XLVI ☽

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Hacia un rato ya que las burbujas había desaparecido. Ahora el agua de la bañera se enfriaba a pasos agigantados, como si trajera prisa para congelar su piel, sus huesos y hasta su corazón. Ojalá lo hubiera conseguido. Ojalá se hubiera convertido en hielo para que después alguien lo golpeara hasta quebrarlo en miles de pedazos irreconocibles.

—Yeosang, ¿todo bien ahí?

La voz de Mingi vino del otro lado de la puerta. Con la cabeza recostada sobre sus brazos y rodillas, Yeosang parecía inmune al frío. Tenía la mirada perdida en la ropa doblada que el alfa había dejado para él sobre la tapa del váter. Había tardado demasiado, ya no podía posponerlo más.

Sin responder nada, se levantó y alcanzó la toalla que también fue dispuesta para él. Se secó sin prisa. Evitó mirarse al espejo cuando pasó por delante. Se vistió sin ganas y abrió la puerta. Mingi seguía ahí para mirarlo con esa preocupación limpia empapando sus ojos azules. Hizo el amago de decir algo, pero el mismo Yeosang lo calló dejando caer el peso de su frente contra uno de sus hombros.

—¿Podemos ir a la cama?

No supo qué cara puso el alfa, pero sintió la presión gentil de sus manos en los hombros.

—Vamos —dijo con el tono que usaba para todo lo demás.

Después le indicó cuál era su habitación y le pidió que se adelantara. Yeosang lo hizo. No encendió luces ni detalló el lugar, no quería encontrarse con nada que aludiera a Mingi y la vida pacífica y cariñosa que llevaba con su manada. En lugar de eso se metió a la cama y se cubrió con las sábanas. Cerró los ojos y respiró profundo. El alfa vino no mucho después. Se dirigió a su armario y se cambió la camiseta y el pantalón por prendas más holgadas antes de meterse a la cama con él. Yeosang se arrimó a él enseguida y Mingi se lo permitió. El alfa lo rodeó en sus brazos y él se acunó en su pecho. Yeosang lo había visto ser incluso más cercano que eso con otros miembros de la manada. Mingi era físico con todos. Hablaba poco y cuando lo hacia sonaba como un bruto, por en cuanto a caricias siempre tenía la adecuada para calmar a sus lobos. Yeosang supo desde el principio que Mingi no iba a discriminarlo. Mingi era un tipo de alfa que no existía en ninguna parte: entregado y afectivo, cálido y permisivo. Ya lo había visto con sus propios ojos y ahora lo usaba a su favor como si no valiera nada. El destino iba a castigarlo por eso y por otras razones.

Quizá ya lo estaba haciendo.

—¿Podemos dormir así? —preguntó el lobo del noreste.

Mingi le puso una mano en la cabeza antes de decir:
—Yeosang, todavía no puedo sentirte. Si no me dices qué te ha pasado no podré saberlo.

—Perdóname, Mingi. Sé que esto es... incómodo para tí, pero para mí...

—Eres de los míos —interrumpió el alfa—. Punto. Lo demás lo veremos cuando lo tengamos que ver. ¿O acaso es por mí que te encuentras tan mal?

—No. No es eso... Tú querías estar con ese mago, ¿verdad?

Hubo un largo silencio hasta que el alfa suspiró como si quisiera apagar un incendio con su aliento.

—Venga, Yeosang. Dime qué te pasa. Estás temblando.

—Tengo miedo, Mingi. Eunjin está cada vez peor y yo no puedo perderla. Es lo único que me queda.

—Lo siento, con todo lo que está pasando con Kena no te he preguntado ¿Qué podemos hacer para ayudarla?

—Yo haría cualquier cosa por ella. Lo que hiciera falta. ¿Tú entiendes eso?

Don't Lose Your Grip on Love {Minjoong}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora