XXVII ☾

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Antes de enfrentarse a fuerzas oscuras, los dos magos bajaron de la montaña esa misma tarde en busca de provisiones. Ambos necesitaban ingredientes y otros elementos para la aciaga superluna, así como algunas mudas de ropa y un momento a solas.

—Los únicos trucos que yo tengo bajo la manga son literalmente para animar fiestas. De verdad estás loco —riñó San apenas entraron en su modesto apartamento.

—Ya, San. Perdóname. Yo intenté hacer lo correcto. Tú lo escuchaste, no quieren saber nada de La Alianza —La voz de Hongjoong sonó con culpa y arrepentimiento. Él sabía que estaba obrando con imprudencia.

—¡No lo digo por eso! Lo de La Alianza también era una locura, a ti es al que menos le conviene. Pero, Joongie, no puedes hacer esto solo.

—No lo haré solo, te tengo a ti.

—Hongjoong.

—San, San. Tú puedes hacer más de lo que crees. Ahora, ¿estás listo? —animó ofreciendo sus brazos abiertos.

Su amigo suspiró y acudió a ellos. Se dieron un prieto abrazo por largos segundos tal como venían haciendo cada día que podían desde que acordaron el proceder respecto a las manchas de San. Estuvieron así un rato y San sintió esa densa influencia desplegándose a su alrededor. Ahora estaba más familiarizado con ella pero no dejaba de estremecerlo. No se movieron hasta que Hongjoong aflojó sus agarres. Después fue a la mesa de noche y regresó frente a su amigo con una vela en las manos.

—Ahora enciéndela.

San obedeció. Al emitir el chasquido que fue como chispa para la mecha, a su alrededor se asomó esa nube de poder, prolija y potente. Era más grande que al inicio del verano y sus características vetas negras habían crecido considerablemente, al punto de que ya no podía decirse si era blanca con vetas negras o negra con vetas blancas.

—Está más fuerte y caótica que la última vez —observó, y el azabache hizo una mueca de descontento por lo que Hongjoong tuvo que adelantar una sonrisa para aclarar—: pero es normal. Y hoy tampoco se asoma ni pizca de corrupción. Es otra cosa la que me preocupa.

—¿Qué? —saltó San impaciente y alarmado.

—Al ritmo que están creciendo las vetas no creo que la transformación esté completa de aquí al lunes.

—Por el río de magia, Hongjoong. No puedo comenzar las clases así. Pierdo el semestre o me descubren y me encierran de por vida. De momento debería pausar la matrícula...

—No. Eso sería peor. Si lo haces llamarás la atención de tus supervisores. No desesperes, ¿sí? La primera semana sólo es teórica, y en caso de que algún profesor se entusiasme demasiado pensaremos en una excusa para que no tengas que hacer ninguna demostración.

El azabache resopló botando todo el aire de sus pulmones para luego aspirar profundo. Con oxígeno renovado llegó la calma y asintió.

—¿No estarás siendo muy pudoroso con Wooyoung? —soltó de repente el anaranjado.

—¿Tu crees? —San enseñó sus hoyuelos entre la risa y la vergüenza, pero tuvo la mente suficiente para devolver el ataque—. No todos podemos ir volando como tú.

Hongjoong, que ya se esperaba un efecto espejo, se enrojeció hasta las orejas al mismo tiempo que reía. Con San nada le daba vergüenza en realidad. Bueno, casi nada.

—Ojalá —fue lo que contestó, desviando por un momento la mirada—. Pero no tienes por qué atacarme. Yo sólo quiero asegurarme de que el plan salga como tiene que salir —dijo haciéndose la pobre víctima, con todo el teatro de alojar una palma en su pecho.

Don't Lose Your Grip on Love {Minjoong}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora