»Capítulo 37«

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Doce de mayo de 2017.

—¿Nerviosa?

—Siéndote sincera, la verdad que sí —confesó la morocha, incapaz de poder evitar sentir que su cuerpo se tensaba ante la sensación que la carcomía por dentro.

—Estaremos bien —comentó Georgette y Helena sonrió de soslayo antes de por fin terminar de acomodarle el cierre del vestido de su mejor amiga—. Listo. ¿Ya te has visto?

—Lo hago en este momento —expresó la morocha con una media sonrisa antes de girarse mientras veía su reflejo en el espejo de cuerpo completo—. No puedo creerlo, Georgette, esto es...

—¿Fascinante? ¿Maravilloso?

—Ambos —exclamó con una risita la morocha a la vez que la francesa retrocedía con su bastón firme contra el suelo—. Espero que la gente le agrade el menú que elegimos por la inauguración.

—Tonterías. ¿Quién no querría un postre gratis en la compra de cualquiera de nuestros paquetes iniciales?

—Y además tendremos a alguien regalando algodones de azúcar para los niños —agregó Barton mientras se acomodaba los pendientes en sus orejas.

—Tú no te preocupes. Estará todo de maravilla —habló la rubia con una media sonrisa y luego se sentó en el borde de la cama, volviendo a tomar aire por la boca.

—¿Estás bien, Georgette? —giró a ver a la mujer y entonces colocó toda su atención en ella.

Dragon colocó su bastón en el regazo y entonces asintió varias veces.

—Subir escaleras aún me es... difícil —confesó.

Helena se había acostumbrado a escuchar a su amiga en su tono más bajo y aún lento en ocasiones. Después del derrame que tuvo hace más de un año atrás, Georgette tuvo que trabajar bastante para volver a hablar con una fluidez como la que tiene ahora mismo. Pero, con ayuda de Helena y de la gente que la quería, el apoyo incondicional logró que su fortaleza se intensificara y saliera adelante.

—Podríamos llevar a cabo la idea que te dije.

Georgette frunció las cejas y sólo se volvió a elevar.

—El ejercicio es bueno. Lo pensaré después. Gracias igualmente.

Y de pronto escucharon el ligero lloriqueo que provenía de la sala de estar. Helena se apresuró a tomar los tacones que usaría ese día y entonces se encaminó hasta la salida de su habitación. Georgette la seguía por detrás y luego asomaron la cabeza, encontrándose con la escena de la pequeña Michelle lanzando el pequeño cubo de madera hacia su tío Franklin "Foggy" Nelson.

—Oye, pequeña, eso no se hace.

La bebé entonces alzó sus brazos y soltó otro quejido.

—Tan sólo me voy treinta minutos y ya ha puesto tu mundo de cabeza, Foggy —expresó Helena con una sonrisa y el rubio abogado no tardó en reír entre dientes.

—Hablamos de Michelle Barton, la pequeña quisquillosa que adora quitarme los cubos de madera cada vez que tiene la oportunidad —explicó Foggy y Helena tomó en brazos a su hija.

—¿Eso es verdad, amor? —miró a la niña de repente y Michelle Barton se chupó el dedito, negando varias veces con la cabeza, lo cual provocó que Nelson abriera la boca con un gesto de indignación—. Bueno, al parecer el tío Foggy está mintiendo, ¿verdad?

Michelle asintió y la boca de Foggy se abrió más.

—Señorita mentirosa, eso es lo que eres, pequeña tramposa —alegó con una risita el hombre, así que le hizo cosquillas en su estómago y la pequeña soltó una carcajada antes de esconderse en el cuello de su madre—. Me parece que ya están listas para salir, ¿verdad?

𝐒𝐚𝐯𝐞 𝐲𝐨𝐮 𝐟𝐫𝐨𝐦 𝐇𝐞𝐥𝐥 [𝐌𝐚𝐭𝐭 𝐌𝐮𝐫𝐝𝐨𝐜𝐤]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora