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La superluna estaba en su cénit, completa y colosal, irradiando con furia. Derramaba su influencia sobre las criaturas dotadas con su bendición. Iluminaba la noche y acentuaba las sombras.

Como tinta en agua, la mancha que crecía al norte de la cabaña Song volvía cada vez más evidente la forma de cúpula que tenía la barrera. Los omegas desenfrenados corrían en su interior, protegidos por el pastoreo del alfa y los betas. Y en el centro de todo, dos magos y una dríada empezaban otra batalla.

—Lobos, escúchenme —empezó a hablar el anaranjado por su micrófono—. Ocurrió algo que no esperábamos y tendré que deshacer la barrera, lo lamento. No hay tiempo para explicaciones, les pido que confíen en mí. Este es el nuevo plan: Mingi, antes de que la barrera caiga te diré exactamente hacia dónde ir para interceptar a Vasil. Yo iré por el oscuro, pero no soy tan rápido, así que Isabella y San atraerán a los omegas a la cabaña y los betas deben mantenerlos así, lo más lejos posible de la mancha negra al norte. Lejos del camino azul. Aléjense del camino azul. —Hongjoong habló sin pausa pero con calma, sin que su voz denotara miedo o desespero. Aguardó unos segundos antes de continuar—. Espero que estén listos —rogó en un susurró por el que se filtraron un poco sus sentimientos—. Aquí vamos.

Hongjoong unió las palmas penetrando la esfera, haciendo que esta se tambaleara. En su interior dio una palmada y de sus labios salió el susurro de una palabra. Cuando volvió a separar las manos hasta sacarlas de la esfera, la misma se expandió con el movimiento. La barrera creció bruscamente, embebiendo todo lo que tenía cerca. El anaranjado fue capaz de ver dos puntos más en el espacio, los dos enemigos.

—¡Mingi, camino amarillo! —avisó, e inmediatamente volvió a cerrar las manos, esta vez empujando las paredes de la esfera entre sus palmas, reduciéndola hasta que no quedó nada. Una palmada más y el hechizo había terminado. En un parpadeo, sus ojos volvieron a la normalidad—. ¡Barrera fuera!

Se levantó y pegó carrera. Isabella y San, que ya aguardaban fuera de la cabaña, lo vieron salir corriendo y esa fue la señal para comenzar con la parte que les tocaba.

El mago azabache sacó un puñado de un polvo brillante y verdoso. Lo acercó a la chica quien con solo un soplo consiguió esparcirlo magníficamente por todo el lugar. San elevó las manos como si fuese un cura a punto de bendecir el aire y recitó en voz baja. Las partículas más volátiles en el aire mutaron y un intenso olor a sangre y vísceras se hizo presente. Entonces Isabella movió los brazos con gracia, arremolinando el aire para formar un corriente que se extendiera por el bosque y que atrajera a las bestias hacia ellos, donde más se concentraba el olor a sangriento festín.

Un lobo azabache fue el primero en aparecer, olisqueando con furia. Asomó la cabeza entre los árboles y gruñó enseñando su asesina dentadura.

—Mierda. Eso fue rápido —susurró San retrocediendo con Isabella hasta el porche. Ellos contaban con que los betas aparecieran primero—. ¿Seonghwa o Seongjin?

—Urika —respondió Isabella.

—¿Qué?

La castaña señaló hacia la izquierda, desde donde una loba de fuego se acercaba. San suspiró atropellado.

—Se van a matar si se encuentran.

San asintió dándole la razón a la chica. Se preguntó: ¿qué haría Hongjoong en su lugar? ¿Qué plan enmarañado se le habría ocurrido para que nadie saliera herido?

—Vale. —San tragó en seco—. Yo trataré de mantener a Urika en el bosque. Tu atraes al mellizo hasta aquí. Si se sale de control te encierras en la cabaña. No te preocupes por mí, estaré bien.

Don't Lose Your Grip on Love {Minjoong}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora