»Capítulo 75«

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Años atrás...

-¡Cariño!

-¡¿Si, bebé?!

-¡¿Sabes dónde están mis aretes con forma de cisne?!

-¡Ah, no, no los he visto!

La reacción de ella al tener esa respuesta es resoplar con un pequeño bufido, aunque también siente cierta frustración y sólo le queda tener que aceptar tomar los otros aretes, lo de cadena con óvalos y se los coloca con cautela, observándose fijamente en el espejo. Era una noche especial, cenaría con los padres de su prometido y les anunciaría sobre el compromiso tras dos semanas de estárselos ocultando.

Usaba un extravagante vestido largo para su preferencia, color ciruela, de manga larga con un ligero escote en uve y pequeñas incrustaciones de piedra preciosa colocadas en sus hombros. Era un estilo poco convencional para sus gustos, pero a su suegra le encantaba y es por eso que su prometido lo había elegido. Por un momento pensó en utilizar otro, pero él le afirmó que se vería perfecta. Siempre decía eso con cualquier vestido que, a su parecer, podría encantarle a la gente y a sus respectivos padres.

De pronto llega él por detrás, sujetándole la cintura con esas suaves manos mientras le da un casto beso sonoro en la mejilla y la observaba por el espejo de cuerpo completo.

-Vaya, vaya, ¿quién es esa preciosura? -Helena sólo baja la mirada y entonces lo veo de reojo, sonriendo-. Oh, aguarda. Pero si es mi prometida, Helena Barton. Y muy próximamente, por supuesto, Helena Reid, la señora Reid.

-Peter -ríe un poco cuando él besa su cuello y una de sus manos sube por su vientre, buscando acariciar su seno cubierto por el vestido-. ¿Sabes qué no podemos llegar tarde de nuevo?

-Lo sé, pero te ves tan sexi -expresa con un ronco tono con acento británico y entonces Helena ríe entre dientes, alejándose echando la cabeza hacia atrás. Peter entonces suspira y se aleja con una media sonrisa-. Bien, hay que irnos. Pero en cuanto volvamos, no te escaparás de mí.

-Intentaré no poner fuerza -bromea la morocha y entonces se gira a la vez que acomoda su vestido, moviendo sus brazos en su regazo y sacudiendo cualquier rastro de polvo-. ¿Te espero en la sala?

-Si, sólo voy por la corbata y te alcanzo.

Helena entonces sólo no responde, pero lo escucha perfectamente y comienza a andar hasta la salida de la habitación que ambos compartían. Los tacones resonaban, pero no tardan en alejarse hasta desaparecer casi por completo.

Finalmente, tras algunos minutos, la pareja sale del apartamento en donde vivían. Peter estaba caminando al lado de su prometida, tomándole la mano con firmeza mientras ella usaba un abrigo y se movía con cuidado hasta el auto de su prometido. Al llegar, ella misma abre la puerta del copiloto a la vez que el hombre sólo rodeaba y abría su propia puerta, la del piloto.

Al llegar al lugar del evento, las luces iluminaban la entrada con la pequeña fuente de querubín a la derecha, acompañado a la izquierda de un precioso camino de piedras gigantes que asemejaban a las de un lago mientras las grandes rejas negras con las iniciales del apellido decoraban en curva con pequeños círculos alrededor de los extremos finales de la letra.

Helena bajó con cautela y Peter la logró alcanzar para tomarle el brazo, ayudándola a andar después de que ella se lo pidió. Y mientras llegaban a la entrada, utilizando el hermoso anillo de compromiso con un diamante cuadrado y gigante que brillaba contra la luz de la lengua casi llena, ella se sintió tan satisfecha de darse cuenta de que más de una persona se había aproximado para felicitarla por el compromiso. Incluso Samantha Griffiths, una de sus mejores amigas y mejores clientas del restaurante en donde trabajaba desde su llegada a Londres, aparecía con esos largos cabellos lacios con tonalidad platinada bajo la noche, y soltaba un agudo y bajo gritito de alegría.

𝐒𝐚𝐯𝐞 𝐲𝐨𝐮 𝐟𝐫𝐨𝐦 𝐇𝐞𝐥𝐥 [𝐌𝐚𝐭𝐭 𝐌𝐮𝐫𝐝𝐨𝐜𝐤]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora