XXIV ☾

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A la velocidad que fue Mingi, el hielo que azota las noches de Daena, incluso durante el verano, se sintió afilado en sus mejillas. Aunque ocultó su rostro contra la espalda del lobo, Hongjoong tembló con expectación.

—Están subiendo, nos encontraremos con ellos en el camino —explicó elevando la voz para recordarle al alfa que debía bajar la velocidad.

Y así fue. En la misma carretera que regresaba a la ciudad, interceptaron a la camioneta que subía. El vehículo derrapó cuando mal frenó saliéndose de la vía. Mingi estacionó justo al lado y para cuando estabilizó la moto el mago ya había bajado de un salto.

—¿Qué pasó? —le preguntó el anaranjado a un tenso Seonghwa que se bajaba del asiento del conductor. Venía tan nervioso que azotó la puerta como si quisiera partir el vehículo en dos. Pero fue Seongjin la que contestó desde el asiento del copiloto, con una mano en la frente y notoriamente mareada por la forma en la que había manejado su hermano.

—Ugh. Joder. No lo sé. Algo lo atacó. Un animal. Lo llevamos a la mierda de hospital ese pero nos dijeron que no lo podían curar. Dijeron algo sobre contenerlo y no nos gustó.

—Querían quedarse con él, iban a quitárnoslo y luego iban a dejarlo morir —intervino Seonghwa con sus manos firmemente ancladas en sus caderas, la rabia inyectada en sus palabras—. Tuvimos que sacarlo de ahí.

La loba encendió las luces dentro de la camioneta. Hongjoong no dio crédito a lo que escuchaba. No tenía sentido. El acuerdo civil asegurada que todas las criaturas dentro de este tuvieran acceso a lo básico y más, y el estado actual de los licántropos incluso les daba un trato preferencial. Era sumamente extraño que en el hospital de Daena, con buenos magos sanadores y otras razas con poderes curativos, les hubieran negado la atención. Pero no perdió tiempo en cuestionamientos y fue hasta la parte trasera del auto. Abrió la puerta para ver como Jongho, con Yunho recostado contra su cuerpo, trataba de secar el rostro del más alto. Yunho sudaba mares. Más bien parecía que le habían arrojado un balde de agua. El can enseñaba la dentadura en una mueca de dolor, reteniendo quejidos.

—Tú eres sanador. Puedes hacer algo, ¿no? —interrogó Seonghwa ya detrás suyo junto a Mingi. El alfa observaba con una postura rígida y atenta, pero en silencio.

Los demás lobos parecían histéricos. El maguito conservó bastante bien la calma, pero honestamente, ¿qué podía hacer él, que apenas iba en segundo año de sanación, para tratar una herida que los expertos y licenciados del hospital aseguraron no poder manejar? Eso pensaba cuando algo empezó a enredarse en su aura oculta. Algo estaba realmente mal con Yunho.

—¿Puedo ver? —preguntó con cautela y Yunho asintió, pero fue Jongho quien lo ayudó levantando la camiseta de su lobo para enseñar la herida en la cadera. Era una marca abominable. Una mordedura que parecía haber sido hecha con dientes de alquitrán. Y la brea que fue inyectada, cual veneno, avanzaba despacio alrededor de la herida, esparciéndose como raíces bajo la tierra.

—Duele mucho —murmuró Yunho en un sollozo, apretando los párpados.

—Hongjoong, ¿puedes curarlo? —rogó Jongho tan torturado como Yunho. Aunque él no sudara ni se retorciera, podía sentir el dolor de su pareja.

El mago no respondió. La abrupta comprensión lo dejó pasmado. Ahora entendía todo, desde la respuesta del hospital hasta el deplorable estado de Yunho sólo por una mordida. Pero el fenómeno en sí mismo abrió otro mar de dudas y preocupaciones.

—Hongjoong —insistió el cobrizo.

—Hey. —Esta vez fue la voz de Mingi quien habló, consiguiendo que espabilara. El lobo le dio un apretón en el hombro—. ¿Puedes?

Don't Lose Your Grip on Love {Minjoong}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora