XXXI ☾

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En el horizonte empezó a elevarse el telón nocturno y, aunque inconsciente y tendido en los brazos de Mingi, el cuerpo de Seonghwa cambió por cuenta propia al perder el efecto de la superluna. Su rostro liso y pulido volvió a aparecer, dejando ver sus distintivas facciones. A su lado iban ambos magos en silencio, uno más exhausto y menguante que el otro.

Cuando Hongjoong por fin divisó la cabaña Song y su potente aire acogedor, una tenue sonrisa de alivio fue inevitable. En el porche, el resto de los lobos aguardaban en el porche cubiertos por mantas, tan trajinados como él, pero vivos. No faltaba nadie.

Fue duro explicarle al resto lo que ya sentían a través del quorum: una conexión débil e interferida. Seonghwa sobrevivió al exorcismo, pero Hongjoong no podría asegurar el estado de su alma hasta que despertara. Solo entonces podrían saber las verdaderas dimensiones del daño porque al no ser él un espiritual no podía acceder a ningún alma viva sino a través de un conjuro, pero no estaba dispuesto a ejercer más magia sobre ese lobo sin su expreso consentimiento.

La manada guardó la calma. Confiaron en él. También sintieron la seguridad de Mingi, quien se mostró firme para transmitirles estabilidad. Aun así, había un aire ambiguo en la cabaña, una amalgama de alivio y pesadez. Aunque salieron bien librados de la superluna no se sentía el gusto de la victoria. Más bien, crecía la incertidumbre. Después de que escucharon lo que pasó con Vasil y la oscura estuvo claro para ellos que tenían dos meses para resolver la situación de raíz, antes de la próxima superluna. Antes de que volvieran a quedar vulnerables ante el enemigo. No querían arriesgarse a otra noche igual cuando no sabían con qué refuerzos podía aparecer Vasil. Tampoco podían hilar los motivos por la extraña retirada del par enemigo, pero el hecho resultaba enormemente inquietante.

Sólo Hongjoong lo sospechaba. La oscura nunca contempló que Yunho se salvara en primer lugar, pero a esas alturas ya debía saber que ninguna de sus maldiciones tuvo finales nefastos. Después de todo, un mago en el equipo de Mingi era tan inesperado como una oscura en el bando de Vasil. Si ella había interpretado que él era un enviado de la Alianza, también debía creer que el gremio mágico ya sabía de su existencia y paradero, por lo que probablemente escogería esconderse por un tiempo. Hongjoong esperaba que para siempre, pero sabía que sería suficiente. ¿Qué pasaría cuando ella descubriera que las autoridades mágicas todavía no estaban detrás de ella?

De momento, sólo podía curar heridas abiertas.

—¿Cómo te hiciste esto? —preguntó con una mano sobre el raspón que San tenía en la barbilla.

—Me caí de un árbol —admitió él víctima de la vergüenza.

Hongjoong sonrió con ternura antes de conjurar un poder que catalizó el efecto cicatrizante de su cataplasma. Entonces suspiró. San era el último en su lista de pacientes. Solo faltaba Mingi quien se había rehusado rotundamente a recibir atención antes que cualquiera, pero Hongjoong no sabía si realmente era por eso o por otra cosa.

—¿No tuviste miedo? —La voz de San lo sacó de sus pensamientos. Sus ojos perdidos hicieron que su amigo se explicara—: Yo me habría paralizado frente a Vasil. Y después frente a la oscura. Joongie, por favor. ¿Me aseguras que no estás atravesando una especie de shock ahora mismo?

Hongjoong soltó un resoplido de risa.

—He visto cosas más aterradoras. Mis progenitores, por ejemplo —bromeó y a la vez no, pero contagió al azabache de su aire jocoso—. Tuve mucho miedo —admitió en voz baja, llamando la atención de los ojos piadosos de San—. Pero, ya sabes. Soy Hongjoong. —Se encogió de hombros y San negó, dándole un golpecito en el brazo sano. Procuró no rozar aquel otro que San mismo había vendado, donde Seonghwa hincó sus dientes.

Don't Lose Your Grip on Love {Minjoong}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora