Era una mañana especialmente fría, pero el sol azotaba como un dictador. Mingi se había puesto lentes de sol para conducir esa camioneta de parrilla que Han tenía para transportar suministros del taller, y que le cedía Mingi según conviniera. Mingi apretaba el volante con una sola mano y con la otra daba palmadas en la puerta al ritmo de The Jon Spencer Blues Explosion. Confused era su canción favorita de esa banda, y no porque la confusión fuera el verdadero estado perpetuo de su alma, sino porque la encontraba irreverente, y eso le hacía gracia. Wooyoung tenía razón cuando decía que era un simple. En su temprana adolescencia puede que sí se hubiera fijado en la canción por sus letras. Fue un dramático como todo púber, pero ahora sabía que a su vida y sus emociones no la regían ninguna puta banda sonora, y que si todavía estaba tan perdido como en su adolescencia era porque lo habían escupido de mala manera en un mundo al que no pertenecía.
Había nacido a destiempo, sin raíces, sin nombre, en ningún lugar. No entendía a las criaturas de Haneul, pero había llegado a quererlas. Primero al viejo ese que se empeñó en convertirlo en algo más que un animal. Después a todas las personas de Daena que dejaron de temerle para darle una oportunidad, incluyendo la manada en la que acabó atascado. Y luego, de repente, también apareció Hongjoong.
Lo vio a lo lejos en esa parada peatonal frente a la terminal norte de Daena, donde habían acordado encontrarse. Llevaba un suéter azul celeste y unos vaqueros claros muy bien entallados. Mingi se inquietó, porque se dio cuenta de que su cuerpo estuvo esperando toda la mañana por el olor de ese mago para calmar algo que lo atormentaba, pero Hongjoong no le dio el gusto. El puto hechizo inodora le jodía la vida.
—Sube —dijo cuando paró el coche frente a él. Se estiró para abrir la puerta del copiloto.
Hongjoong aceptó la invitación con ojos de curioso. Se puso el cinturón de seguridad como el tío legal que era y repasó el interior de la camioneta.
—¿Y tu moto? —preguntó.
—Para ir a Noira y volver vamos más cómodos así —respondió Mingi mirándolo con fijeza.
Hongjoong no le correspondía. Asintió sin mirarlo y se acomodó en el asiento. Tampoco decía nada. Mingi podía entender que lo de Yeosang hubiera enfriado las cosas, pero ese mago había escogido el peor día para quedarse callado.
—¿No me ibas a contar todo lo que sabes? —dijo para romper el silencio.
—¿Me vas a creer?
Mingi debió decirle en ese momento lo que sentía, lo que pensaba: que en realidad confiaba en él y en sus intenciones, que le daba igual lo que pudiera estar escondiendo porque tenía la extraña certeza de que Hongjoong estaba de su lado, pero dicha fuera la verdad: Mingi aun temía que acercar a Hongjoong a su vida significara desafiar al destino de alguna manera.
—Tú verás —acabó diciendo como un imbécil.
—Eso no es muy alentador, Mingi.
—Ya. —El lobo se encogió de hombros—. Cuenta.
—No. Aunque no lo parezca, prefiero no gastar saliva en vano.
—Tienes razón, no lo parece.
Ahí estaba de nuevo ese lado suyo que salía cuando el mago estaba cerca. Hongjoong provocaba muchas cosas que nadie más provocaba, pero aquella era la más patética. Mingi se convertía en un niño ansioso por incordiar y rebatir. El hecho no lo avergonzaba, pero lo hacía pensar. Se daba cuenta de que, incluso si era discutiendo, la compañía de ese mago lo llenaba. Le gustaba que pusiera esa cara indignada en la que separaba los labios y fruncía las cejas. Para cuando volvía a cerrar la boca, escogiendo no decir lo primero que se le venía a la cabeza, ya se había cruzado de brazos.
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Don't Lose Your Grip on Love {Minjoong}
RomanceYunara es la única universidad del reino que admite a todas las razas sobrenaturales que se han sumado al acuerdo civil. En su campus los aburridos y estudiosos magos, futuros eruditos, conforman la base de la pirámide de popularidad, mientras que l...