó la mujer y finalmente Helena aceptó sentarse un momento—. He notado desde la otra vez que estás un poco decaída. ¿Todo se encuentra en orden, querida?

Entreabrió sus labios, intentando de ese modo que las palabras salieran de sus labios, pero ni siquiera se quisieron atrever a asomar, sino que sólo se mantuvieron escondidas y Elizabeth la observó con detenimiento, como si su mirada pudiera ver más allá de lo que estuviera permitido.

—Ha sido una semana difícil, es todo. Sólo necesito seguir adelante. Como mi tío dice, una mala semana no define que una vida lo sea.

—Bueno, tu tío tiene mucha razón. Los días malos existen. Justamente ayer Vincent tuvo uno y estuvo con esa cara de Bulldog que hacía cuando le molestaba que Aaron brincara en la mesa de la sala o incluso cuando lo atrapaba inundando la tina del baño con sus barcos de papel flotando —explicó Lizzie y entonces Helena rió, intentando imaginarse al único hijo de los Bridge que arrasaba más de los cuarenta años.

—¿Y cómo se encuentra hoy?

—Oh, ya sabes cómo dicen ese dicho: feliz como una lombriz —y rió entre dientes, tomando de su jugo de naranja al tiempo en que veía a la morocha curvear los labios en una pequeña sonrisa—. ¿Cómo estarás tú mañana, Helena?

Y lo pensó. Realmente lo hizo durante un rato, hasta que tomó la decisión de sólo tragar saliva y soltar un pesado suspiro.

—Bueno, depende.

—¿De qué? —preguntó la señora Bridge.

—De lo que conlleve el trayecto de la situación —hizo una pausa y presionó los labios un instante—. Tal vez hasta deje de trabajar un tiempo.

Elizabeth entonces entrecerró los ojos, la observó detalladamente al rostro, analizando cada pequeño indicio de información que pudiera transmitir de manera no verbal. Ya sabían ese pequeño refrán de que el cuerpo es un sinfín de comunicación explícita y escondida; sólo aquellos que fueron lo suficientemente curiosos y pacientes podrían lograr encontrar el significado detrás de un fruncido de labios o el ligero movimiento de los hombros.

Entonces los ojos de Lizzie Bridge se entreabrieron en unos segundos y una de las comisuras de sus labios se curveó de inmediato. 

—¿Cómo no pude notarlo? Mi Dios, Helena, es una maravillosa noticia.

—¿Perdón? —parpadeó unas veces sin comprender del todo a qué se refería la mujer.

—Oh, ¿no se lo has dicho a nadie? —entonces se encorvó hasta aproximarse a Helena y le susurró—. No le diré nada a nadie, lo prometo.

—¿De qué habla? —preguntó Barton.

—Pues del bebé.

El rostro de Helena perdió todo rastro de color natural y literalmente parecía como un fantasma deambulante.

𝐒𝐚𝐯𝐞 𝐲𝐨𝐮 𝐟𝐫𝐨𝐦 𝐇𝐞𝐥𝐥 [𝐌𝐚𝐭𝐭 𝐌𝐮𝐫𝐝𝐨𝐜𝐤]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora