XIV ☾

699 129 34
                                    



El inminente atardecer fue lo que hizo al alfa reaccionar. Cuando se dio cuenta de la luz crepuscular soltó un improperio y se empeñó en que el mago tenía que estar en Daena al anochecer. Hongjoong, aturdido, con un picor en los labios y el corazón roto, tomó la mano que el alfa le ofrecía para ayudarlo a levantarse. Regresaron a la cabaña en completo silencio. Seonghwa ya había organizado el salón dejándolo tan limpio y ordenado que parecía un espacio completamente diferente.

—¿No se va a quedar? —preguntó Seonghwa girando a medias el cuerpo desde uno de los banquillos de la barra.

El alfa negó.

—La noche aquí es peligrosa. Con ustedes ya tengo suficiente.

—Pero no es superluna, Mingi —observó Urika desde la cocina—. Wooyoung es el único problema.

El mentado, que revolvía algo en una olla al fuego, lanzó una mala mirada. Pero fue Mingi el que habló.

—No somos los únicos en el bosque.

Los demás lobos, al recordar tal obviedad, no tuvieron más argumentos. Hongjoong trató con todas sus fuerzas de creerlo en lugar de tomárselo personal.

—Vamos, Hongjoong —lo llamó Seonghwa a la par que se levantaba y alcanzaba las llaves juiciosamente colgadas en un colgador junto a la puerta—. Oh. —El lobo azabache se devolvió cuando vio al mago abrazando el grimorio en un intento de levantarlo. Nuevamente lo relevó cargando el pesado libro con un brazo.

El mago tuvo muchas inquietudes, demasiadas. Se despidió de la manada con un batir de manos y una sonrisa honesta pero temerosa. Temerosa de volver a cruzarse con los ojos de Mingi ese día. No lo hizo. No fue hasta que hubo salido de la cabaña que habló.

—Seonghwa, tendrás que bajar dos horas y luego volver a subir dos horas más —hizo notar con preocupación.

—No importa. Oscurecerá en el camino pero la carretera es segura. El bosque es el problema —aseguró el lobo azabache con un tono demasiado afable. Realmente no le molestaba hacer la travesía y lo dejaba ver con claridad. Hongjoong no percibía ni una pizca de hipocresía en su actitud, y no pudo evitar preguntarse si tal disposición nacía desde su personalidad o desde la fuerte compenetración que tenía la manada. Quizá ambas cosas tenían que ver. De cualquier forma, no debatió más.

Si había entendido bien todo aquello del quorum, más que manda, los lobos eran una espepcie de cardumen. Todos responderían al mismo estímulo aunque sólo uno de ellos lo hubiera recibido. Hongjoong lo comprobó al día siguiente.

Estaba almorzando en el campus con Yunho mientras esperaban por Urika y por Jongho, que venían de diferentes actividades. El plan era regresar todos juntos a Daena, desde donde la pelirroja subiría a la cabaña. Fue precisamente esa pecosa quien apareció primero. Hongjoong se dio cuenta porque Yunho a su lado dejó de comer para elevar la mirada, tenso de repente. Urika venía con un chico que seguía sus pasos hablándole insistentemente. Ella no parecía en problemas, el mago la veía reír con su usual aire de travesura. Indiferente pero alegre. Sin embargo, cuando los dos llegaron frente a la mesa, una voz exaltó a los dos que no eran licántropos.

—Piérdete.

El gruñido fue contundente y profundo, violento por sí solo. Hongjoong se estremeció por dentro aunque no fuera para él, y se sorprendió sobremanera al ver que su autor fue Yunho, aquel que entre lobos fieros resaltaba por su dulce sonrisa. En ese momento demostró que podía tensar las facciones tal como un depredador. Y fue una ejecución perfecta, porque el desconocido se petrificó.

Don't Lose Your Grip on Love {Minjoong}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora