LVII ✹

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Mingi preparó las zarpas para atacar. Era cierto que no entendía los instintos típicos de un alfa, pero aun así no soportó que Vasil se dirigiera a Urika.

—¡Mingi, no! ¡Escúchame! —lo detuvo la pelirroja.

—Eso, Mingi —dijo Vasil—. Escucha a tu loba si quieres que tu manada de juguete siga con vida. No se pueden morir, ¿me oyeron? Porque les juro que...

—Vasil, ¿es verdad lo que veo? —interrumpió la voz de una mujer adulta. Vasil se erizó de los pies a la cabeza y casi se rompe el cuello al girar hacia la silueta que se acercó de entre los árboles. Era la oscura que se confundía con las sombras—. ¿Esa es la marca? Es increíble.

—Si ya sabes lo que es, lárguense o las cosas se pondrán feas —espetó el mentado.

Alba terminó de recuperar su forma mágica y usó sus cuerdas vocales para vociferar:

—¡Puto traidor! ¡Sabía que no debíamos confiar en ti!

—¿Te jode? Ven, atácame. Aprovecha —rugió Vasil.

—Ya te derroté una vez —escupió Alba—. ¿No te cansas de perder? Acabaré contigo y terminaré con lo que tú no pudiste.

—Guarda la calma, Alba —intervino la oscura—. Vasil, dinos, ¿qué pasará si te atacamos?

El mentado ensanchó la sonrisa retorcida que tenía y soltó con euforia:

—No lo sé, pero me muero por averiguarlo.

Alba miró a la oscura con furia en la mirada, preguntándole en silencio si eso no le bastaba para permitirle atacar.

—Ya veo —dijo la maga con calma—. Esto complica las cosas. Alba, es hora de...

Alba no escuchó el final. Atacó como tanto ansiaba, regresando a su forma animal. Vasil rugió de la impresión, él también comenzó a transformarse, pero no tuvo que terminar. Algo salió disparado de su pecho. Unos brazos oscuros como la brea se alargaron y atraparon a Alba en el aire. La rodearon como haría una boa y la estrujaron como si quisieran escurrirla. Al final la arrojaron lejos. La alfa cayó en el suelo y volvió a su forma mágica entre retorcijones de dolor. ¿Cuántos huesos se había roto en un segundo?

Los brazos de bruma negra retornaron a él mientras Vasil celebraba risueño y fascinado.

—¡Joder! ¡Esto sí! ¡Ya me tocaba!

Ni él parecía entender lo que sucedía. Urika se alejó despacio de su lado, tratando de no alertarlo. Se resguardó junto a Mingi y miró aterrorizada a Alba agonizando a metros de ellos.

—Muy bien —interrumpió la oscura, como si nada hubiera pasado—. Nos iremos —convino—. Pero, Vasil, no pienses que eres intocable. La marca se irá por sí sola. No sé cuántos días va a tomar, pero esperaremos.

—¿Ah, sí? Pues jódete. Sabía que dirías eso, pero esto —Vasil se dio dos palmadas sonoras en el pecho—. Es un perpetuus.

—Imposible —jadeó la mujer.

—¿Cómo te quedas? —ladró Vasil altamente divertido. Estaba eufórico—. Yo también me jodo.

—Tendré que romperlo —espetó la oscura, y, por fin, un poco de agitación se percibió en su voz. Se acercó a Alba y le puso una mano en la cabeza. La alfa se quedó dormida. O terminó de morir, era imposible determinarlo. Pero Prin se acercó en silencio y la cargó en brazos.

—¡Hey! —gritó Vasil hacia Mingi—, ¿vas a dejar que se vayan?

Mingi miró al enemigo. La rabia todavía fluía por sus venas, pero el olor de la sangre que había derramado su manada era más fuerte que ese veneno. Sus lobos estaban heridos y exhaustos. Él no podía arriesgarse a perder a nadie más. Alargar la lucha habría sido una estupidez. Le dio la espalda a la oscura sabiendo que los magos tenían mil y un formas de desaparecer, y que cuando ella lo hiciera, también se llevaría a los betas del norte.

Don't Lose Your Grip on Love {Minjoong}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora