»Capítulo 67«

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—¿Matt sabe cómo te sientes?

Ella se queda callada, de hecho, ni siquiera toma del vaso con agua que le ha traído la mesera y entonces Karen presiona sus labios, empezando a comprender un poco sobre lo que pasaba.

—Sabes que puedes contarme lo que sea, Helena —la morocha parpadea varias veces, después parece volver de su trance y por fin levanta la vista—. No puedes seguir con esto, es peligroso para tu salud y tu condición.

—¿Y si no estoy segura de querer estar así?

Lo había soltado. Entonces la rubia ni siquiera se sorprende, sólo tiene el rostro en estado neutro, contemplando cada facción de Helena y esperando hallar algo más que la verdad. Pero esta brillaba en cada estructura ósea, en cada detalle que construía su rostro y supo que era su sentir, que era la realidad que la carcomía hace un tiempo en la cabeza.

—¿Lo hablaste con Matthew?

—Podría no hacerlo —expresa Helena, con las facciones oscuras y los ojos opacos de ese ciego sentir que pasaba los límites.

—Helena, esto no es una decisión aleatoria —se inclina y busca tomarle la mano, pero la morocha sólo baja sus manos por debajo de la mesa y comienza a juguetear con ellas—. Matt tiene que saberlo. Él tiene el derecho.

Y no podía alegar a eso porque sabía que Karen tenía razón. Después de todo, él no la abandonó poniéndole los cuernos con otra mujer y su única opción fue irse del país a otro continente. Pero, ¿por qué sentía que sólo empeoraría las cosas? ¿Por qué siente que está próxima a ser la causa de otra discusión entre Matt y Dakota?

Ya habían tenido bastantes desde que volvió, al menos la última semana han sido tres y eso no parece agradarle a la morocha.

—¿Por qué tengo que tomar esta decisión, Karen? Dime, ¿no has pensado en porqué?

—¿Por qué? —repite ella.

—Si —asiente con la cabeza y continúa—. ¿Por qué nos tocó? ¿Por qué, de entre todos, fuimos elegidas para perder cinco años de nuestras vidas?

—No lo sé, pero al menos no lo pienso demasiado. Si lo hago, voy a caer en un espiral, y es lo que menos quiero en estos momentos.

—Pero debe haber un por qué —alega Helena y luego mira el crucifijo que sus manos toman con delicadeza de su cuello y lo admira pocos segundos—. ¿Por qué Dios eligió esto para mí?

Karen no sabe qué responder. Ni siquiera sabe cómo reaccionar y mantiene silencio durante algunos segundos hasta que Helena eleva la mirada de nuevo y ajusta sus ojos avellanos agotados sobre ella.

—No le dirás a Matthew, ¿verdad? —Karen entreabre los labios, lista para decir algo al respecto—. Quiero decírselo, pero...no creo que sea un buen día. Tal vez hasta tenga planes.

—Prométeme que se lo dirás —expone Page con un tono repleto de preocupación y Helena presiona sus labios, desviando la vista—. Helena, no tardes demasiado, por favor.

—Lo prometo —dice ella, pero su semblante está tan perdido en la incertidumbre y angustia que Karen sólo aprieta su mano contra la de la morocha, buscando alentarla, a ayudarla y apoyarla en lo que necesitara.

Después de todo, siempre estaría para la mujer; en las buenas y en las malas.

~•~•~

Matthew tenía tantos sentimientos encontrados. Además, el estrés con la mezcla de la angustia provocaba que incluso a veces tuviera que tomar grandes bocanadas de aire para que entrara oxígeno a sus pulmones.

𝐒𝐚𝐯𝐞 𝐲𝐨𝐮 𝐟𝐫𝐨𝐦 𝐇𝐞𝐥𝐥 [𝐌𝐚𝐭𝐭 𝐌𝐮𝐫𝐝𝐨𝐜𝐤]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora