XVI ☾

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Las luces de tungsteno opacaban la de las estrellas en aquel rincón de Daena. La puerta por la que debían entrar lucía demasiado estrecha para el movimiento que circulaba a través de ella. El lugar en sí daba la impresión de ser diminuto, pero San le explicó que el bar quedaba en el sótano, así que Hongjoong dedujo que una vez adentro el espacio se redistribuye mejor.

Antes de poder comprobarlo, una sombra agazapada los asaltó en la acera. Más específicamente, la sombra saltó sobre San. Wooyoung debía estar acostumbrado a hacer lo mismo con Mingi, quien a su vez estaba entrenado para resistir cual muro de contención, pero su pobre amigo, por más que fuera cinturón negro, nada pudo hacer contra el ímpetu de un lobo. Se fue para atrás con Wooyoung colgado a él. El lobito soltó aniñadas carcajadas, sin arrepentimientos.

—¡Wooyoung! ¿qué te pasa? —chistó San sin quejarse realmente, con sus hoyuelos delatando la sonrisa que no podía contener.

—¡Sannie! —festejó el lobo—. Tú me pasas. —Aprovechando que San tenía las manos apoyadas en el concreto, detrás de su espalda, atrapó entre sus palmas la cara desprotegida del mago. Sus narices se encontraron cuando Wooyoung empezó a olisquear las facciones de San, como si antes de verlo con los ojos necesitara grabarlo con el olfato. San se dejó hacer más que sonriente, y recuperó la estabilidad de su torso para rodear al lobito entre sus brazos—. Hong me dijo que tenemos poco tiempo, que debo tocarte mucho antes de que se acabe el verano. ¡La puta mejor misión de la vida! Tú déjamelo a mí —habló más íntimamente ante lo atónito, estático y encendido que se había quedado San.

El mago azabache reaccionó para dirigirle una mirada acusatoria a su anaranjado amigo. Hongjoong, aun de pie cerca de ellos, tenía los labios apretados para no reír y levantó un pulgar. Al final tuvo que ayudarlos a levantarse y entonces el abrazado fue él.

—Eres el mejor —canturreó el lobo travieso en lo que estrujaba al maguito, haciéndole sentir como una especie de justiciero del amor. Aquellos dos realmente tenían una conexión superior a ellos mismos. Hasta él, sin ser un lobo o un espiritual, podía verlo en el aire así como podía sentir el aura mágica de San regocijándose. Y, ahora que reparaba en ello, también podía sentir algo en Wooyoung. Era leve, pero lo advertía claramente—. Oh. Mingi está por aquí, ya viene —avisó el lobito mientras mandaba un rápido mensaje en su teléfono con una sola mano, porque con la otra ya tenía sujeto a San.

—¿No vinieron juntos? —curioseó Hongjoong disimulando bien su alborotado interior.

—Sí, pero llegamos antes y... Bueno, ya viene. —Wooyoung se encogió de hombros.

Los nervios bulleron en el estómago de Hongjoong.

Los tres decidieron esperar adentro. Antes de poder cruzar la entrada, una mano en su pecho detuvo al más bajito con ligera brusquedad. El mago elevó la mirada indignado.

—Identificación —exigió la voz hostil del guardia.

El mago abrió la boca a punto de quejarse, pero la risotada de Wooyoung se lo impidió. Qué humillación. Con toda seguridad él era el mayor de los tres, ¿pero aun así era el único al que le pedían identificación? No tuvo más opción que tragarse sus reclamos, pausar su dignidad y elevar su diestra. Hizo un movimiento circular con la muñeca de tal forma que, cuando sus dedos volvieron arriba, lo hicieron sosteniendo la pequeña tarjetita. Un truco de los pocos permitidos sin distinción y que Hongjoong empleaba porque no le gustaba cargar con cosas en los bolsillos. El guardia no lució sorprendido.

—¿Gok Hongjoong? ¿quién se llama así? —interrogó el hombre con tono de mofa.

—¿Disculpa? —soltó un anaranjado aún más ofendido.

Don't Lose Your Grip on Love {Minjoong}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora