»Capítulo 44«

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La desesperación y frustración son una mala combinación. En muchos de los casos, la ira corrompe el alma y genera que esa mezcla borbotee como si una olla de vapor estuviera a punto de explotar. 

En este caso, era una metáfora, pero era tan realista con esa similitud de las emociones que Matt Murdock tenía en esos momentos que la hermana Maggie era testigo de ello.

—No puedo creer que fui tan estúpido para creer que tenía a Fisk acorralado. Él sabía que yo encontraría al testigo, ¡yo llevé a la oveja al matadero! ¡Jasper Evans murió! ¡Murió, y deja un hijo vivo, y es mi culpa! —las fosas nasales se le hincharon al estar aspirando aire mientras lo exhalaba con tanta ferocidad que Maggie sólo lo escuchó. Quieta y sin decir nada por mientras—. Estaba seguro...de que al fin estaría frente a ese maldito. Y Fisk sabía que yo lo pensaba, estaba esperándome.

 Y Fisk sabía que yo lo pensaba, estaba esperándome

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—Matthew...

—A Foggy, a Karen y a Helena pudieron haberlos matado... Y yo no podría haber hecho nada al respecto. Nada —exhaló eso último tras unos instantes de suspenso y la monja no tardó en alzar la voz, captando su atención mientras usaba el guante quirúrgico y esperaba a unos cuantos metros.

—Estás perdiendo sangre —le anunció—. Tengo que suturarte.

—Yo le hice caso —le señaló, acusándola—. Yo la escuché y ellos casi mueren —tomó aire y después exhaló—. Maldita sea, soy un idiota.

—No. Yo soy la idiota. Te dije que involucraras a tus amigos...y empeoré las cosas —dio varios pasos hacia enfrente y luego volvió a hablar—. Estoy acostumbrada a poner buena cara cuando la gente trae sus problemas a la iglesia —mientras explicaba aquello, Matthew se aproximó a los escalones, sentándose con cuidado sin dejar de escuchar a la mujer—. Y me doy cuenta de que no sólo traen sus problemas, sino también sus respuestas si dejas que hable lo suficiente. Pero...a lo que te enfrentas está... —ladeó la cabeza, confundida, pero también aturdida de darse cuenta de muchas cosas— mucho más allá de mi experiencia y... —miró sus guantes—. Bueno, lo único que puedo hacer es suturar tus heridas y ayudarte a pensar claramente para que estés a salvo. Y tendré más cuidado en darle consejos al diablo —una sonrisa curveó los labios del hombre que se desangraba al escucharla decir eso—. Y ocasionalmente, es posible, que mantenga la boca cerrada.

—¿Podría dejarlo por escrito? —bromeó un poco, aligerando la tensión en sus facciones—. Yo sé que sólo intentaba ayudar.

—Ahora, ¿puedo ver tus heridas, por favor? —al decir eso, finalmente, la hermana Maggie fue en búsqueda de sus herramientas esterilizadas para encargarse de curar a Murdock.

Cuando volvió, Matthew se había desabrochado la camisa ensangrentada, dejando expuesto su torso y causando que la monja se quedara atónita al observar las heridas que adornaban esa zona. Había unas que otras que habían sanado y cicatrizado, pero la marca quedaría allí por siempre.

𝐒𝐚𝐯𝐞 𝐲𝐨𝐮 𝐟𝐫𝐨𝐦 𝐇𝐞𝐥𝐥 [𝐌𝐚𝐭𝐭 𝐌𝐮𝐫𝐝𝐨𝐜𝐤]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora