LXI ✹

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No sé si estaré aquí para cuando amanezca.

En un sueño que Mingi tuvo después de ver por primera vez el verdadero aspecto de Hongjoong, el mago le dijo exactamente las mismas palabras. Ahora sabía que no había sido un diálogo inventado por su subconsciente, sino que era un resquicio del recuerdo de cuando se conocieron.

Mingi ignoraba cómo era para los demás alfas, pero él creía haber visitado la forma intermedia más que ningún otro. Desde que empezó a vivir en los bosques y en sociedad, los constantes y variopintos estímulos fueron muy abrumadores para él. Al principio, Mingi no sabía cómo gestionarse a sí mismo. Ni siquiera sabía comunicarse con palabras. Tampoco le gustaba acudir a su forma animal. Por eso, la única manera que le quedaba a su torturada alma para deshogarse era la forma intermedia, y de tanto acudir a ella Mingi la conociá bien. El mayor problema de ese estado ambivalente era que los instintos primarios del lado animal estaban a flor de piel, pero sólo una parte del ser mágico se quedaba despierta: la que, sin obedecer al raciocinio, sucumbía a los males. En otras palabras, aquel era una estado caótico en el que ni una parte ni la otra tenía el control, sino que eran la rabia y la tristeza las que azotaban las riendas.

Haber reconocido a Hongjoong en ese estado significó que ni el animal ni el ser mágico fueron capaces de recordarlo después, pese a que el evento permaneció impreso en su alma.

Vaya, que haberlo reconocido de esa forma había sido tener una suerte de mierda.

El puto destino jugándosela otra vez.

«Me rompiste» recordaba haberle dicho a Hongjoong, y ahora lo sostenía. Después de verlo en esa fiesta a inicios del verano, después de conocer su tacto y de recibir un beso suyo, Mingi dejó de entender a su instinto por primera vez. Algo le advertía sobre ese mago pequeñito y sonriente, algo que Mingi no conseguía descifrar. En ese entonces no sabía que sólo su instinto se había quedado con el recuerdo de esa noche. Por eso la herida en su hombro nunca terminó de sanar. Se quedó abierta como prueba de que el encuentro entre ello dos no había sido un sueño ni una ilusión. La vocecita que había estado gritando en su cabeza desde que se reencontró con Hongjoong no trataba de advertirle que tuviera cuidado de él, sino que lo recordara. Le imploraba que recuperara lo que había perdido.

Ahí está.

Lo has encontrado.

Es él.

Sujétalo.

No lo dejes ir otra vez.

Joder. Si tenía todo el sentido del mundo. Por eso siempre volvía a buscarlo de una forma o de otra. Por eso la compañía de ese mago lo calmaba. Por eso llevaba semanas sintiéndose miserable, entre la espada y la pared. Por eso rechazar a Hongjoong se sentía antinatural. Por eso se había vuelto errático, sin parar de perder el control cuando se suponía que ya era una criatura civilizada. Por eso no soportaba la sola idea de que alguien más se acercara a Hongjoong. También por eso Sora no advirtió ningún cambio en su olor, porque antes de conocerla a ella y a toda la manada, él ya había reconocido a Hongjoong. La rubia siempre dijo que su olor era extraño, que no se parecía al de ningún otro licántropo. Hasta para eso tuvo mala suerte, porque si Sora le hubiera dicho que él olía como un lobo que ya había encontrado su destino, Mingi habría estado alerta, y esa misma noche que se cruzó con Hongjoong en la fiesta habría sospechado que su destino era él.

Siempre fue él.

¿Y dónde quedaba todo lo que había renegado de su naturaleza? Creyó toda la vida que él era diferente, que estaba exento de las leyes licántropas. Yunho le había dicho muchas veces que el día que reconociera a alguien entendería cómo hacía el mundo para girar alrededor del sol. Bueno, Mingi seguía sin tener ni puta idea sobre física, pero le bastó recordar de manera indirecta esa noche para que todo ese amasijo de sentires que tenía por dentro cobrara forma y nombre. Ya no habían dudas. Ahora sabía que al querer a Hongjoong no estaba yendo en contra de ninguna ley cósmica. Y tampoco se trataba de que el destino le había mandado a alguien aleatorio y él había caído ciegamente, como un esclavo. No sentía que fuera así. Era más bien que la primera vez que vio a Hongjoong pudo olfatear la esencia de su alma, y con ello leyó todas las futuras alegrías y tristezas, los momentos buenos y los no tan buenos. Tuvo un minúsculo vistazo a lo que sería una vida entera a su lado, y le encantó. Vio al verdadero Hongjoong, sin hechizos de por medio, sin máscaras o tribulaciones, con sus fortalezas, sus inseguridades, sus miedos y sus principios. Lo vio todo y lo escogió con convicción, fascinado con cada uno de sus pliegues. Ese era el último sentido licántropo. Eso era reconocer a alguien.

Don't Lose Your Grip on Love {Minjoong}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora