VIII ☾

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A Hongjoong no le sorprendió que la manada escogiera un entorno natural para celebrar. De ninguna manera los imaginaba armando fiesta en una ostentosa casa de vecindario hollywoodense como aquella a inicios del verano.

Kenza era una zona para camping ubicada al sur del valle, donde el río de Daena, al acercarse a su desembocadura, se volvía más ancho y con aguas más calmas, asemejándose a un lago. Tenía senderos naturales, miradores espectaculares, zonas con mesas para hacer barbacoas y amplios pastizales para estirar manteles de picnic. Llegar a una zona tan apartada era complejo si no se contaba con vehículo propio. Por eso los lobos insistieran en pasar por ellos cuando confirmó su asistencia y él no se sintió mal por aceptar. Ese martes en la cafetería intercambió número con el dueto del mal, y desde entonces ni Urika ni Wooyoung paraban de escribirle como si fueran amigos de toda la vida. Los dos eran confianzudos y curiosos. Para todo querían saber un "¿por qué?" como los niños, y les gustaba burlarse de su manera "sabionda" de hablar. Todo aquello hizo que Hongjoong también se sintiera en confianza.

—¡Hongito, qué guapo te ves!

Gritó Urika desde la ventana del copiloto cuando lo vio salir del edificio de San. Hizo sonar la bocina aparatosamente aunque no fuera necesario. Yunho, que iba de conductor, falló en detener la mano que se interpuso en su volante.

—¡Qué sexy!

"Sexy" parecía la palabra favorita de Wooyoung. Él iba atrás, desde donde soltó obscenos silbidos.

El mago llevaba unos pantalones de mezclilla desteñidos, con patrones decolorados que él mismo había hecho con lejía. Le llegaban hasta las canillas y dejaban ver unas medias blancas que se perdían dentro de unas zapatillas negras. Arriba completaba una camisa encajada en el talle alto del pantalón, de mangas cortas y rayas verticales con tonos que iban del café hasta el amarillo, sobre fondo lila. Nuevamente, los primeros botones iban sueltos insinuando un poco de piel. Todo el atuendo tenía un aire muy ochentero.

San, que salió detrás de él, lucía aún más increíble. De día, Choi San siempre llevaba vaqueros simplones y camisa blanca. Recientemente se había cortado el flequillo y se había rapado los laterales, lo que ya le daba bastante personalidad. Pero de noche, cuando se desdoblaba, como él mismo decía, se volvía más creativo. Aquella vez usó unos pantalones negros entallados y altos, y una camiseta encajada con nada más y nada menos que animal print de leopardo. "Para provocar a los lobos" aseguró antes cuando se la abotonaba, haciéndolo reír. Después el anaranjado lo ayudó a recogerse las mangas hasta por debajo de los codos. Todo un galán.

—Lo siento, alguno de ustedes tiene que cargar al otro. Urika y Wooyoung insistieron en venir —se excusó un apenado Yunho por su auto de payaso.

En realidad era una camioneta bastante amplia pero en la parte de atrás ya iban tres personas: Wooyoung, el lobo cobrizo de semblante gruñón y otro chico de bonitos rizos dorados. No era la primera vez que veía al último con la manada a pesar de que no era un licántropo sino un hada. Era fácil identificar hadas aunque no tuvieran las alas al aire por el bonito brillo que titilaba en sus tersas mejillas. Supuestamente lo iban perdiendo a medida que avanzaban en la adultez, pero Hongjoong nunca había tenido la oportunidad de comprobarlo.

Definitivamente estaba fuera de su zona de confort al interactuar con razas diferentes, pero no se sentía extraño. Fue liberador descubrir que estaba cómodo, menos nervioso de lo que estuvo a comienzos del verano pero también el triple de emocionado. Era San el que ahora parecía estar en problemas. Empujó un poco a su amigo para que entrara primero y después se acomodó en su regazo. El pelinegro pareció agradecer esa especie de escondite que su cuerpo le brindó.

Don't Lose Your Grip on Love {Minjoong}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora