»Capítulo 57«

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—Mickey —le susurra Helena y entonces los ojos de él deambulan debajo de sus párpados—. Mickey, despierta.

Le sacude el hombro y entonces Matthew despierta, admirando de manera somnolienta su alrededor hasta que incrusta sus ojos en la niña que está a su lado.

—¿Lou? ¿Qué...? -se levanta de la cama, sentándose en la orilla mientras se talla los ojos perezosamente—. ¿Qué haces aquí?

—Tu papá despertó temprano —expresó Helena y entonces dejó de ocultar sus manos en la espalda. Y entonces esparció una gran cantidad de confeti sobre Matthew—. ¡Y es por tu cumpleaños! ¡Mickey, es tu cumpleaños!

Y al decirlo tan alto, Jack Murdock sale desde su escondite, sosteniendo un pequeño pastel casero en sus manos hasta que con cautela enciende una velita que hay en medio. En cuanto eso ocurre, Matt ladea su cabeza y sólo escucha como su mejor amiga y su padre le cantan el feliz cumpleaños.

Eso parece emocionarlo, causa un gran vuelco de alegría en su corazón y simplemente sonríe mientras Jack le extiende el pastel y le dedica su más grande sonrisa que puede realizar al ver a su hijo cumplir otro año más de vida.

—Feliz cumpleaños, Matty. Vamos, sopla la vela, es tu día, hijo —le dice su padre y Helena da unos pequeños saltos antes de ver que Matt incrusta sus ojos avellanos sobre ambos a la vez que sopla la velita.

Y cuando lo hace, Helena se abalanza, abrazándolo rápidamente mientras ríen en conjunto y Jack sólo admira la forma en que su amistad se vuelve tan fuerte a lo largo de los años. En este caso, siendo el tercer año consecutivo que celebrarían juntos algún cumpleaños de ambos niños.

Fue algo maravilloso, pero como siempre, Helena lo sorprendía cada vez que tenía la oportunidad y en ese octavo cumpleaños logró un gran impacto en el pequeño Murdock. Se habían colocado sus abrigos y Jack y Barney los llevaron a dar una vuelta al parque, dejando que se divirtieran un rato hasta que a la pequeña Barton se le viene a la mente el desviarse un momento.

—Quiero darte tu regalo, Mickey —le dice Helena mientras se cubre con la bufanda y Matt une sus cejas.

—¿Justo ahora? —pregunta el niño con una media sonrisa y su mejor amiga busca en el bolsillo de sus pantalones con flores cosidas que su propio padre aprendió a coserle para ver a su hija feliz.

Al lograr lo que quería encontrar, finalmente toma la mano de su mejor amigo y se dirige a la entrada de la pista de hielo que había en el Wollman Rink, justo en Central Park. Helena sólo toma sus monedas que había ahorrado durante todas esas semanas y se apresura a pagar dos pares de patines que rentaban cerca. Finalmente ve a Matt de reojo y se los extiende.

—¿Estuviste todo este tiempo...?

—Siempre quisiste aprender a patinar —le dice Helena y se sienta un momento, lista para colocarse el par—. Vamos, ¿qué esperas, Mickey?

Matthew entonces se apresura, listo para seguir a su mejor amiga. Y mientras eso ocurre, finalmente se alzan, tomándose las manos y sonriéndose mutuamente a la vez que el pequeño Murdock contempla cada detalle a su alrededor.

La manera en que las personas van y vienen, deslizándose por el lugar, dejando que sus risas y sus carcajadas se propaguen por el gélido viento. Esa escena jamás la olvidaría, es algo que sabía con convicción y sólo disfrutó cada caída, cada risa y cada instante en que pudiera hacerlo, girando de un lado a otro, tomando firmemente la mano de Helena Barton, dejando que sus oídos se deleitaran de las carcajadas de la niña.

—¡No me sueltes, Mickey! —gritaba ella y Matt fingía hacerlo—. ¡Mickey, basta!

—No lo haré. Lo prometo, lo prometo, Lou —y se largaba a reír tan fuerte que Barney Barton reaccionó e incluso fue con Jack Murdock a buscar a los niños.

𝐒𝐚𝐯𝐞 𝐲𝐨𝐮 𝐟𝐫𝐨𝐦 𝐇𝐞𝐥𝐥 [𝐌𝐚𝐭𝐭 𝐌𝐮𝐫𝐝𝐨𝐜𝐤]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora