XLI ☽

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Bajo la misma noche, Hongjoong buscaba con desespero la forma de salir de su encierro. Había conjurado, había pataleado, en últimas hasta había gritado pero incluso su voz se ahogaba en ese lugar de pura negrura. Que su magia no sirviera para nada conseguía aterrar a cualquier mago, incluso a él. Hongjoong era consciente de las dimensiones de su poder y, sin tocar la presunción, se sorprendía de que existiera un conjuro potente lo suficiente como para anularlo de esa manera tan definitiva. La oscura había conseguido atarlo, pero peor que la locura del encierro era saber que él estaba ahí y ella estaba libre con la manada a su merced. ¿Habrían conseguido salir? ¿ella los perseguía? ¿qué trucos iba a usar contra ellos?

La impotencia era una tortura.

En un momento se dejó caer y se llevó las manos a la cabeza. ¿Cómo había bajado la guardia de esa manera? Por primera vez deseaba no saber lo que sabía, extrañaba la felicidad de la ignorancia. Pero, ¿de qué le servía lamentarse? Tenía que buscar una salida. Tenía que ayudarlos. Si al menos pudiera ver... Un reflejo le hizo chasquear los dedos como hacía cada vez que quería encender una bombilla o una vela mágica. Fue cuando una chispa iluminó su rostro por unos segundos. Sorprendido repitió el chasquido y la chispa apareció de nuevo. Después juntó sus manos formando una pelota con ellas. "Incendere" susurró, y entre sus manos nació una esfera de luz blanca que iluminó su rostro y sus ideas. Eso era. Estaba atrapado, así que no era que su magia no funcionara en ese lugar, sino que todos los hechizos que había intentado hasta ahora habían sido para escapar. Mientras que no atentaran contra su encierro, sus conjuros todavía eran efectivos. Y si así era, todavía tenía posibilidades.

Ahí estaba su oportunidad.

En otro lugar, pero bajo el mismo cielo, Mingi jadeó de cansancio. Se pasó una mano por la frente y se enjugó el sudor. Sin importar cuanto pateara o golpeara a esas criaturas, todas volvían a levantarse una y otra vez, intactas. Se las había arreglado para no recibir ni un solo zarpazo, pero ese era precisamente el problema. Esos bichos no lo buscaban a él. Iban a por su manada, así que cada vez que se alzaban de nuevo era para seguirlos, y Mingi no pensaba permitirlo. Las aplastaría las veces que fuera necesario. Solo tenía que resistir hasta que Hongjoong apareciera. Porque aparecería. En ese momento se dio cuenta de toda la confianza que tenía depositada en ese mago. Sabía que si no había aparecido ya era porque estaba lidiando con más problemas, pero también creía en que sabría salir de ellos ilesos y volvería para ayudarlo a proteger a su manada. Hongjoong era ese tipo de criatura, imposible de contener. Y por esperarlo Mingi se habría quedado la vida entera cortándoles el paso al enemigo antes que permitir que una de esas alimañas alcanzara a uno solo de sus lobos, pero la técnica del enemigo cambió de repente.

Un silbido agudo vino de alguna parte. Entonces las criaturas se disolvieron en el suelo, cual sombras. Se juntaron y formaron un charco ominoso, oscuro como la brea, y antes de que el alfa pudiera entender lo que ocurría, empezaron a deslizarse veloz por la carretera hacia dónde su manada había huído.

—¡Joder! —ladró el lobo montando su motocicleta de un salto.

Mingi empujó el acelerador hasta el fondo. La siguió por la carretera que había entre el motel y Noira. No despegó la vista del charco andante, tanto que casi acabó colisionando con dos camionetas atravesadas en un punto de la vía. Consiguió frenar a tiempo por un pelo. La primera de las camionetas tenía una abolladura en el capó, como si se hubiera estrellado contra algo, aunque adelante no tenía nada, y la otra estaba justo detrás como si hubiera derrapado después de frenar abruptamente. Eran los vehículos de su manada, y estaban vacíos. La sombra se detuvo ahí mismo y ante la mirada atónita de Mingi se volvió a separar en dos mitades. Cada una de ellas salió disparada para un lado diferente del carretera, hacía el bosque que la rodeaba.Con terror, el alfa supo la razón. Él también podía olerlos. Su manada, por alguna razón, se había dividido de igual forma. Unos habían corrido hacia la derecha y otros hacia la izquierda. Ahora, ambos grupos eran perseguidos por las sombras y por algo más. A esos otros también podía olerlos, eran lobos.

Don't Lose Your Grip on Love {Minjoong}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora