XXXII ☽

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Las criaturas que acechan escogen la noche no solo por el amparo de la oscuridad. Bajo la luna, las presas se dejan atontar por la nostalgia y la soledad, se vuelven sumisas y propensas a caer.

Hongjoong no era inmune al efecto de la luna y su séquito. Su mente y su corazón iban apesadumbrados mientras caminaba por la desolada acera rumbo a un lugar al que no quería llegar. Aún así, advirtió aquello que agazapado seguía sus pasos en la oscuridad.

Suspiró largo y pesado.

Estaba tan harto de todo.

—No voy a liberarte aunque me tortures —declaró elevando la voz lo suficiente como para ser escuchado por quien se guardaba en la penumbra. Se detuvo en mitad del andén y el silencio le permitió escuchar como unos pasos abandonaban la hojarasca para pisar asfalto como él.

—No quiero que lo hagas. Es más, presumiré tu marca como muestra de mi buena voluntad, para que entiendas que no es de mí de quien debes proteger ese intento de manada.

La voz de Vasil era inconfundible. Grave, seca, soberbia.

Hongjoong trató de seguir su camino como si no la hubiera escuchado, pero los pasos detrás de los suyos fueron marcados y constantes. Acosadores.

—Ven conmigo, mago. Con tu poder y el mío podemos resolver todos nuestros problemas.

Hongjoong resopló con ironía. No se detuvo ni apuró el paso.

—Debo lucir muy desesperado si te di a entender que existía una mínima posibilidad de que yo considerara una oferta como esa.

—La considerarás porque tenemos un enemigo en común.

—¿Ah, sí? ¿quién?

Cuando Hongjoong escuchó lo que salió de la boca del alfa frenó sus pasos en seco. El hielo de la noche se endureció. Cada palabra que vino removió sus fibras y el anhelo fue invocado. Lo necesitaba. Le urgía una salida como la que Vasil le proponía. Si iba con él en esos momentos podría acabar con todo de una vez por todas, porque ya no le importaban las formas ni los métodos. Ya no tenía que medirse ni aparentar. Sería libre y al mismo tiempo mantendría a Mingi y a su manada. Y lo mejor: podría hacerlo sin tener que acercarse a ellos.

Porque entre las montañas había un lugar añorado al que ya no podía volver.

¿Cómo había llegado a ese momento? ¿Cómo era que había acabado sopesando seriamente tomar la mano de una piltrafa como Vasil? ¿Cómo acabó tan exhausto que ni siquiera le importaba seguir cayendo lejos de todos y de todo con tal de no volver a su pesadilla más recurrente?

Su mente volvió un par de meses atrás, al verdadero punto de no retorno. Fue justo después de la superluna, cuando acabó el verano y Yunara abrió nuevamente sus puertas.

Pasados los últimos días de ese verano, las aguas se calmaron por un corto tiempo. El sol empezó a cortar su marcha poco a poco, los árboles iniciaron un lento oscurecimiento. El asomo del otoño marcaba el inicio de un nuevo semestre universitario. Miles de seres mágicos retornaron a Daena, alborotando las calles. La vida que se esfumó durante el verano retornó para abatir al valle con un festival de diversidad que sólo podía vivirse tan plenamente en pocos lugares del reino.

El campo de Yunara era una espléndida demostración de aquello mismo.

Magos, celestiales, hadas, dríadas, espirituales, banshees, naturales, metamórficos, cambiaformas, elementales y, como no dejaría de ser ni siquiera en esa ocasión, licántropos.

Don't Lose Your Grip on Love {Minjoong}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora