—Lo rompiste. De verdad lo rompiste ¿Por qué, Hongjoong? —preguntó la tersa pero gélida voz de la mujer contra la ventana—. ¿Fui yo la que plantó en ti ese germen autodestructivo? No lo entiendo.
El mago no dijo nada. Permaneció de pie en medio de la habitación con la mirada gacha y los hombros tensos. Sus lágrimas se habían secado, su rostro se había repuesto.
Ella siguió hablando:
—Cuando tú naciste estallaron las luces de la habitación. La velas mágica que llevaban milenios encendidas se derritieron, las cortina volaron, las pobres muchachas que asistieron el parto salieron despavoridas, y yo... Yo estaba abierta en canal, me desangraba y mi núcleo se apagaba porque tú te habías llevado toda la magia, pero te sostuve en mis brazos y te miré. Eras perfecto. Nunca fui más feliz. Pensé "por fin un varón con mi poder". Eras lo que tenías que ser y habías salido de mí. Pero te pasé más que solo mi poder. Te di mi germen, y tú lo arruinaste todo.
La mujer estaba de frente a la ventana. Como cada vez que Hongjoong volvía a ese lugar, sólo podía ver su espalda a contra luz. Supo que se llevó una mano al rostro, pero no pudo ver para qué.
—¿Entiendes lo que va a pasar?
—Sí, madre.
—¿Por qué lo has hecho?
Hongjoong no respondió. Ella se impacientó.
—¡Hongjoong! —vociferó con una voz tan iracunda como rota— ¿Si no vas a hablar a qué has venido?
—Madre, he dejado unos asuntos sin resolver.
—Has venido a pedirme tiempo —espetó indignada.
—Un día. Si puedes atrasarlo por un día...
—¿Para qué?
—Por favor.
—Ojalá nunca te hubiera traído a este mundo, Hongjoong —dijo la mujer en un murmullo pausado. Se había calmada y ahora su voz volvía a sonar firme y fría, como un bloque de hielo. La anaranjada luz del atardecer contorneó su silueta—. Debí saber que tú serías como yo, sin cabida en ninguna parte. —El silencio fue cortante hasta que ella añadió—: Tienes un día. Termina todo lo que empezaste. Al menos haz eso.
Hongjoong había dejado caer la cabeza hasta que sintió tirantez en el cuello. Lo mechones de su flequillo apuntaron hacia la moqueta. Cuando la levantó hizo con sus labios el amago de una sonrisa.
—Gracias, madre.
☾☾☾☾
El tímido soplo de viento que entró por la ventana meció los cabellos del rubio durmiente. Mingi apartó la mirada de Yeosang para fijarse en sus propias manos entrelazadas en medio de sus piernas abiertas. Tenía los codos apoyados en las rodillas y no dejaba de mecerse por el movimiento nervioso y repetitivo de su pierna izquierda. Era como si tuviera un metrónomo incorporado con el que pretendía marcar la cadencia del silencio que se había instaurado en la cabaña Song.
Seonghwa y Seongjin custodiaban la cama del durmiente todo el tiempo, apenas murmurando algo entre ellos de tanto en tanto. Jongho había decidido permanecer en la habitación, sentado en una silla al lado de la puerta como un perro guardián. Mingi no preguntó por la razón. Los demás lidiaban con las horas en algún otro lugar de la cabaña, pero de ellos no se oía ni el suspiro. Solo los sonidos del bosque o el crujir de la madera interrumpían el silencio, y había sido de esa forma durante los últimos dos días. Escasamente habían cruzaban palabras entre ellos desde que Hongjoong desapareció y las cosas que estaban resquebrajadas terminaron de romperse.
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Don't Lose Your Grip on Love {Minjoong}
RomanceYunara es la única universidad del reino que admite a todas las razas sobrenaturales que se han sumado al acuerdo civil. En su campus los aburridos y estudiosos magos, futuros eruditos, conforman la base de la pirámide de popularidad, mientras que l...