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Sus lágrimas siempre fueron como eclipses totales, fenómenos aislados y muy raros de ver. Por eso, en aquella noche llena de terrores, cuando el primer sollozo fue inevitable, Hongjoong se refugió en el bosque por la vergüenza y el temor que le provocó su propio llanto. Pese a encontrarse solo, inmerso en esa oscuridad astral, sus sollozos fueron mudos. No debía quedar en evidencia ni con las estrellas. Le habían enseñado que mostrar debilidad era perder la batalla antes de haberla luchado. Y debía ser cierto, porque incluso antes de que las lágrima empezaran a resbalar por sus mejillas, él sintió que ya había perdido la guerra.

Con el peso de su pena se dejó caer sobre un tronco caído. Desde ahí volvió a repasar las palabras del ultimátum que tenía en las manos en el formato de carta. Esa era la forma en la que los magos más conservadores se empeñaban en comunicarse a la distancia, y su familia era, por excelencia, la crema de la tradición. Recibir aquella lo había destrozado. Las palabras ahí plasmadas eran más que desalentadoras, significaban su pronta perdición. Eran peor que morir.

¿Cómo iba a explicárselo a San?

De repente, un sonido brusco lo interrumpió de revolcarse en su desdicha.

Sonaba como un azote, un golpe que se repetía errático, seco y desgarrador. Era como si las cuchillas de un aserradero se hubieran quedado sin filo para cortar la madera. Hongjoong contempló regresar por donde había venido, consciente de que la noche podía albergar muchos peligros, pero su curiosidad siempre lo había condenado a caminar hacia adelante y nunca hacia atrás. Además, quería arriesgar su vida mientras todavía la conservara tal y como estaba. Su interés se volvió más grande al comprobar que a cada azote le acompañaba una grotesca exhalación. No. Más bien era un rugido.

Guardó la carta en el bolsillo de su chaqueta y se acercó hasta que distinguió al causante de los azotes. Se escondió detrás de un árbol y asomó la cabeza con recaudo para verlo mejor. A unos metros, una criatura golpeaba el tronco de un pobre roble. Lo reventaba con las garras, una y otra vez. De ahí venía el sonido de aserradero roto. La criatura se paraba sobre dos piernas, pero ambas extremidades estaban cubiertas de un pelaje denso que terminaba en sus caderas para dejar lugar a piel lisa y desnuda. Sin embargo, la mata de pelo comenzaba nuevamente a la altura del pecho, cubría su espalda alta y se extendía por los brazos hasta llegar a esas garras que asestaban zarpazos despiadados contra la madera.

La confusión sobre la naturaleza de la criatura fue parcialmente despejada por la cola que le colgaba de la baja espalda y por las orejas puntiagudas que le adornaban la cabeza, ambas peludas también. Todos eran rasgos lobunos.

Hongjoong se había olvidado de llorar. Por un momento hizo a un lado sus problemas. Una buena incógnita siempre era bien recibida. Enseguida comenzó a hacerse preguntas de todo tipo. ¿Aquello era un licántropo? Nunca había visto uno. Sabía que habían unos pocos estudiando en Yunara, pero durante su primer mes en la universidad no había visto a ninguno. Apenas estaba cursando el vacacional, así que tampoco habían muchos más alumnos por el campus. Aun así, Hongjoong era muy inquieto y había leído de más. Tenía entendido que, cuando un licántropo no estaba sobre sus cuatro patas, lucía como cualquier mago, pero aquella criatura ensañada con el árbol no era ni mágica ni animal. Tenía rasgos de ambas partes, así que era un misterio demasiado atrayente para un mago que no sabía cuándo parar.

Quizá debió parar en ese momento en lugar de buscar acercarse un poco más. El sonido de la rama que quebró con su paso hizo eco en todo el bosque y atrajo al instante la atención de la bestia.

La criatura giró hacia él con furia y el mago pudo ver un brillo asesino en sus ojos. La vocecita en su cabeza le dijo que corriera, y Hongjoong obedeció, pero fue peor, porque despertó el instinto de caza de la bestia. Por la cabeza de Hongjoong pasaron conjuros para librarse de la situación, pero quiso volver a llorar cuando recordó que, para obligarlo a responder al llamado de la carta, al abrirla había recibido un sello que bloqueaba gran parte de su magia. Con la magia que le sobraba apenas si sería capaz de encender una vela. Todos los conjuros que él conocía requerían mucho más que eso.

Don't Lose Your Grip on Love {Minjoong}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora