XXV ☾

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—Mira, Hongjoong —llamó San señalando con extrañeza el candelabro que estaba encima del comedor. Era simplemente un aro de metal oscuro, sin adornos siquiera. Hasta las velas eran rectas y ordinarias, pero en ellas estaban un detalle que Hongjoong no notó la primera vez que estuvo en la cabaña.

—Mingi —llamó enseguida picado por la curiosidad—. ¿Por qué tienes un candelabro de velas mágicas?

El alfa, tumbado en el sofá, miró el candelabro y una sutil sonrisa pasó por sus labios.

—El viejo Song las puso ahí.

Hongjoong abrió los ojos con estupor.
—¿Tu padre?

Mingi asintió.

—¿Por qué puso velas mágicas en lugar de velas normales?

—Nunca se gastan, según él.

—Es cierto, pero tampoco sirven mucho si no puedes encenderlas.

—Él podía.

Hongjoong abrió la boca y se le estancó una inhalación entre los labios.
—¿Tu padre fue un mago?

—Ese viejo me recogió —aclaró cerrando los ojos—. Él construyó esta cabaña. De pronto encuentras otras cosas locas por ahí.

Hongjoong tenía tantas preguntas. La principal: ¿cómo es que fue posible que un mago adoptara a un licántropo? ¿Aquello fue acaso legal? Pero explicaba muchas cosas. Por eso Mingi parecía tan familiarizado con ciertos aspectos de su gremio. El alfa nunca se mostró particularmente desconcertado por su raza.

—¿Puedo? —consultó señalando el candelabro con la mirada. Mingi asintió despreocupadamente. Entonces el anaranjado se acercó a la mesa y levantó las dos manos a la misma altura. Chasqueó los dedos con ambas y de inmediato las dos velas más cercanas a él se encendieron, contagiando a las demás en un efecto dominó hasta que el círculo se completó por lado y lado. La luz cálida iluminó toda la estancia. Mingi dejó el sofá y se acercó. Apreció la escena con un aire nostálgico.

—Así que por eso nunca pudimos encenderlas —señaló Sora que también vino atraída por la luz.

—Para mí se veían como velas normales —soltó Wooyoung arrugando la nariz.

—Todos los objetos mágicos tienen una huella de su creador —explicó San sin reales intenciones de que el lobito entendiera, porque en lugar de añadir algo más masajeó la nuca ajena sabiendo que eso bastaría para distraerlo.

Las velas mágicas desprendían cierta luminiscencia débil incluso cuando estaban apagadas, pero sólo para los ojos de los magos. Y encendidas iluminaban más naranja de lo normal, tan cálido y suave al mismo tiempo que la cena que compartió la manada y aliados esa noche supo a cobijo.

La velada fue animada con los ocurrentes comentarios del dueto demoníaco, las afiladas observaciones de los mellizos, las tiernas contestaciones de Yunho en armónico contraste con los brutos aportes de Jongho, las coherentes aclaraciones de Sora, las amigables explicaciones de Isabella, las adorables risas de San y las silenciosas sonrisas de Mingi, esas de las que Hongjoong era acérrimo cazador. A pesar del susto de ese día y de la avalancha de caos que se venía, se permitieron una cena de lo más gratificante.

Después de recoger la mesa entre todos, tuvo lugar una rápida asignación de dormitorios.

Resultó que la cabaña tenía cuatro habitaciones en la segunda planta. Una de ellas nunca era abierta, pues perteneció al "viejo Song", como Mingi lo llamaba, y seguramente almacenaba las que fueron sus pertenencias. Los lobos le dijeron que las otras tres fueron un estudio, una habitación de huéspedes y una especie de gimnasio casero. Las tres se convirtieron en dormitorios desde que Mingi decidió que la cabaña sería la base para pasar las superlunas. Construyeron camarotes, se repartieron el lugar de los armarios y hasta redecoraron a gusto de todos. A Mingi le dio igual que desbarataran todo mientras no tocaran el desván: la quinta y última habitación a la que se accedía por unas pequeñas escalas difíciles de advertir. Ahí era donde el alfa dormía.

Don't Lose Your Grip on Love {Minjoong}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora